Hasta los 120 años: envejecer manteniéndose jóven

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El 27 de marzo de 2012 se llevó a cabo una antigua ceremonia en el palacio de Buckingham para celebrar el jubileo de diamante de la Reina de Inglaterra. Numerosas instituciones presentaron sus discursos de lealtad a la reina en agradecimiento por su servicio a la nación. Entre ellas estuvo la representación de los judíos británicos, y su entonces presidente, Vivian Wineman incluyó en su discurso el deseo tradicional para esos casos: le deseó bienestar “Hasta los ciento veinte.”

La reina se sorprendió y miró extrañada al príncipe Felipe. Ninguno de los dos había escuchado antes esa expresión. Después el príncipe preguntó qué significaba, y se lo explicamos. Ese número está establecido como el límite máximo de longevidad en Génesis 6:3 y está asociado especialmente a Moshé, sobre el cual dice la Torá:

“Moshé tenía ciento veinte años cuando murió pero sus ojos permanecieron sin velo y su fortaleza intacta.”

Deut.34: 7

Junto con Abraham, hombre de personalidad y circunstancias muy diferentes, Moshé es el ejemplo de cómo envejecer bien. Con la extensión actual de la longevidad humana, este es un tema importante y significativo para muchos de nosotros. ¿Cómo se hace para envejecer y seguir siendo joven?

La investigación con mayor sustento es la del estudio Grant, que comenzó en 1938, y analizó la vida de 269 estudiantes de Harvard durante casi ochenta años, tratando de descifrar qué factores – desde el tipo de personalidad, inteligencia, salud, hábitos y relaciones – contribuyen al florecimiento de la persona. Durante más de treinta años el proyecto fue dirigido por George Vaillant, cuyos libros Aging Well (Envejeciendo bien) y Triunphs of Experience (Triunfos de la experiencia) exploraron este fascinante terreno.[1]

Entre las múltiples dimensiones del envejecimiento exitoso, Vaillant identificó a dos que son especialmente relevantes en el caso de Moshé. La primera es la que él llama generatividad,[2] o sea, el ocuparse de la generación siguiente. Ahí cita a John Kotre que lo define como “invertir en la propia existencia mediante formas de vida y trabajo que trascenderán al individuo.”[3] En la mitad de la vida, o más adelante, cuando hemos desarrollado una carrera, una reputación y una serie de relaciones, podemos estancarnos o decidir hacer una devolución a la comunidad, a la sociedad o a la futura generación. La generatividad está marcada a menudo por la creación de nuevos proyectos, frecuentemente voluntarios, o aprender nuevas habilidades. Esto marca una capacidad de apertura y de cuidado.

Otra dimensión relevante es lo que Vaillant llama el guardián del significado. Con eso quiere referirse a la sabiduría que viene con la edad, algo que por lo general es más apreciado por las sociedades tradicionales que por las modernas o posmodernas. Los “ancianos” mencionados en el Tanaj son valorados por su experiencia. “Pregúntale a tu padre y él te dirá, a tus mayores, y ellos te lo explicarán,” Dice la Torá (Deut. 32:7). “¿No se halla la sabiduría en los mayores? ¿La larga vida no trae comprensión? “ dice el libro de Job (12: 12).

Ser el guardián del significado consiste en entregar los valores del pasado al futuro. La edad trae consigo la reflexión y desapego que nos permite dar un paso atrás y no ser sometidos a la moda del momento, al estilo pasajero o a la locura de la multitud. Necesitamos esa sabiduría especialmente en una era tan acelerada como la actual donde enormes éxitos pueden ser logrados por personas aún bastante jóvenes. Si analizamos las carreras de figuras icónicas como Bill Gates, Larry Page, Sergei Brin y Mark Zuckenberg, observaremos que en un momento determinado se dirigieron a mentores mayores que los ayudaron a navegar a través de las tumultuosas corrientes de sus éxitos. Asé lejá rav, “Adquiere para tí un maestro” sigue siendo un consejo esencial.[4]

Lo que es impactante del libro de Devarim, que transcurre enteramente en el último mes de la vida de Moshé, es cómo describe al anciano pero aún apasionado líder dedicado a la doble tarea de la generatividad y de ser el guardián del significado.

Habría sido sencillo para él retirarse a un mundo interno de remembranzas, reviviendo los logros de su extraordinaria vida, elegido por Dios para ser la persona que condujo a todo un pueblo de la esclavitud a la libertad, hasta las puertas de la Tierra Prometida. O podría haberse dedicado a recapacitar sobre sus fracasos, sobre todo por el hecho de no haber podido entrar físicamente en la Tierra, para llegar a la cual había dedicado cuarenta años de liderazgo. Hay personas – seguramente conocerán algunas – que están obsesionadas por sentir que no han logrado el reconocimiento que merecían, algo que soñaban cuando jóvenes.

Moshé no hizo nada de esto. En sus últimos días dedicó su atención a la próxima generación y se embarcó en un nuevo rol. Ya no fue Moshé el libertador y legislador, sino que asumió la tarea por la cual se lo conoce tradicionalmente: Moshé Rabenu, “Moshé nuestro maestro.” Fue, de alguna manera, su mayor logro.

Les contó a los jóvenes israelitas quiénes eran, de dónde venían y cuál sería su destino. Les dio leyes, y de una forma novedosa. Ya no puso el énfasis sobre el encuentro Divino como en Chemot o sobre los sacrificios como en Vaikrá, sino en las leyes dentro de su contexto social. Habló sobre la justicia, el cuidado de los pobres, la consideración con los empleados y el amor al extranjero. Estableció los fundamentos de la fe judía en forma más sistemática que en cualquiera de los otros libros del Tanaj. Les comentó acerca del amor de Dios por sus ancestros, y los urgió a devolver ese amor con todo su corazón, fuerza y alma. Restableció el pacto, recordándole al pueblo las bendiciones que recibiría si mantenía su fe en Dios, y caso contrario, las maldiciones que sufriría. Les enseñó la gran canción en Ha’azinu, y finalmente bendijo a las tribus en su lecho de muerte.

Él les mostró el significado de generatividad, dejando trás de sí un legado que lo trascendió, y lo que significa ser el guardián del significado, resumiendo toda su sabiduría para reflexionar sobre el pasado y el futuro, y dándoles a los jóvenes el regalo de su larga experiencia. Como ejemplo personal de esto, les demostró lo que significa envejecer permaneciendo joven.

Sobre el final mismo del libro, leemos que a los 120 años “el ojo de Moshé permanecía sin velo y su energía natural sin disminución” (Deut. 34:7). Yo pensé que éstas eran dos simples descripciones, hasta que me di cuenta de que la primera era una explicación de la segunda. La energía de Moshé estaba intacta debido a que su ojo permanecía claro, significando que no había perdido el idealismo de su juventud, su pasión por la justicia y por las responsabilidades que trae la libertad.

Es fácil abandonar los ideales cuando se comprueba lo difícil que es cambiar aunque sea una pequeña parte del mundo, pero al hacerlo uno se vuelve desilusionado, cínico, desencantado. Esa es una forma de muerte espiritual. Los que no lo hacen, los que nunca se rinden, los que “no van suavemente a esa oscura noche”,[5] los que ven alrededor de sí un mundo de posibilidades y alientan y empoderan a los que les siguen, mantienen su energía espiritual intacta.

Hay quienes hacen su mejor trabajo cuando son jóvenes. Félix Mendelsohn escribió su Octeto cuando tenía 16 años, y el Sueño para una noche de verano, una de las piezas más grandes escritas por una persona joven, un año más tarde. Orson Welles ya había mostrado su grandeza en programas de radio y teatro cuando hizo, a los 26 años, Citizen Kane, una de las obras más transformadoras de la historia del cine.

Pero muchos otros fueron mejorando con el paso de los años. Mozart y Beethoven eran ambos niños prodigio, pero sus obras más trascendentales fueron escritas en sus últimos años de vida. Claude Monet pintó sus brillantes acuarelas de flores acuáticas en el jardín de Giverny a los ochenta. Verdi escribió Falstaff a los 85. Benjamín Franklin inventó las lentes bifocales a los 78. El arquitecto Frank Lloyd Wright diseñó el museo Guggenheim a los 92. Miguel Ángel, Tiziano, Matisse, y Picasso permanecieron creativos en su novena década. Judith Kerr llegó a Gran Bretaña en 1933 cuando Hitler asumió el poder, escribió su clásico The tiger who came to tea, (El tigre que vino para el té) y recibió su primer premio literario a los 93. David Galeson sostiene en su libro Old Masters and young geniuses (Viejos maestros y jóvenes genios) que los que son innovadores conceptuales hacen su mejor labor cuando son jóvenes, mientras que los innovadores experimentales, los que aprenden por ensayo y error, mejoran con la edad.[6]

Hay algo que nos moviliza al ver a Moshé, casi a los 120, mirando hacia adelante además de hacia atrás, compartiendo su sabiduría con los jóvenes, enseñándonos que mientras el cuerpo puede envejecer, el espíritu puede mantenerse joven ad mea veesrim, hasta los ciento veinte, si mantenemos nuestros ideales, devolvemos a la comunidad y compartimos nuestra sabiduría con los que nos sucederán, inspirándolos para continuar lo que nosotros no pudimos completar. 


[1] George Vaillant, Aging Well, Little, Brown, 2003; Triumphs of Experience, Harvard University Press, 2012.

[2] El concepto de generatividad se extrajo del trabajo de Erik Erikson, que lo vio, junto con su opuesto, el estancamiento, como uno de las ocho etapas de desarrollo de la vida.

[3] John Kotre, Outliving the Self: Generativity and the Interpretation of Lives (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1984), p. 10.

[4] Avot 1: 6, 16

[5] La primera estrofa del poema de Dylan Thomas del mismo título

[6] David Galenson, Old Masters and Young Geniuses, Princeton University Press, 2007


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Conoces personas “viejas” que son “jóvenes” de corazón? ¿Cómo crees que mantienen sus espíritus jóvenes?
  2. ¿Cómo crees que Moshé mantuvo su pasión hasta su último día?
  3. ¿Cómo nos impactan los esfuerzos de Moshé hacia la generatividad, y su rol como guardián del significado?

With thanks to the Schimmel Family for their generous sponsorship of Covenant & Conversation, dedicated in loving memory of Harry (Chaim) Schimmel.

“I have loved the Torah of R’ Chaim Schimmel ever since I first encountered it. It strives to be not just about truth on the surface but also its connection to a deeper truth beneath. Together with Anna, his remarkable wife of 60 years, they built a life dedicated to love of family, community, and Torah. An extraordinary couple who have moved me beyond measure by the example of their lives.” — Rabbi Sacks

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