¿Por qué eran diferentes Yehoshúa y Caleb?

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Los doce hombres que Moshé envió a explorar la tierra de Israel regresaron con un reporte totalmente engañoso. Dijeron:

“No podemos enfrentarnos a este pueblo, pues son más fuertes que nosotros… La tierra por la que hemos viajado y que hemos explorado es una tierra que consume a sus habitantes, y todos los hombres que vimos eran altos y grandes para un hombre”

Núm. 13:31-32

De hecho, como descubriremos más adelante en el libro de Yehoshúa, los habitantes de la tierra estaban aterrorizados de los israelitas. Cuando Yehoshúa envió espías a Jericó, Rahab les dijo “Ha caído sobre nosotros un gran miedo hacia ustedes, tal que todos los habitantes de esta tierra están deshaciéndose de miedo a causa de ustedes”. Cuando las personas escucharon lo que Dios ha hecho por los israelitas, “nuestros corazones se deshicieron de miedo y el coraje de todos falló a causa de ustedes.” (Yehoshúa 2:9-11)

Los espías deberían haber sabido esto. Ellos mismos habían cantado en el Mar Rojo:

“Los pueblos de Canaán se desmoronaron, terror y miedo cayeron sobre ellos.”

Éx. 15:15-16

Los espías fueron culpables de un error de atribución, asumieron que otros se sentían de la misma forma que ellos. Dijeron: “Somos como langostas ante nuestros propios ojos, y también ante sus ojos” (Núm. 13:33). El Rebe de Kotzk sostuvo que tenían derecho a hacer la primera declaración. Más no la segunda. Ellos sabían cómo se sentían ellos mismos, pero no tenían idea de lo que sentían los pueblos de la tierra. Estaban aterrorizados de los cananeos, y no lograron ver que los cananeos estaban aterrorizados de ellos.

Ahora surgen dos preguntas obvias. Primero, ¿por qué diez de los espías cometieron este error? Segundo, ¿por qué dos de ellos, Yehoshúa y Caleb, no lo cometieron?

La psicóloga de la Universidad de Stanford Carol Dweck escribió un libro fascinante, Mindset[1], acerca de porqué algunas personas realizan su potencial, mientras que otras no. Dice que su interés se despertó cuando observó el comportamiento de niños de 10 años cuando les eran dados acertijos para resolver. Cuando el acertijo se volvía difícil, algunos prosperaban. Disfrutaban el desafío, incluso cuando resultaba muy difícil para ellos. Otros se ponían ansiosos. Cuando los acertijos se volvían difíciles, se desanimaban y se daban por vencidos.

Ella quería comprender por qué. ¿Qué hace la diferencia entre las personas que disfrutan ser evaluadas y las que no? ¿Qué hace que algunas personas crezcan en la adversidad mientras que otras se desmoralizan? Su investigación la llevó a la conclusión de que está relacionado a la mentalidad (en inglés, mindset). Algunos ven sus habilidades como algo dado e inalterable. Somos simplemente dotados u ordinarios, y no hay mucho que podamos hacer al respecto. Lo llama la “mentalidad fija”. Otros creen que crecemos a través de nuestros esfuerzos. Cuando no tienen éxito, no lo definen como un fracaso sino como una experiencia de aprendizaje. Ella lo llama “mentalidad de crecimiento”.

Aquellos con una mentalidad fija tienden a evitar los desafíos difíciles porque temen el fracaso. Creen que los va a exponer como inadecuados. Entonces temen tomar riesgos. Van a lo seguro. ¿Cuándo prosperan las personas con una mentalidad fija? “Cuando las cosas están seguras a su alcance. Si las cosas se vuelven muy desafiantes… pierden interés.”

Las personas con mentalidad de crecimiento reaccionan de forma diferente. “No sólo buscan los desafíos, prosperan en ellos. Cuando más grande el desafío, más crecen.”

Los padres pueden hacer un gran daño, sostiene Dweck, cuando les dicen a los niños que son dotados, inteligentes, talentosos. Esto alienta al niño a creer que él o ella tiene una cantidad fija de habilidad. A su vez, esto los alienta a no arriesgarse a fallar. Cuando crecen, estos niños suelen decir cosas como “siento que mis padres no me valorarán si no soy exitoso como ellos esperan.”

Aquellos padres que quieren ayudar a sus hijos deben, dice Dweck, alabarlos no por su habilidad sino por su esfuerzo, y su disposición a arriesgarse incluso si fallan. Un gran entrenador de básquet solía decir a sus jugadores: “Puede ser que tengan menos puntos, pero nunca perderán.” Si dieron lo mejor de sí, puede que hayan perdido el juego, pero habrían aprendido y crecido. Serán ganadores a largo plazo.

Una persona con una mentalidad fija vive en constante miedo del fracaso. Aquellos con una mentalidad de crecimiento nunca piensan en términos de fracaso.

Si aplicamos esta lógica a los espías veremos algo fascinante. La Torá los describe con las siguientes palabras:

“Eran todos hombres que lideraban entre los israelitas.”

Núm. 13:3

Eran personas que debían cuidar su reputación. Los demás tenían grandes expectativas de ellos. Eran príncipes, líderes, hombres de renombre. Si Dweck está en lo cierto, las personas sobre las cuales se tienen expectativas suelen tener aversión por el riesgo. No quieren ser vistas fracasando. Es posible que esta sea la razón por la cual volvieron y dijeron: No podemos ganar contra la cananitas. Por lo tanto, no deberíamos ni intentarlo.

Hubo dos excepciones, Caleb y Yehoshúa. Caleb provenía de la tribu de Yehudá, y Yehudá, aprendemos en Bereshit, fue el primer baal teshuvá. En su juventud, fue quien propuso vender a Yosef como esclavo. Pero maduró. Su nuera Tamar le enseñó una lección. Confesó, “ella es más justa que de lo que soy yo.” Esa experiencia parece haber cambiado su vida. Más tarde, cuando el Virrey de Egipto (Yosef, aún no reconocido por sus hermanos) amenaza con retener a Binyamin como prisionero, Yehudá ofrece pasar su vida como esclavo a cambio de la libertad de su hermano. Yehudá es el ejemplo más claro en Bereshit de alguien que toma la adversidad como una experiencia de aprendizaje en lugar de un fracaso. En la terminología de Dweck, tiene una mentalidad de crecimiento. Evidentemente, pudo transmitir esta cualidad a sus descendientes, entre ellos, Caleb.

Acerca de Yehoshúa, el texto nos dice específicamente en la historia de los espías que Moshé había cambiado su nombre. Originalmente se llamaba Hoshea, pero Moshé agregó una letra a su nombre (ver Núm. 13:16). Un cambio de nombre siempre implica un cambio de carácter o un nuevo llamado. Abram se convierte en Abraham. Yaakov se transformó en Israel. Cuando cambia nuestro nombre, dice Maimónides, es como si nosotros mismos o alguien más estuviera diciendo “Tu no eres la misma persona que eras antes” (Mishné Torá, Leyes del arrepentimiento 2:4)

Cualquiera que haya experimentado un cambio de nombre ha sido inducido a una mentalidad de crecimiento.

Las personas con mentalidad de crecimiento no temen al fracaso. Se deleitan en los desafíos. Saben que si fracasan, lo volverán a intentar hasta tener éxito. No es coincidencia que las dos personas de entre los espías que tenían mentalidad de crecimiento fueran las mismas dos personas que no temían los riesgos y las pruebas de la conquista de la tierra. Tampoco es accidental que los otros diez, quienes cargaban con el peso de las expectativas del pueblo (como líderes, príncipes, hombres de alto rango), fueran reacios a hacerlo.

Si este análisis es correcto, la historia de los espías tiene un mensaje significativo para nosotros. Dios no nos pide que nunca fracasemos. Él nos pide que hagamos nuestro mejor esfuerzo. Nos levanta cuando caemos y nos perdona cuando fallamos. Esto es lo que nos da el coraje para tomar riesgos. Esto es lo que Yehoshúa y Caleb sabían, uno a través de su cambio de nombre, el otro a través de la experiencia de su ancestro Yehudá.

De aquí la paradójica pero profundamente liberadora verdad: El miedo al fracaso nos hace fracasar. Es la disposición a fracasar lo que nos permite tener éxito.


[1]  Carol S. Dweck, Mindset: The New Psychology of Success, Ballantine Books, 2016.



questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Crees que Moshé tenía una mentalidad de crecimiento o una mentalidad fija?
  2. Si tu nombre fuera a ser cambiado para reflejar o alentar el cambio, ¿cuál sería tu nuevo nombre?
  3. ¿Deberías temer el temor al fracaso?

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