El espacio entremedio

פרשת ויגש

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Schopenhauer preguntó “¿qué hacen los puercoespines en invierno?” ¿Cómo hacen para mantenerse calientes? Si se acercan demasiado el uno al otro, se lastimarían mutuamente. Si se quedan muy separados, se congelarían. Para los puercoespines, la vida es un balance delicado entre la cercanía y la distancia. Es difícil hacerlo bien, y peligroso si lo haces mal. Y es igual para nosotros.

Esa es la fuerza de la palabra que le da el nombre a nuestra parashá: vaigash. “Y se acercó”.

Entonces Yehudá se acercó a él y le dijo:  “Perdona a tu sirviente, mi señor, déjame hablar con mi señor. No te enojes con tu siervo, aunque eres igual que el propio Faraón.

Gén. 44:18

Esta es quizás la primera vez en su vida que Yehudá se acercó a su hermano Yosef. Es irónico, por supuesto, que no sabía que era Yosef. Pero ese acto de acercarse fundió todas las reservas de Yosef, todas sus defensas, y como si no pudiera contenerse, finalmente reveló su identidad:

Entonces Yosef dijo a sus hermanos: “¡Yo soy Yosef! ¿Vive aún mi padre?”

Gén. 45:53

¿Cómo podemos estar seguros que Vaigash es la palabra clave? Porque contrasta con otro versículo, muchos capítulos, y muchos años, atrás:

Pero lo vieron a la distancia, y antes de que él los alcance, se complotaron para matarlo.

Gén. 37:18

Justo al comienzo de la historia, cuando su padre envió a Yosef a ver cómo estaban sus hermanos, cuidando a las ovejas, lo vieron a lo lejos, a la distancia. Imagina la escena. No pueden ver su cara. Todo lo que pueden ver es su túnica ornamentada, la “túnica de muchos colores”, que tanto les disgustaba. Esta túnica actúa como un recordatorio constante de que es a él a quien su padre amá más, no a ellos.

A lo lejos, no vemos a las personas como seres humanos, y cuando dejamos de ver a las personas como seres humanos, y se convierten en símbolos, objetos de envidia o de odio, las personas pueden hacer cosas malas las unas a las otras. Toda la tragedia de Yosef y sus hermanos fue la distancia. Estaban muy alejados en todo sentido.

Es por esto que cuando Iehudá se acercó a Yosef – vaigash – el hielo entre ellos se derritió, y se volvieron hermanos, no extraños el uno a los otros.

Demasiada distancia y nos congelamos. Pero si nos acercamos demasiado nos podemos herir unos a otros. Esta fue la historia de Yaakov y Esav. Piensa acerca de ella. Yaakov compró el derecho a la primogenitura de Esav. Robó su bendición. Vistió la ropa de Esav. Tomó prestada su identidad. Incluso cuando nacieron, Yaakov estaba sujetando el talón de Esav. Fue sólo cuando hubo una distancia entre ellos – los 22 años que Yaakov estuvo lejos, en casa de Labán – que la relación sanó, de forma tal que cuando se reencontraron, a pesar de los temores de Yaakov, Esav lo abrazó y lo besó y lo trató como a un hermano y un amigo.

Demasiado cerca y nos herimos. Demasiado distantes y nos congelamos.

Entonces, ¿cómo podemos construir y mantener relaciones, si el balance es tan delicado y es tan fácil equivocarse? La respuesta de la Torá – ya en el primer capítulo de la Torá – es: primero separa, después une. El verbo lehavdil, “separar”, aparece cinco veces en el primer capítulo de Bereshit. Dios separa la luz de la oscuridad, las aguas superiores de las inferiores, el mar y la tierra seca. La separación está en el corazón de la ley judía – entre lo santo y lo profano, puro e impuro, permitido y prohibido.

En el judaísmo kadosh, sagrado, significa separación. Santificar es separar. ¿Por qué? Porque cuando separamos, creamos orden. Vencemos el caos. Le damos a todo y a todos su espacio. Yo soy yo y no tú. Tú eres tú y no yo. Una vez que respetamos nuestras diferencias y distancia, entonces podemos unirnos sin hacernos daño los unos a los otros.

Primero separa, después conecta. Esa parece ser la forma judía.

Al comienzo y al final de la historia de Abraham aparecen separaciones desgarradoras. Al comienzo de su misión, a Abraham le fue dicho que se separe de su padre, que deje su hogar y viaje hacia una nueva y lejana tierra. Hacia el final le fue dicho que se separe, de maneras diferentes, de cada uno de sus dos hijos. Estos episodios dolorosos representan los angustiantes dolores de parto de una nueva forma de pensar acerca de la humanidad. Pero al final, vemos a sus hijos de pie juntos, y a él reconciliado con ambos.

Es así como Dios creó el universo, y es así como creamos relaciones personales reales. Separándonos y dejando lugar para el otro. Los padres no deben buscar controlar a sus hijos. Los esposos no deben buscar controlarse el uno al otro. Es la distancia cuidadosamente calibrada entre nosotros en que la relación le permite a cada uno convertirse en individuos plenos. Y luego ser vistos, cuando nos tomamos distancia y los observamos – pero no desde muy lejos.

El símbolo más hermoso del problema y su solución es la ceremonia de havdalá al finalizar Shabat y especialmente la vela de havdalá. Los pabilos están separados pero la llama que producen está unida. Es así entre marido y mujer. Es así entre un padre y su hijo. Y también es así, o debería, entre hermanos. La distancia dañó la relación entre Yosef y Iehudá. Vaigash – el acto de Iehudá de acercarse a su hermano – la reparó. 


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Cuándo has experimentado el balance entre cercanía y distancia en tus relaciones con tu familia y amigos?
  2. ¿Cómo crees que la narrativa de Yosef y sus hermanos podría haber sido diferente si hubieran estado “más cerca” desde el comienzo? ¿Crees que los hermanos habrían necesitado más distancia para mantener su relación?
  3. ¿En qué otra parte del Tanaj consideramos la idea de cercanía y distancia?