El coraje de comprometerse con el mundo

Nasó5772, 5785
Morality & Ethics Broadcasts

Como mencionamos en una entrega anterior de Convenio y Conversacion, hubo un debate constante entre los Sabios respecto a si el nazirita – cuyas leyes se detallan en la parashá de esta semana – merecía ser elogiado o no.

Recordemos que el nazirita era una persona que, de manera voluntaria y usualmente por un tiempo determinado, asumía sobre sí mismo un estado especial de santidad. Esto implicaba que no podía consumir vino ni productos derivados de la uva, no podía cortarse el cabello ni impurificarse mediante contacto con los muertos.

Ser nazirita era, en esencia, una renuncia al deseo. No está del todo claro por qué alguien elegiría este camino. Tal vez buscaba protegerse de la embriaguez o sanar una adicción al alcohol. Quizás aspiraba a experimentar un nivel más elevado de santidad. Al tener prohibido el contacto con los muertos, incluso si se trataba de parientes cercanos, se asemejaba en este sentido al Sumo Sacerdote. Convertirse en nazirita era una forma en la que un no-kohen podía adoptar una conducta similar a la de los kohanim. Algunos Sabios argumentaron que la cercanía entre las leyes del nazirita y las de la sotá – la mujer sospechada de adulterio – sugería que algunos elegían ser naziritas para protegerse de la inmoralidad sexual. El alcohol, después de todo, suprime las inhibiciones y potencia el deseo.

Sea como fuere, hubo posturas encontradas sobre si convertirse en nazirita era algo bueno o no. Por un lado, la Torá lo llama “santo para Dios” (Núm. 6:8). Por otro lado, al finalizar su período de abstinencia, debía traer un sacrificio de pecado (Núm. 6:13-14). A partir de esto, Rabí Eliezer HaCapar Berebí deduce lo siguiente:

¿Qué significa el versículo que dice: “Y hará expiación por él, por haber pecado contra el alma” (usualmente traducido como “por haber entrado en contacto con los muertos”) (Num. 6:11)? ¿Contra qué alma pecó? Debemos concluir que se refiere a haberse negado el disfrute del vino. De aquí inferimos que si quien se abstiene del vino es considerado un pecador, cuánto más quien se priva de otros placeres de la vida. Por tanto, quien ayuna continuamente también es llamado pecador.

Taanit 11a, Nedarim 10a

Rabí Eliezer HaCapar se opone claramente al ascetismo en la vida judía. No sabemos con certeza qué grupos tenía en mente, pero muchos de los primeros cristianos eran ascetas. También lo eran, en cierto sentido, los miembros de la secta de Qumrán, conocidos gracias a los Rollos del Mar Muerto. Personas santas en diversas religiones han elegido, en su búsqueda de pureza espiritual, retirarse del mundo y sus placeres, ayunar, mortificarse, y vivir en cuevas, monasterios o retiros.

En la Edad Media hubo judíos que adoptaron prácticas de auto-negación – entre ellos los Jasidei Ashkenaz, piadosos de Europa del Norte, así como muchos judíos en tierras islámicas. Es difícil no percibir, en estos comportamientos, cierta influencia del entorno no judío. Los Jasidei Ashkenaz, que vivieron durante la época de las Cruzadas, convivían con cristianos profundamente devotos y auto-mortificantes. Sus contrapartes en el sur seguramente estaban familiarizados con el sufismo, el movimiento místico del islam.

La ambivalencia judía frente a la vida de auto-negación quizá provenga de la sospecha de que estas prácticas ingresaron al judaísmo desde afuera. Hubo movimientos, en los primeros siglos de la era común, tanto en Occidente (Grecia) como en Oriente (Irán), que consideraban el mundo físico como un ámbito de corrupción y conflicto. Eran dualistas: creían que el Dios verdadero no era el creador del universo y no podía ser alcanzado en este mundo. El mundo físico era obra de una deidad menor y maligna. Por eso, la santidad consistía en apartarse del mundo material, de sus placeres, apetitos y deseos. Los dos movimientos más conocidos con esta visión fueron el gnosticismo en Occidente y el maniqueísmo en Oriente. Así, al menos parte de la crítica al nazirita puede haber estado motivada por el deseo de desalentar a los judíos de imitar corrientes no judías del cristianismo y el islam.

Lo notable es la posición de Maimónides, quien sostiene ambas posturas: la positiva y la negativa. En Las leyes del carácter ético, Maimónides adopta la visión crítica de R. Eliezer HaCapar:

“Una persona puede decir: ‘El deseo, el honor y similares son caminos malos que alejan al hombre del mundo, por lo tanto me apartaré de ellos por completo y tomaré el camino opuesto’. Así, no comerá carne ni beberá vino, no tomará esposa, no vivirá en una casa digna ni vestirá ropas adecuadas... Esto también es malo, y está prohibido elegir este camino.”

Hiljot Deot 3:1

Sin embargo, en el mismo libro, Mishné Torá, escribe:

“Quien hace un voto a Dios [para convertirse en nazirita] por causa de la santidad, actúa correctamente y es digno de elogio... De hecho, la Escritura lo considera equivalente a un profeta.”

Hiljot Nezirut 10:14

¿Cómo puede un mismo autor – y uno tan lógicamente riguroso como Maimónides – adoptar dos posturas tan contradictorias?

La respuesta es profunda. Según Maimónides, no hay un solo modelo de vida virtuosa, sino dos. Los llama respectivamente el camino del piadoso (jasid) y del sabio (jajam). El santo es una persona de extremos. Maimónides define el jesed como una conducta extrema – buena, sí, pero más allá de lo que la justicia estricta exige (Guía de los Perplejos III, 52). Por ejemplo: “Quien evita el orgullo en extremo y se vuelve sumamente humilde, es llamado santo (jasid)” (Hiljot Deot 1:5).

El jajam es un tipo de persona completamente diferente, que sigue el “medio dorado”, el “camino del centro” de moderación y equilibrio. Evita los extremos: ni cobarde ni temerario, y así cultiva la virtud del coraje. Los sabios evitan tanto la avaricia como el desapego de la riqueza, acaparar o regalar todo lo que poseen, y así se vuelve ni tacaño ni insensato, sino generoso. Conoce los peligros de demasiado y demasiado poco – los excesos y las carencias. El sabio sopesa tensiones y evita los extremos.

No se trata solo de dos tipos de personas, sino de dos formas de entender la vida moral. ¿El objetivo de la moral es la perfección personal? ¿O es crear vínculos humanos nobles y una sociedad justa y compasiva? La respuesta intuitiva de la mayoría sería: ambas. Esto es lo que hace de Maimónides un pensador tan agudo. Reconoce que no se pueden tener ambas cosas al mismo tiempo. Son tareas distintas.

Un santo puede entregar toda su riqueza a los pobres. Pero ¿quién sostendrá a su familia? Un santo puede negarse a combatir en una guerra. Pero ¿qué pasa con sus conciudadanos? Puede perdonar todos los delitos cometidos contra él. Pero ¿qué ocurre con la ley y la justicia? Los santos son personas virtuosas a nivel individual. Pero no se puede construir una sociedad solo con santos. De hecho, los santos no están realmente interesados en la sociedad: han elegido otro camino, solitario y apartado, en busca de salvación personal más que la redención colectiva.

Este es el motivo por el cual Maimónides sostiene evaluaciones aparentemente contradictorias sobre el nazirita. El nazirita ha elegido, aunque sea temporalmente, una vida de auto-negación extrema. Es un santo, un jasid. Ha adoptado el camino de la perfección individual. Eso es noble y loable, un ideal muy elevado.

Pero no es el camino del sabio – y son sabios lo que necesita una sociedad para perfeccionarse. El sabio no es extremista porque sabe que hay otros en juego: su familia, su comunidad, sus colegas, su país para defender y su nación para construir. El sabio sabe que abandonar todo eso en pos de una virtud solitaria es riesgoso, incluso moralmente egoísta. Porque Dios nos llama a vivir en el mundo, no a huir de él; a vivir en sociedad, no recluidos; a equilibrar las múltiples tensiones que nos atraviesan, no a enfocarnos en unas mientras descuidamos otras. Por eso, desde una perspectiva personal, el nazirita es un santo; pero desde una perspectiva social, es – al menos simbólicamente – un “pecador” que necesita traer una ofrenda de expiación. El judaísmo da lugar a individuos que escapan, momentáneamente, de las tentaciones del mundo. El ejemplo supremo es el nazirita. Pero esto es la excepción, no la norma. Ser un jajam, un sabio, es tener el coraje de comprometerse con el mundo, pese a todos los riesgos espirituales, y ayudar a traer una chispa de la Presencia Divina a los espacios compartidos de nuestra vida colectiva. 

questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Crees que es mejor vivir una vida equilibrada? ¿Por qué?
  2. ¿Por qué piensas que alguien decidiría privarse de cosas placenteras, como lo hacía el nazirita?
  3. ¿Cómo crees que se puede traer santidad a la vida cotidiana sin aislarse del mundo ni caer en el exceso?

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