Este verano hemos visto disturbios en las calles de Londres y Manchester por un lado, y Trípoli por otro. A primera vista no tenían nada en común. En Londres los manifestantes estaban portando piedras. En Trípoli portaban ametralladoras. En Libia los disturbios fueron para remover a un tirano. En Londres reclamaban vestimenta y televisores de pantalla plana. Hay una sola cosa en común, a saber que ambos fueron disturbios. Nos recordaron, como dijo una vez John Maynard Keynes, que la civilización es una corteza delgada y precaria. Puede desmoronarse fácil y rápidamente.
Los disturbios en ambos lugares, con sus formas diferentes, deberían hacernos pensar en forma diferente acerca del proyecto político al que se dedicó Moshé en la parashá Shoftim, y en el libro de Deuteronomio como un todo.
¿Por qué las muchedumbres provocan disturbios? La respuesta corta es, porque pueden. Este año hemos visto el extraordinario impacto de los teléfonos inteligentes, sistemas de mensajería y plataformas de redes sociales: lo último en lo que uno pensaría que provocaría un cambio político, pero lo han hecho en un país tras otro en el Medio Oriente – primero Túnez, después Egipto, a continuación Libia, después Siria, y las reverberaciones estarán con nosotros en los años por venir. Similarmente en Bretaña, aunque por razones un tanto diferentes, ha llevado a los peores, y más extraños, disturbios en una generación.
Lo que la tecnología ha hecho posible son muchedumbres instantáneas. El comportamiento de las muchedumbres es notoriamente volátil y arrastra a distintos tipos de personas en su vórtice. El resultado ha sido que por un tiempo el caos ha prevalecido porque la policía o el ejército fueron tomados por sorpresa. La Torá describe una situación similar después del pecado del Becerro de Oro:
“Moshé vio que el pueblo corría salvajemente y que Aarón les había permitido salirse de control…"
Éx. 32:25
Las muchedumbres crean caos. Entonces, ¿cómo tratas con muchedumbres? En Inglaterra, la reacción es un llamado a mayor presencia policial, tolerancia cero y sentencias más duras. En el Medio Oriente aún no sabemos si estamos viendo el nacimiento de sociedades libres, o el reemplazo de una tiranía de unos pocos por la tiranía de la mayoría. Sin embargo, parece ser una suposición compartida que la única forma de evitar que las personas se roben o maten las unas a las otras es con el uso de la fuerza. Esa ha sido la naturaleza de la política desde el nacimiento de la civilización.
Este argumento fue declarado en la forma más clara posible por Thomas Hobbes en el siglo XVII, en su clásico político Leviathan. Sin el uso de la fuerza, dice Hobbes, estaríamos en un estado basado en la naturaleza, una guerra de todos contra todos en la que la vida sería “desagradable, brutal y corta.” Lo que hemos presenciado en Bretaña y en el Medio Oriente ha sido un tutorial vívido de política hobbesiana. Hemos visto cómo se ve un estado basado en la naturaleza.
Lo que Moshé propone en Devarim era fundamentalmente diferente. Él reunió al pueblo y le dijo, en muchas palabras, que habría un orden social en la nueva tierra que estaban a punto de heredar. Pero, ¿quién lo llevaría a cabo? No Moshé. No Yehoshúa. No un gobierno. No un tirano. No un líder carismático. No el ejército. No la policía. Quién lo haría. “Tu,” dijo Moshé. En Deuteronomio, todo el pueblo es responsable de mantener el orden. De eso se trataba el pacto. Eso es lo que los sabios querían decir cuando dijeron kol israel arevin ze baze, “todo Israel es responsable uno por el otro.” La responsabilidad en el judaísmo nos pertenece a todos y no puede ser delegada.
Vemos esto más claramente en la parasha de esta semana, en la ley del rey.
Cuando entres a la tierra que el Señor tu Dios te esta dando y hayas tomado posesión de ella y te hayas asentado en ella, y digas, “Nombremos un rey sobre nosotros como todas las naciones a nuestro alrededor,” asegúrate de nombrar un rey que el Señor tu Dios elija… El rey no debe adquirir un gran número de caballos para sí… Él no debe tomar muchas esposas… Él no debe acumular grandes cantidades de plata y oro.
Deut. 17:14-17
Notemos la forma extraña en que el mandamiento está escrito. “Cuando digas…” ¿Es una obligación o un permiso? El pueblo puede clamar para tener un rey. “Como todas la naciones a nuestro alrededor” – pero todo el impulso de la Torá es que los israelitas no estaban destinados a ser como las otras naciones. Ser santo significa ser diferente, estar apartado. “El rey no debe… no debe… no debe.” La acumulación de prohibiciones es una clara señal de que la Torá ve a la institución como plagada de peligros. Y así lo era. El más sabio de los hombres, Shlomo, cayó en las tres trampas y quebró las tres leyes. Pero ese no es el fin de las advertencias de la Torá. A continuación siguen palabras aún más fuertes:
Cuando tome el trono de su reinado, debe escribir para sí en un pergamino una copia de esta ley… Debe estar con él, y debe leerla todos los días de su vida para que pueda aprender a temer al Señor su Dios y seguir cuidadosamente todas las palabras de esta ley y estos decretos y no se considere a sí mismo mejor que sus correligionarios israelitas…
Deut. 17:18-20
Sólo a un hombre en la Torá se le ordena ser humilde: al rey.
Este no es el lugar para analizar el famoso desacuerdo entre los comentaristas acerca de si nombrar un rey es un mandamiento o no. [1] Maimónides dice que es una obligación. [2] Ibn Ezra dice que es un permiso. [3] Abarbanel dice que es una concesión. [4] Rabenu Bahia dice que es un castigo. Los israelitas, una nación bajo la soberanía de Dios, nunca debían buscar un líder humano. En las palabras de Avinu Malkeinu, “Ein lanu melej ela atá,” “No tenemos otro Dios fuera de Tí.”
Sin embargo, el punto es que la Torá está lo más lejos posible del mundo de Hobbes, en el que es Leviatán – el nombre que él le da a la monarquía absoluta, el poder central – quien es responsable de mantener el orden. En un mundo hobbesiano, sin un gobierno poderoso hay caos. Los reyes o su equivalente son absolutamente necesarios.
Moshé está articulando una visión un tanto diferente de la política. Virtualmente todos los otros pensadores han definido la política como el uso del poder. Moshé define a la política como el uso del autocontrol. La política, para Moshé, se trata acerca de la voz de Dios dentro del corazón humano. Se trata acerca de la habilidad de escuchar las palabras, “Tú no debes.” La política en la Torá no trata acerca del temor al gobierno. Trata del temor a Dios.
Este programa político es tan radical que dio lugar a un fenómeno único en la historia. No sólo los judíos mantuvieron las leyes judías mientras se encontraban en Israel, un estado soberano con un gobierno y un poder. También mantuvieron las leyes judías en el exilio por 2000 años, cuando no tenían tierra, ni poder, ni gobierno, ni ejército ni policía.
El Rabino Levi Itzjak de Berdichev dijo una vez: “Dueño del universo, en Rusia hay un zar, un ejército y una fuerza de policía, pero aún así en las casas rusas encuentras productos de contrabando. El pueblo judío no tiene zar, ni ejército, ni fuerza de policía, ¡pero intenta encontrar pan en una casa judía en Pesaj!”
Lo que Moshé comprendió en una forma que no tiene paralelo en otros lugares es que hay sólo dos formas de crear orden: con poder desde afuera o con autocontrol desde adentro, ya sea por el uso de una fuerza externa o por un conocimiento internalizado de la ley y un compromiso con ella.
¿Cómo creas ese conocimiento? A través de familias fuertes y comunidades fuertes y escuelas que les enseñan las leyes, y con padres que enseñan a sus hijos “al estar sentados en sus casa y al andar por el camino, al acostarte y al levantarte.”
El resultado fue que en el siglo I Josefo pudo escribir “Si se le preguntara a cualquier persona de nuestra nación acerca de nuestras leyes, se las repetirá con presteza como su propio nombre. El resultado de nuestra exhaustiva educación sobre nuestras leyes desde el propio comienzo de la inteligencia es que están, por así decirlo, grabadas en nuestras almas.”
Esta es una visión de la política que estamos en peligro de perder, al menos en Europa, a medida que pierde su herencia judeo-cristiana. He argumentado, en muchos de estos ensayos y muchos de mis libros, que el único país que mantiene hoy en día una visión de la política de pacto es Estados Unidos. Esta visión estaba ahí, en uno de los más grandes discursos del siglo XIX, en el que Abraham Lincoln articuló la idea fundamental del pacto, que sostiene que cuando hay “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo,” hay un renacimiento de la libertad.
Cuando sólo la policía o los ejércitos se encuentran entre el orden y los disturbios, la propia libertad se encuentra en riesgo.
¿Por qué la Torá le ordena al rey a ser humilde, y qué nos enseña esto acerca del liderazgo?
¿Por qué crees que el autocontrol es importante en la política?
Considera algunos de los grandes líderes del Tanaj: ¿encarnaban estas nobles cualidades de liderazgo?
Durante una cena destinada a celebrar el trabajo de un líder comunitario, el orador destacó sus múltiples cualidades: trabajo, dedicación y visión de futuro. Apenas…
Poder desde fuera o autocontrol desde dentro
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Este verano hemos visto disturbios en las calles de Londres y Manchester por un lado, y Trípoli por otro. A primera vista no tenían nada en común. En Londres los manifestantes estaban portando piedras. En Trípoli portaban ametralladoras. En Libia los disturbios fueron para remover a un tirano. En Londres reclamaban vestimenta y televisores de pantalla plana. Hay una sola cosa en común, a saber que ambos fueron disturbios. Nos recordaron, como dijo una vez John Maynard Keynes, que la civilización es una corteza delgada y precaria. Puede desmoronarse fácil y rápidamente.
Los disturbios en ambos lugares, con sus formas diferentes, deberían hacernos pensar en forma diferente acerca del proyecto político al que se dedicó Moshé en la parashá Shoftim, y en el libro de Deuteronomio como un todo.
¿Por qué las muchedumbres provocan disturbios? La respuesta corta es, porque pueden. Este año hemos visto el extraordinario impacto de los teléfonos inteligentes, sistemas de mensajería y plataformas de redes sociales: lo último en lo que uno pensaría que provocaría un cambio político, pero lo han hecho en un país tras otro en el Medio Oriente – primero Túnez, después Egipto, a continuación Libia, después Siria, y las reverberaciones estarán con nosotros en los años por venir. Similarmente en Bretaña, aunque por razones un tanto diferentes, ha llevado a los peores, y más extraños, disturbios en una generación.
Lo que la tecnología ha hecho posible son muchedumbres instantáneas. El comportamiento de las muchedumbres es notoriamente volátil y arrastra a distintos tipos de personas en su vórtice. El resultado ha sido que por un tiempo el caos ha prevalecido porque la policía o el ejército fueron tomados por sorpresa. La Torá describe una situación similar después del pecado del Becerro de Oro:
Las muchedumbres crean caos. Entonces, ¿cómo tratas con muchedumbres? En Inglaterra, la reacción es un llamado a mayor presencia policial, tolerancia cero y sentencias más duras. En el Medio Oriente aún no sabemos si estamos viendo el nacimiento de sociedades libres, o el reemplazo de una tiranía de unos pocos por la tiranía de la mayoría. Sin embargo, parece ser una suposición compartida que la única forma de evitar que las personas se roben o maten las unas a las otras es con el uso de la fuerza. Esa ha sido la naturaleza de la política desde el nacimiento de la civilización.
Este argumento fue declarado en la forma más clara posible por Thomas Hobbes en el siglo XVII, en su clásico político Leviathan. Sin el uso de la fuerza, dice Hobbes, estaríamos en un estado basado en la naturaleza, una guerra de todos contra todos en la que la vida sería “desagradable, brutal y corta.” Lo que hemos presenciado en Bretaña y en el Medio Oriente ha sido un tutorial vívido de política hobbesiana. Hemos visto cómo se ve un estado basado en la naturaleza.
Lo que Moshé propone en Devarim era fundamentalmente diferente. Él reunió al pueblo y le dijo, en muchas palabras, que habría un orden social en la nueva tierra que estaban a punto de heredar. Pero, ¿quién lo llevaría a cabo? No Moshé. No Yehoshúa. No un gobierno. No un tirano. No un líder carismático. No el ejército. No la policía. Quién lo haría. “Tu,” dijo Moshé. En Deuteronomio, todo el pueblo es responsable de mantener el orden. De eso se trataba el pacto. Eso es lo que los sabios querían decir cuando dijeron kol israel arevin ze baze, “todo Israel es responsable uno por el otro.” La responsabilidad en el judaísmo nos pertenece a todos y no puede ser delegada.
Vemos esto más claramente en la parasha de esta semana, en la ley del rey.
Notemos la forma extraña en que el mandamiento está escrito. “Cuando digas…” ¿Es una obligación o un permiso? El pueblo puede clamar para tener un rey. “Como todas la naciones a nuestro alrededor” – pero todo el impulso de la Torá es que los israelitas no estaban destinados a ser como las otras naciones. Ser santo significa ser diferente, estar apartado. “El rey no debe… no debe… no debe.” La acumulación de prohibiciones es una clara señal de que la Torá ve a la institución como plagada de peligros. Y así lo era. El más sabio de los hombres, Shlomo, cayó en las tres trampas y quebró las tres leyes. Pero ese no es el fin de las advertencias de la Torá. A continuación siguen palabras aún más fuertes:
Sólo a un hombre en la Torá se le ordena ser humilde: al rey.
Este no es el lugar para analizar el famoso desacuerdo entre los comentaristas acerca de si nombrar un rey es un mandamiento o no. [1] Maimónides dice que es una obligación. [2] Ibn Ezra dice que es un permiso. [3] Abarbanel dice que es una concesión. [4] Rabenu Bahia dice que es un castigo. Los israelitas, una nación bajo la soberanía de Dios, nunca debían buscar un líder humano. En las palabras de Avinu Malkeinu, “Ein lanu melej ela atá,” “No tenemos otro Dios fuera de Tí.”
Sin embargo, el punto es que la Torá está lo más lejos posible del mundo de Hobbes, en el que es Leviatán – el nombre que él le da a la monarquía absoluta, el poder central – quien es responsable de mantener el orden. En un mundo hobbesiano, sin un gobierno poderoso hay caos. Los reyes o su equivalente son absolutamente necesarios.
Moshé está articulando una visión un tanto diferente de la política. Virtualmente todos los otros pensadores han definido la política como el uso del poder. Moshé define a la política como el uso del autocontrol. La política, para Moshé, se trata acerca de la voz de Dios dentro del corazón humano. Se trata acerca de la habilidad de escuchar las palabras, “Tú no debes.” La política en la Torá no trata acerca del temor al gobierno. Trata del temor a Dios.
Este programa político es tan radical que dio lugar a un fenómeno único en la historia. No sólo los judíos mantuvieron las leyes judías mientras se encontraban en Israel, un estado soberano con un gobierno y un poder. También mantuvieron las leyes judías en el exilio por 2000 años, cuando no tenían tierra, ni poder, ni gobierno, ni ejército ni policía.
El Rabino Levi Itzjak de Berdichev dijo una vez: “Dueño del universo, en Rusia hay un zar, un ejército y una fuerza de policía, pero aún así en las casas rusas encuentras productos de contrabando. El pueblo judío no tiene zar, ni ejército, ni fuerza de policía, ¡pero intenta encontrar pan en una casa judía en Pesaj!”
Lo que Moshé comprendió en una forma que no tiene paralelo en otros lugares es que hay sólo dos formas de crear orden: con poder desde afuera o con autocontrol desde adentro, ya sea por el uso de una fuerza externa o por un conocimiento internalizado de la ley y un compromiso con ella.
¿Cómo creas ese conocimiento? A través de familias fuertes y comunidades fuertes y escuelas que les enseñan las leyes, y con padres que enseñan a sus hijos “al estar sentados en sus casa y al andar por el camino, al acostarte y al levantarte.”
El resultado fue que en el siglo I Josefo pudo escribir “Si se le preguntara a cualquier persona de nuestra nación acerca de nuestras leyes, se las repetirá con presteza como su propio nombre. El resultado de nuestra exhaustiva educación sobre nuestras leyes desde el propio comienzo de la inteligencia es que están, por así decirlo, grabadas en nuestras almas.”
Esta es una visión de la política que estamos en peligro de perder, al menos en Europa, a medida que pierde su herencia judeo-cristiana. He argumentado, en muchos de estos ensayos y muchos de mis libros, que el único país que mantiene hoy en día una visión de la política de pacto es Estados Unidos. Esta visión estaba ahí, en uno de los más grandes discursos del siglo XIX, en el que Abraham Lincoln articuló la idea fundamental del pacto, que sostiene que cuando hay “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo,” hay un renacimiento de la libertad.
Cuando sólo la policía o los ejércitos se encuentran entre el orden y los disturbios, la propia libertad se encuentra en riesgo.
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