Jerarquía y política: el cuento de nunca acabar

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Era una clásica lucha por el poder. Lo único diferente de los dramas habituales en las cortes reales, las reuniones parlamentarias o los pasillos del poder fue que se llevaba a cabo en el zoológico Burgers de Arnhem, Holanda, y los personajes principales eran chimpancés machos.

El trabajo de Frans de Waal, Chimpanzee Politics[1], se ha transformado en un clásico. En él describe cómo el macho alfa, Yeroen, habiendo sido la fuerza dominante durante algún tiempo, se encuentra progresivamente desafiado por Luit, un joven pretendiente. Luit no podía destituir a Yeroen por las suyas, por lo que armó una alianza con otro joven contendiente, Nikkie. Eventualmente Luit tuvo éxito y Yeroen fue depuesto.

Luit era bueno en lo suyo. Era hábil para mantener la paz en el grupo. Protegía a los más débiles, por lo cual fue muy respetado. Las hembras reconocían sus cualidades de liderazgo y estaban siempre listas para cuidarlo y dejarlo jugar con sus crías. Yeroen no ganaba nada en oponerse a él, además ya era demasiado viejo para ser el macho alfa nuevamente. Sin embargo decidió unir fuerzas con el joven Nikkie, y una noche tomaron desprevenido a Luit y lo mataron. El macho alfa depuesto tuvo su venganza.

Leyendo esta historia recordé el cuento de Hilel en Pirké Avot (2:6): “Vio un cráneo flotando en el agua y dijo: porque has ahogado a otros, te has ahogado; y los que te ahogaron, ellos mismos se ahogarán.”

De hecho, tan humanas eran las luchas de poder entre los chimpancés, que en 1995 Newt Gringrich, el líder republicano del Congreso de EEUU, incluyó el trabajo de de Waal entre los 25 libros de lectura recomendada para los jóvenes congresistas republicanos.[2]

Koraj se graduó en la misma escuela de política maquiavélica. Comprendió las tres reglas básicas. Primero hay que ser populista. Apoyar el descontento popular haciéndolos sentir que él está de su lado. “Han ido demasiado lejos” les dijo a Moshé y a Aarón. “Toda la comunidad es sagrada, cada uno de ellos, y el Señor está con ellos. ¿Por qué entonces se elevan sobre la asamblea del Señor?”

Segundo, reclutar aliados. Koraj también era Leví. Se sentía agraviado porque Moshé había designado a su hermano Aarón como Sumo Sacerdote. Evidentemente sintió que, como primo de Moshé – era hijo de Ytzhar, el hermano del padre de Moshé y Aarón, Amram – el puesto debía ser suyo. Pensó que era injusto que los dos roles de liderazgo fueran para una sola familia del clan.

Koraj no podía esperar demasiado apoyo de su propia tribu. Los demás levitas no obtendrían ventaja alguna en deponer a Aarón, por lo que obtuvo el apoyo de otros dos grupos insatisfechos: los Reubenitas Datám y Avirám, y “250 israelitas de rango dentro de la comunidad, representantes de la asamblea, y famosos.” Los de la tribu de Reuben estaban ofendidos porque, aunque eran descendientes del primogénito de Yaakov, no tenían ninguna posición de liderazgo. Según Ibn Ezra, los “250 hombres de rango” estaban enojados porque después del pecado del Becerro de Oro, el liderazgo había pasado de los primogénitos de cada tribu a la única tribu de Levi.

La revuelta estaba destinada a fracasar debido a que sus agravios eran diferentes y todos no podrían ser satisfechos. Pero eso nunca ha impedido hacer alianzas nefastas. Las personas resentidas se dedican más intensamente a deponer al líder del momento que a trazar un plan de acción constructivo propio. “El odio derrota a la racionalidad” dicen los sabios.[3] El orgullo herido, la sensación de que la distinción debía ser tuya y no del otro, ha conducido a acciones destructivas y autodestructivas desde que el ser humano habita la tierra.

Tercero, elegir el momento en que la persona a derrocar esté vulnerable. Ramban observó que la revuelta de Koraj ocurrió inmediatamente después del episodio de los espías, con el veredicto resultante de la no entrada del pueblo a la Tierra Prometida hasta la siguiente generación. Los israelitas, mientras sentían que se encaminaban hacia el destino final, cualquiera que fueran sus motivos de protesta, no tenían motivación real de participar en una sublevación. Solo cuando percibieron que durante el transcurso de su vida no podrían cruzar el Jordán, fue posible la rebelión. Sentían que no tenían nada que perder.

La comparación entre los chimpancés y los humanos no debe tomarse a la ligera. El judaísmo ha comprendido desde hace tiempo que el Homo sapiens es una mezcla de lo que el Zohar llama nefesh ha behemit y nefesh haElokit, el alma animal y el alma Divina. No somos mentes incorpóreas. Tenemos deseos físicos que están codificados en nuestros genes. Los científicos hablan en la actualidad de tres sistemas: el cerebro “reptil” que produce las respuestas más primitivas de pelea-o-huída; el cerebro “mono” que es el social, emocional y sensible a las jerarquías, y el cerebro humano, la corteza prefrontal, que es lenta, reflexiva, y capaz de analizar las consecuencias de caminos alternativos de acción. Esto confirma lo que conocían desde hace tiempo los judíos y otros, entre ellos Platón y Aristóteles. Es en la tensión e intercambio de estos sistemas donde se juega el drama de la libertad humana.

En su libro más reciente, Frans de Waal observa que “entre los chimpancés, la jerarquía impregna todo.” Entre las hembras esto se toma como un hecho y no genera conflicto. Pero entre los machos, “el poder está siempre para el que lo arrebate”. Debe “ser producto de pelea, y celosamente resguardado de otros contendientes.” Los chimpancés machos son maquiavélicos, intrigantes y manejadores.”[4] La pregunta es: ¿y nosotros?

No es una pregunta menor. Incluso puede que sea la más importante de todas si es que la humanidad pretende tener un futuro. Los antropólogos están en general de acuerdo en que el hombre primitivo, los cazadores recolectores, eran, en términos generales, igualitarios. Todos y cada uno de ellos tenía una función en el grupo. Su tarea principal era mantenerse vivos, encontrar alimento y evitar los depredadores. No había tal cosa como acumulación de riqueza. Solo con el advenimiento y desarrollo de la agricultura, las ciudades y el comercio, las jerarquías comenzaron a dominar a la sociedad humana. Generalmente había un líder absoluto, una clase gobernante (ilustrada) y las masas, que eran asignadas a las construcciones monumentales y como tropa del ejército imperial. El judaísmo entra en el mundo como protesta a este tipo de estructura.

Vemos en el capítulo inicial de la Torá que Dios crea el hombre a Su imagen y semejanza significando que somos todos fragmentos iguales de la Divinidad. ¿Por qué, preguntan los sabios, fue creado el hombre unitariamente? “Para que nadie pueda decir: mis ancestros eran más grandes que los tuyos.” (Mishná Sanedrín 4:5) Algo de este igualitarismo se desprende del comentario de Moshé a Yehoshúa, “Que todo el pueblo del Señor fueran profetas, así Él pueda posar Su espíritu sobre ellos.” (Núm. 11:29)

Sin embargo, como muchos de los ideales de la Torá – entre ellos el vegetarianismo, la abolición de la esclavitud y la institución de la monogamia – el igualitarismo no pudo aparecer de un día para otro. Llevaría siglos, milenios y en muchos aspectos aún no se ha logrado totalmente.

Había dos estructuras jerárquicas en el Israel bíblico. Estaban los reyes y los sacerdotes, entre ellos el Sumo Sacerdote. Ambas se introdujeron después de una crisis: la monarquía después del fracaso del régimen de los “jueces”, los sacerdotes levíticos y de Aarón después del pecado del Becerro de Oro. Ambos conllevaron, inevitablemente, tensión y división.

El Israel bíblico sobrevivió como reino unificado[5] durante sólo tres generaciones de reyes, y después se dividió en dos. El grupo de los sacerdotes fue el mayor factor de fractura en el último período del Segundo Templo, llevando a divisiones sectarias entre los saduceos, boethusianos y el resto. La historia de Koraj lo ilustra. Donde hay jerarquías, habrá competencia para definir quién es el macho alfa.

¿Es la jerarquía un factor inevitable en toda civilización avanzada? Maimónides parece afirmarlo. Para él, la monarquía era una institución positiva, no una mera concesión. Abarbanel parece decir lo contrario. Hay pasajes en sus escritos que sugieren que era un anarquista utópico que creía que en un mundo ideal ninguna persona gobernaría a otra. Cada uno de nosotros llegaría a reconocer la soberanía de Dios.

Juntando la historia de Koraj con la versión de los chimpancés de Frans de Waal de House of Cards[6], la conclusión parece ser que donde haya jerarquías, habrá lucha para ser el macho alfa. El resultado es lo que llamó Thomas Hobbes “un perpetuo e incansable deseo de poder tras poder, que cesa sólo con la muerte.”[7]

Es por eso que los rabinos concentraron su atención no en las coronas jerárquicas de los reyes o de los sacerdotes, sino en la corona no jerárquica de la Torá, abierta a todo el que lo desee. Aquí la competencia no conduce a conflicto sino a un incremento de la sabiduría[8], y donde el Cielo mismo viendo el desacuerdo entre los sabios dice “esta y esa son las palabras del Dios viviente.”[9] 

La historia de Koraj se repite en cada generación. El antídoto es la inmersión diaria en el mundo alternativo del estudio de la Torá que busca la verdad y no el poder, y que valora igualitariamente las voces en una conversación sagrada.


[1] Frans de Waal, Chimpanzee Politics, Londres, Cape, 1982

[2] Este ensayo fue escrito pocos días después del voto británico del Brexit, donde se llevaba a cabo una lucha por el liderazgo en ambos partidos políticos. Dejo al lector la libertad de comparar, tanto con la historia de Koraj como con la de los chimpancés.

[3] Bereshit Rabá 55:8

[4] Frans de Waal, Are we smart enough to know how smart animals are? Nueva York, Norton, 2016, 168

[5] Después del voto de Brexit la pregunta a hacerse es si el Reino Unido seguirá siendo un reino unido.

[6]  Michael Dobbs, House of Cards (New York: Harper Collins, 1989)

[7]  Thomas Hobbes, Leviathan (1651), pt. 1, ch. 11.

[8] Baba Batra 21a.

[9] Que significa, ambas visiones son correctas, ver Eruvin 13b, Gitin 6b.


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  1. ¿Por qué piensas que algunos líderes sólo están interesados en su propio poder?
  2. ¿Qué hace a un buen líder?
  3. ¿En qué forma la “corona de la Torá” es un antídoto al poder jerárquico?

With thanks to the Schimmel Family for their generous sponsorship of Covenant & Conversation, dedicated in loving memory of Harry (Chaim) Schimmel.

“I have loved the Torah of R’ Chaim Schimmel ever since I first encountered it. It strives to be not just about truth on the surface but also its connection to a deeper truth beneath. Together with Anna, his remarkable wife of 60 years, they built a life dedicated to love of family, community, and Torah. An extraordinary couple who have moved me beyond measure by the example of their lives.” — Rabbi Sacks

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