Las últimas Lágrimas

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En casi todas las etapas del cargado encuentro entre Yosef y su familia en Egipto, Yosef llora. Hay siete escenas con lágrimas:

1. Cuando los hermanos se presentan ante él en Egipto por primera vez, cuando dijeron los unos a los otros:

“Ciertamente estamos siendo castigados debido a nuestro hermano. Vimos cuán afligido estaba cuando clamó por su vida, pero no lo escuchamos. Es por eso que esta aflicción ha recaído sobre nosotros” … Ellos no se dieron cuenta de que Yosef podía comprenderlos, ya que estaba usando un intérprete. Él se alejó de ellos y comenzó a llorar, pero después regresó y habló con ellos nuevamente.

Gén. 42:21-24

2. En la segunda ocasión, cuando trajeron a Benjamín con ellos y, profundamente conmovido al ver a su hermano, Yosef salió rápidamente y buscó un lugar donde llorar:

Fue a su habitación privada y lloró allí.

Gén. 43:29-30

3. Después del apasionado discurso de Iehudá, cuando Yosef está a punto de revelar su identidad:

Entonces Yosef no pudo controlarse frente a todos los presentes, y ordenó: “¡Que todos dejen mi presencia!” Entonces no había nadie con Yosef cuando se reveló ante sus hermanos. Y lloró tan fuerte que los egipcios lo escucharon, y el hogar del Faraón escuchó acerca de eso.

Gén. 45:1-2

4. Inmediatamente después de revelar su identidad:

Entonces envolvió con sus brazos a su hermano Benjamín y lloró, y Benjamín lo abrazó, llorando. Y a continuación besó a todos sus hermanos y lloró sobre ellos.

Gén. 45:14-15

5. Cuando se reencuentra con su padres después de su larga separación:

Yosef y su carroza estaban preparados y fueron hacia Goshen a reunirse con su padre, Israel. Tan pronto como Yosef apareció ante él, arrojó sus brazos alrededor de su padre y lloró por un largo tiempo.

Gén. 46:29

6. Cuando murió su padre:

Yosef se arrojó sobre su padre y lloró sobre él y lo besó.

Gén. 50:1

7. Un tiempo después de la muerte de su padre:

Cuando los hermanos de Yosef vieron que su padre había muerto, dijeron “¿Y si Yosef siente resentimiento hacia nosotros y se venga por todos los males que le hemos hecho?” Entonces mandaron a decir a Yosef “Tu padre dejó estas instrucciones antes de morir: ‘Esto es lo que habrán de decir a Yosef: Te pido que perdones a tus hermanos de sus pecados y sus malos actos que cometieron al maltratarte.’ Ahora por favor perdona los  pecados de los sirvientes del Dios de tu padre.” Cuando el mensaje le fue entregado, Yosef lloró.

Gén. 50:15-17

Nadie llora tanto como Yosef. Esav lloró cuando descubrió que Yaakov había tomado su bendición (Gén. 27:38). Yaakov lloró cuando vio al amor de su vida, Rajel, por primera vez (Gén. 29:11). Los dos hermanos, Yaakov y Esav, lloraron cuando se reencontraron después de su larga separación (Gén. 33:4). Yaakov lloró cuando le informaron que su amado hijo Yosef había muerto (Gén. 37:35).

Pero los siete actos de llanto de Yosef no tienen paralelo. Representan el espectro completo de las emociones, desde una memoria dolorosa hasta la alegría del reencuentro, primero con su hermano Benjamín, después con su padre Yaakov. Hay lágrimas complejas inmediatamente antes y después de que revele su identidad a sus hermanos, y hay lágrimas de duelo en el lecho de muerte de Yaakov. Pero las más intrigantes son las últimas, las lágrimas que llora cuando escucha que sus hermanos temen que el cobre venganza sobre ellos ahora que su padre ya no vive.

En un gran ensayo, “Las lágrimas de Yosef”[1], el Rabino Aharon Lichtenstein sugiere que este último acto de llorar es una expresión del precio que Yosef paga al realizar sus sueños y su elevarse a una posición de poder. Yosef ha hecho todo lo que estaba a su alcance por sus hermanos. Los ha sustentado en una época de hambruna. Les ha dado no sólo refugio sino también un lugar de honor en la sociedad egipcia. Y ha dejado tan claro como le fue posible que no guarda rencor hacia ellos por lo que le hicieron tantos años atrás. Y lo dice cuando les revela su identidad:

“Y ahora, no desesperen y no sientan enojo consigo mismos por venderme a este lugar, porque fue para salvar vidas que Dios me envió delante de ustedes… Dios me envió delante de ustedes para preservar para ustedes un remanente de tierra y salvar sus vidas con gran redención. Entonces, no fueron ustedes quienes me enviaron aquí, sino Dios.”

Gén. 45:5-8

¿Qué más podía decir? Sin embargo, todos esos años más tarde, sus hermanos no confían en él y temen que busque dañarlos.

Este es el comentario que hace el Rabino Lichtenstein:

“En ese momento, Yosef descubre los límites del poder crudo. Descubre hasta qué punto la conexión humana, la conexión personal, la conexión familiar, tienen mucho más valor e importancia que el poder – tanto para la persona misma como para aquellos a su alrededor.” Yosef “llora por la debilidad inherente en el poder, por el precio terrible que ha pagado por él. Sus sueños ciertamente se han hecho realidad, en cierto nivel, pero la tragedia sigue siendo real. Los jirones rasgados de la familia no se han restaurado completamente.”

En la superficie, Yosef tiene todo el poder. Su familia depende completamente de él. Pero en un nivel más profundo, es totalmente lo contrario. Él todavía anhela su aceptación, su reconocimiento, su cercanía. Y en última instancia debe depender de ellos para que lleven sus huesos desde Egipto cuando llegue el tiempo de la redención y el retorno (Gén. 50:25).

El análisis del Rabino Lichtenstein nos recuerda al comentario de Rashi y de Ibn Ezra al último versículo del libro de Ester. Dice que “Mordejai el judío era el segundo del Rey Ajashverosh, y era grande entre los judíos y bien recibido por la mayoría de su congregación” (Est. 10:3) – “la mayoría” pero no todos. Rashi (citando Meguilá 16b) dice que algunos de los miembros del Sanedrín eran críticos de él debido a que su involucramiento político (su “cercanía con el rey”) lo distraía del tiempo que dedicaba al estudio de Torá. Ibn Ezra dice, en forma simple:

“Es imposible satisfacer a todos, porque las personas son envidiosas (del éxito de los otros).”

Yosef y Mordejai/Ester son ejemplos supremos de judíos que alcanzaron posiciones de influencia y poder en círculos no judíos. En tiempos modernos son llamados Hofjuden, “judíos de la corte,” y otros judíos tienen sentimientos profundamente ambivalentes acerca de ellos.

Pero en un nivel más profundo, los dichos del Rabino Lichtenstein nos recuerdan la famosa dialéctica de maestro-esclavo de Hegel, una idea que influenció profundamente el pensamiento del siglo diecinueve – especialmente el marxismo. Hegel sostenía que la historia temprana de la humanidad estaba marcada por una lucha de poder en la que algunos se convertían en amos, y otros en esclavos. A primera vista, los amos gobiernan mientras los esclavos obedecen. Pero de hecho el amo depende de los esclavos – puede permanecer ocioso sólo porque ellos hacen el trabajo, y él es el amo sólo porque sus esclavos así lo reconocen.

Por otro lado, el esclavo, a través de su trabajo, adquiere su propia dignidad como productor. Entonces el esclavo tiene “libertad interior” mientras que el amo tiene “esclavitud interior.” Esta tensión crea una dialéctica – un conflicto desarrollado a lo largo de la historia – que alcanza el equilibrio sólo cuando no hay amos ni esclavos, sino simplemente seres humanos que se tratan los unos a los otros no como el medio para un fin sino como un fin en sí mismos. Entendidas de esta manera, las lágrimas de Yosef son un preludio del drama amo-esclavo que está a punto de desarrollarse en el libro de Éxodo entre Paró y los israelitas.

El Rabino Lichtenstein, con su visión profunda del texto, nos recuerda hasta qué punto la Torá, el Tanaj y el judaísmo como un todo son una crítica sostenida al poder. No podemos vivir sin él hasta que llegue la era mesiánica. (Considera las tragedias que sufrieron los judíos en los siglos en que no tuvieron poder.) Pero el poder aliena. Crea sospechas y falta de confianza. Disminuye a aquellos sobre quienes es utilizado, y al mismo tiempo, disminuye a quienes lo utilizan.

Incluso Yosef, llamado “Yosef HaTzadik: Yosef el justo”, llora cuando ve en qué medida el poder lo ha alejado de sus hermanos. El judaísmo se trata de un orden social alternativo que depende no en el poder sino en el amor, lealtad y la responsabilidad mutua creada por el pacto. Es por eso que Nietzsche, que basó su filosofía en “la voluntad del poder,” vio adecuadamente al judaísmo como la antítesis de sus creencias. El poder puede ser un mal necesario, pero es un mal, y cuanto menos necesitemos de él, mucho mejor.


[1] En Alei Tzion (Vol. 16, Iyar 5769): Edición especial en honor al Rabino Aharón Lichtenstein, 109-128. También disponible en línea: https://etzion.org.il/en/tanakh/torah/sefer-bereishit/parashat-vayigash/josephs-tears-part-2-2128. Also available online: https://etzion.org.il/en/tanakh/torah/sefer-bereishit/parashat-vayigash/josephs-tears-part-2-2


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Cómo piensas que las familias pueden reconstruir la confianza cuando se ha roto?
  2. La Torá usualmente critica el mal uso del poder: ¿puedes pensar de otras historias o líderes que fueron criticados por esto?
  3. ¿De qué formas el pacto entre Dios y el pueblo judío se basa en el amor y la lealtad en lugar del poder?


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