El carácter de Yaakov

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¿Qué clase de hombre era Yaakov? Esta es una pregunta que se nos presenta episodio tras episodio de su vida.

La primera vez que escuchamos una descripción suya es llamado ish tam: un hombre simple, tranquilo, correcto, sencillo. Pero eso es exactamente lo que no parece ser. Lo vemos tomando el derecho a la primogenitura de Esav por un plato de sopa. Lo vemos tomando la bendición de Esav, en ropas prestadas, aprovechándose de la ceguera de su padre.

Estos son episodios problemáticos. Podemos leerlos en forma midráshica. El Midrash habla de Yaakov como pura bondad, y Esav como pura maldad. Relee el texto bíblico para hacerlo consistente con los más altos estándares de la vida moral. No hay mucho que decir acerca de este enfoque.

Alternativamente, podemos decir que en estos casos el fin justifica los medios. En el caso de la primogenitura, Yaakov podía haber estado poniendo a Esav a prueba para saber si realmente le era importante. Ya que la cedió tan rápidamente, Yaakov podría estar en lo cierto al concluir que debía asignarse a quien la valorara. En el caso de la bendición, Yaakov estaba obedeciendo a su madre, quien había recibido una profecía Divina diciendo que “el mayor servirá al menor”.

Sin embargo, el texto sigue siendo perturbador. Itzjak le dice a Esav: “Tu hermano vino con decepciones y tomó tu bendición.” Esav dice: “¿Acaso no fue nombrado correctamente Yaakov (suplantador)? Me ha suplantado en dos ocasiones: Tomó mi primogenitura, ¡y ahora ha tomado mi bendición!”. Estas acusaciones no han sido hechas contra ningún otro héroe bíblico.

Tampoco termina ahí la historia. En la parashá de esta semana un engaño similar es realizado sobre él. Después de su noche de bodas, descubre que se casó con Lea, en lugar de su amada Rajel, como creía. Se queja con Labán:

“¿Qué es esto que me has hecho? ¿No fue por Rajel que te serví? ¿Por qué me has engañado?”

Gén. 29:25

Labán responde:

“No es costumbre en nuestro lugar dar en matrimonio a la joven antes que a la primogénita”

Gén. 29:26

Es difícil no ver esto como una retribución ojo por ojo. El jóven Yaakov pretendía ser mayor que Esav. Ahora Lea, la mayor, se había disfrazado como la jóven Rajel. Un principio fundamental de la moralidad bíblica está operando aquí: Así como tu haces, será hecho contigo.

Aún así la telaraña de engaños continúa. Después que Rajel da a luz a Iosef, Yaakov quiere regresar a casa. Ha estado con Labán por tiempo más que suficiente. Labán lo urge a permanecer con él y le pide que diga su precio. Entonces, Yaakov se embarca en acciones extraordinarias. Le dice a Labán que no quiere un salario de ningún tipo. Le dice a Labán que quite todos los corderos manchados o rayados del rebaño, y todas las cabras rayadas o manchadas. Yaakov se quedará entonces con todos los animales que nazcan con rayas o manchas.

Es una propuesta que habla al mismo tiempo a la avaricia y la ignorancia de Labán. Parece que no deberá pagar por el trabajo de Yaakov. No está pidiendo un salario. Y la probabilidad de que animales sin manchas den a luz animales manchados parece remota.

Yaakov es más inteligente. Estando a cargo de los rebaños, lleva a cabo un elaborado proceso que involucra ramas de álamo, almendro y  plátano peladas, las cuales coloca en los bebederos. El resultado es que producen, en efecto, crías manchadas y rayadas.

Cómo ocurrió esto ha intrigado no sólo a los comentaristas (que en su mayoría asumen que fue un milagro, la forma en que Dios asegura el bienestar de Yaakov) sino también a los científicos. Algunos argumentan que Yaakov debe haber tenido entendimiento sobre genética. Dos ovejas sin manchas pueden tener crías con manchas. Yaakov sin dudas observó esto durante los largos años que cuidaba los rebaños de Labán.

Otros han sugerido que la nutrición prenatal puede tener un efecto epigenético – es decir, puede provocar que cierto gen se exprese cuando no lo habría hecho de otra manera. Las ramas de álamo, almendro y plátano peladas que fueron agregadas al agua que bebían puede haber afectado el gen de Agouti que determina el color del pelaje en ovejas y ratones.[1]

Como sea que haya sucedido, el resultado es dramático. Yaakov se volvió rico:

De esta forma el hombre se volvió extremadamente próspero y llegó a ser dueño de grandes rebaños, siervas y sirvientes, camellos y burros.

Gén. 30:43

Inevitablemente Labán y sus hijos se sintieron engañados. Yaakov sintió su descontento y – habiendo consultado a sus esposas y habiendo sido aconsejado por Dios que huyera – parte cuando Labán está lejos esquilando ovejas. Labán eventualmente descubre que Yaakov escapó, y los persigue por siete días, alcanzándolo en las montañas de Gilead.

En el texto, se siente la tensión de acusaciones y contra acusaciones. Laban y Yaakov se sienten engañados. Ambos creen que los rebaños y el ganado son suyos por derecho. Los dos se perciben como víctimas de los engaños del otro. El resultado es que Yaakov se ve forzado a escapar de Laban de la misma forma en que se vio forzado a escapar de Esav anteriormente, en ambos casos temiendo por su vida.

Entonces, la pregunta regresa. ¿Qué clase de hombre era Yaakov? Parece cualquier cosa excepto un ish tam, un hombre simple. Y ciertamente no es la forma en que se comparta un modelo religioso – de tal modo que primero su padre, a continuación su hermano y finalmente su suegro lo acusan de engaño. ¿Qué tipo de historia nos cuenta la Torá en la forma en que narra la vida de Yaakov?

Una forma de aproximarse a una respuesta es observar un personaje específico – usualmente una liebre, o en la tradición afroamericana, “Conejo Brer” – de los cuentos populares de pueblos oprimidos. Henry Louis Gates, el crítico literario norteamericano, ha argumentado que estas figuras representan “la forma creativa en que la comunidad esclava responde a la incapacidad del opresor de dirigirse a ellos como seres humanos creados a imagen de Dios”. Tienen “un cuerpo frágil, pero una mente engañosamente fuerte.” Usando su inteligencia para tomar ventaja de sus oponentes más fuertes, son capaces de deconstruir y derrocar, en cierta manera, la jerarquía dominante de los ricos y los fuertes. Representan la libertad momentánea de los cautivos, una protesta contra las injusticias indiscriminadas del mundo.[2]

Me parece que esto es lo que representa Yaakov en esta etapa temprana de su vida. Llega al mundo como el menor de dos gemelos. Su hermano es fuerte, rudo, velludo, un cazador capaz, un hombre del campo, mientras que Yaakov es tranquilo, un sabio. Después debe confrontarse con el hecho de que su padre ama más a su hermano que a él. Después se encuentra a merced de Labán, una figura perversa, explotadora y engañosa que se aprovecha de su vulnerabilidad. Yaakov es el hombre que encuentra que su vida es injusta, como casi todos lo hacemos en algún momento de nuestras vidas.

Yaakov demuestra, con su ingenio absoluto, que la fuerza de los fuertes puede ser también su debilidad. Es así cuando Esav llega cansado de su salida de caza, hambriento, que está dispuesto a cambiar, impulsivamente, su primogenitura por un poco de sopa. Es así cuando Itzjak, ciego, está preparado para bendecir al hijo que le traiga carne de venado para comer. Es así cuando Laban escucha la posibilidad de obtener el trabajo de Yaakov gratis. Toda fortaleza tiene su talón de Aquiles, su debilidad, y puede ser usada por el débil para vencer al fuerte.

Yaakov representa la negación del débil de aceptar la jerarquía creada por el fuerte. Sus actos son una forma de desafío, el empeño en la dignidad del débil (respecto de Esav), del menos amado (respecto de Itzjak), y del refugiado (en la casa de Labán). En cierto sentido él es un elemento de lo que ha significado, históricamente, ser judío.

Pero el Yaakov que vemos en estos capítulos no es la figura que, en última instancia, somos llamados a emular. Podemos ver por qué. Yaakov gana sus batallas con Esav y Labán, pero a costa de eventualmente tener que huir temiendo por su vida. El ingenio es una solución temporal.

Es más adelante, después de su pelea con el ángel, que recibe su nuevo nombre – es decir, una nueva identidad – como Israel, “porque has luchado con Dios y con el hombre y has vencido.” Como Israel no teme enfrentarse a las personas cara a cara. Ya no necesita burlarlos con estratagemas ingeniosas, pero en última instancia fútiles. Sus hijos se convertirán eventualmente en el pueblo cuya dignidad yace en el pacto inquebrantable que hicieron con Dios.

Aún así podemos ver algo de la vida temprana de Yaakov en una de las características más destacables de la historia judía. Por casi dos mil años, los judíos fueron vistos como parias, pero se rehusaron a aceptar esa imagen, de la misma forma en que Yaakov se negó a aceptar las jerarquías de poder o de afecto que lo condenaban ser el segundo mejor. A los largo de la historia, los judíos, al igual que Yaakov, dependieron no de la fuerza física o la riqueza material, sino de las cualidades de la mente.

Sin embargo, al final Yaakov debe convertirse en Israel. Porque no es el vencedor ingenioso sino el héroe de coraje moral el que se para erguido frente a la humanidad y a Dios. 


[1] Joshua Backon, “Jacob and the Spotted Sheep: The Role of Prenatal Nutrition on Epigenetics of Fur Colour,” Jewish Bible Quarterly, Vol. 36, No. 4, 2008.

[2]  Henry Louis Gates, Black Literature and Literary Theory, New York, Methuen, 1984, pp. 81-104.


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  1. ¿Puedes pensar en algún momento en tu vida en que tu sistema de creencias se vio desafiado, y que debiste defender tus valores o principios?
  2. ¿En qué otros momentos en Sefer Bereshit, y el Tanaj en general, cambian los nombres de los personajes y surge la importancia de reconocer un nombre?
  3. ¿Qué te sirve de guía cuando te enfrentas a una decisión moral compleja?¿En qué forma puedes relacionar tu experiencia con la historia de Yaakov?

With thanks to the Schimmel Family for their generous sponsorship of Covenant & Conversation, dedicated in loving memory of Harry (Chaim) Schimmel.

“I have loved the Torah of R’ Chaim Schimmel ever since I first encountered it. It strives to be not just about truth on the surface but also its connection to a deeper truth beneath. Together with Anna, his remarkable wife of 60 years, they built a life dedicated to love of family, community, and Torah. An extraordinary couple who have moved me beyond measure by the example of their lives.” — Rabbi Sacks

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