Por qué mueren las civilizaciones

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En The Watchman’s Rattle, subtitulado Thinking Our Way Out of Extinction (en español, La campana del centinela: pensando nuestro escape de la extinción), Rebecca Costa brinda un relato fascinante acerca de cómo mueren las civilizaciones. Cuando sus problemas se vuelven demasiado complejos, las sociedades alcanzan lo que ella llama un umbral cognitivo. Simplemente no pueden trazar un camino desde el presente hacia el futuro.

El ejemplo que da son los mayas. Por un periodo de tres mil quinientos años, entre el 2600 AEC y el 900 EC, desarrollaron una civilización extraordinaria, esparciéndose por lo que hoy es México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Bélice, con una población estimada de 15 millones de personas.

No sólo fueron expertos alfareros, tejedores, arquitectos y granjeros, también desarrollaron un intrincado calendario cilíndrico, con cartas celestes para rastrear los movimientos de las estrellas y predecir patrones del clima. Tenían su forma única de escritura además de un avanzado sistema matemático. Sorprendentemente desarrollaron una infraestructura para abastecerse de agua que incluía una compleja red de reservorios, canales, diques y malecones.

Después, repentinamente, por razones que aún no podemos comprender, todo el sistema colapsó. En algún momento entre el siglo VIII y el siglo IX el pueblo maya simplemente desapareció. Han habido muchas teorías de por qué sucedió. Puede haber sido una sequía prolongada, sobrepoblación, guerras internas, una epidemia devastadora, falta de alimentos, o una combinación de éstos u otros factores. De una forma u otra, habiendo sobrevivido por 35 siglos, la civilización maya falló y se extinguió.

El argumento de Rebecca Costa es que cualesquiera sean las causas, el colapso maya, al igual que la caída del Imperio Romano, el Imperio Khmer del siglo XIII en Camboya, ocurrió porque los problemas se volvieron demasiados y demasiado complejos para que las personas de ese lugar y ese tiempo pudieran resolver. Se produjo una sobrecarga cognitiva, y los sistemas se rompieron.

Puede pasarle a cualquier civilización. Puede ser, dice ella, que le esté sucediendo a la nuestra. El primer signo de ruptura es la paralización. En lugar de ocuparse de lo que todos pueden ver son problemas mayores, las personas continúan como de costumbre y simplemente pasan sus problemas a la siguiente generación. El segundo signo es el refugio en la irracionalidad. Ya que las personas no pueden enfrentar los hechos, se refugian en consuelos religiosos. Los mayas lo hicieron ofreciendo sacrificios. Los arqueólogos han descubierto evidencia terrible de sacrificios humanos a gran escala. Pareciera que, al no poder resolver sus problemas racionalmente, los mayas se enfocaron en aplacar a los dioses haciéndoles ofrendas en forma enfermiza. Aparentemente los khmer hicieron lo mismo.

Esto hace que el caso de los judíos y el judaísmo fascinante. Se enfrentaron a dos siglos de crisis bajo dominio romano desde la conquista de Pompeyo en el año 63 AEC hasta el colapso de la rebelión de Bar Kojba en 135 EC. Estaban irremediablemente separados en facciones. Mucho antes de la Gran Rebelión contra Roma y la destrucción del Segundo Templo, los judíos estaban esperando un gran cataclismo.

Lo que resulta extraordinario es que no se concentraron en forma obsesiva en sacrificios, como los mayas y los khmer. Con su templo destruido, se enfocaron en encontrar sustitutos para los sacrificios. Uno fue guemilut jasadim, actos de bondad. Rabán Yojanán ben Zakai reconfortó a Rabí Yehoshúa, que se preguntaba cómo haría Israel para expiar sus pecados sin sacrificios, con estas estas palabras:

“Hijo mío, tenemos otra forma de expiación tan efectiva como esta: actos de bondad, como está escrito (Hoshea 6:6): ‘Deseo bondad y no sacrificios.’”

Avot de Rabí Natán 8

Otra era el estudio de Torá. Los sabios interpretaron las palabras de Malaji, “En cada lugar se presentan ofrendas en Mí nombre,” (Malaji 1:11) como si se refiriera a los estudiosos que estudian las leyes de los sacrificios. (Menajot 110a).

“Uno que recita el orden de los sacrificios es como si él mismo los hubiera traído.”

Taanit 27b

Otra era la plegaria. Hoshea dijo “Toma palabras contigo y regresa al Señor… Ofreceremos nuestros labios como sacrificios de bueyes” (Hos. 14:2-3), insinuando que las palabras pueden tomar el lugar de los sacrificios.

Aquel que reza en la casa de plegarias es como si hubiera traído una oblación pura.

Yerushalmi, Perek 5 Halajá 1

Y aún otra era la teshuvá. El Salmo (51:19) dice “los sacrificios de Dios son un espíritu contrito.” De aquí los sabios interpretaron que “si una persona se arrepiente se considera como si hubiera subido a Ierushalaim y construido el Templo y el altar y ofrecido todos los sacrificios ordenados en la Torá. (Vaikrá Rabá 7:2).

Un quinto acercamiento era el ayuno. Ya que dejar de comer disminuye la grasa y la sangre, se cuenta como un sustituto de la grasa y la sangre de un sacrificio (Berajot 17a). Un sexto enfoque era la hospitalidad. “Mientras el Templo estuvo en pie, el altar expiaba por Israel, pero ahora la mesa de una persona expía por él” (Berajot 55a). Y así sucesivamente.

Lo que es sorprendente en perspectiva es cómo, en lugar de aferrarse obsesivamente al pasado, los líderes como Rabán Yojanán ben Zakai pensaron hacia adelante, en un futuro donde se diera el peor escenario. La gran pregunta realizada por la parashá Tzav, que se centra en los detalles de todos los tipos de sacrificios, no es “¿Por qué fueron comandados los sacrificios en primer lugar?”  si no “Ya que eran tan centrales para la vida religiosa de Israel en los tiempos del Templo, ¿cómo sobrevivió el judaísmo sin ellos?”

La respuesta corta es que extraordinariamente los Profetas, los Sabios, y los pensadores judíos de la Edad Media se dieron cuenta que los sacrificios eran actos simbólicos de procesos mentales, del corazón y de hechos, que podían expresarse de otras formas también. Podemos encontrar la voluntad de Dios en el estudio de Torá, formar parte del servicio a Dios con el rezo, hacer sacrificios financieros a través de la caridad, creando lazos sagrados a través de la hospitalidad, y así sucesivamente.

Los judíos no abandonaron el pasado. Todavía nos referimos constantemente a los sacrificios en nuestras plegarias. Pero no se aferraron al pasado. Y tampoco se refugiaron en la irracionalidad. Ellos pensaron en el futuro y crearon instituciones como la sinagoga, la casa de estudios, y la escuela. Estos podían ser construidos en cualquier lugar, y sostendrían la identidad judía aún en las condiciones más adversas.

Esto nos es un logro menor. Las civilizaciones más grandes del mundo, con el paso del tiempo, se han extinto mientras que el judaísmo siempre ha sobrevivido. En un sentido fue ciertamente Providencia Divina. Pero en otro fue la visión de personas como Rabán Yojanán ben Zakai que se resistió a la ruptura cognitiva, creó soluciones hoy para los problemas del futuro, que no buscó refugio en lo irracional, y que con calma construyó el futuro judío. Ciertamente hay una lección aquí para el pueblo judío hoy: planea varias generaciones hacia adelante. Piensa al menos 25 años hacia el futuro. Contempla los peores escenarios posibles. Pregunta “¿qué haríamos si… ?” Lo que ha salvado al pueblo judío fue su habilidad, a pesar de su profunda y perdurable fe, de nunca dejar de lado el pensamiento racional, y a pesar de su lealtad al pasado, seguir planificando el futuro.


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Crees que la sociedad ha evolucionado a tal punto en que puede sobrevivir indefinidamente?
  2. ¿Por qué crees que encontrar alternativas a los korbanot fue clave para la supervivencia del pueblo judío?
  3. ¿Qué cosas de tu vida te motivan a continuar buscando un gran futuro?

With thanks to the Schimmel Family for their generous sponsorship of Covenant & Conversation, dedicated in loving memory of Harry (Chaim) Schimmel.

“I have loved the Torah of R’ Chaim Schimmel ever since I first encountered it. It strives to be not just about truth on the surface but also its connection to a deeper truth beneath. Together with Anna, his remarkable wife of 60 years, they built a life dedicated to love of family, community, and Torah. An extraordinary couple who have moved me beyond measure by the example of their lives.” — Rabbi Sacks

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