Un relato de cuatro ciudades

Noaj5771, 5784

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Entre el Diluvio y el llamado a Abraham, entre el pacto universal con Noaj y el pacto particular con un pueblo, aparece la extraña y sugestiva historia de Babel:

Todo el mundo hablaba la misma lengua, las mismas palabras. Cuando migraron desde el este, encontraron un valle en la tierra de Shinar y se asentaron allí. Se dijeron unos a los otros, “Vamos, hagamos ladrillos, cozámoslos al fuego.” Y usaron ladrillos como piedras y alquitrán como argamasa. Y dijeron: “Vamos, construyamos una ciudad para nosotros y una torre que llegue a los cielos, y nos haremos un nombre. Si no, nos dispersaremos por la faz de toda la tierra.”

Gén. 11:1-4

Lo que quiero explorar aquí no es simplemente la historia de Babel considerada en sí misma, sino un tema más amplio. Porque lo que tenemos aquí es el segundo acto en un drama de cuatro actos que es sin dudas uno de los hilos conductores de Bereshit, el Libro de los Comienzos. Es una polémica sostenida contra la ciudad en el mundo antiguo, y todo lo que tenía asociado. La ciudad – parece decir – no es donde encontramos a Dios.

El primer acto comienza con los primeros dos niños humanos. Caín y Abel traen ofrendas a Dios. Dios acepta la ofrenda de Abel, no la de Caín. Cain, en un arranque de furia, asesina a Abel. Dios lo confronta con su culpa: “La sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra.” El castigo de Caín es “deambular por tierra sin descanso.” Después, Caín “salió de la presencia del Señor y vivió en la tierra de Nod, al este del Edén.” A continuación leemos:

Caín conoció a su esposa, ella concibió y dio a luz a Janoj. Él (Caín) construyó una ciudad, y la llamó Janoj en honor a su hijo.

Gén. 4:17

La primera ciudad fue fundada por el primer asesino, el primer fratricida. La ciudad nació de la sangre.

Hay un paralelo obvio en la historia de la fundación de Roma, en la que Rómulo mató a su hermano Remo, pero hasta ahí llega el paralelo. En la historia de Roma – de niños concebidos por uno de los dioses, abandonados por su tío, y criados por lobos – es un típico mito fundacional, una leyenda para explicar los orígenes de una ciudad en particular, que usualmente incluye un héroe, derramamiento de sangre, y el derrocamiento del orden establecido. La historia de Caín no es como un mito fundacional porque la Biblia no está interesada en la ciudad de Caín, ni da valor a los actos de violencia. Es lo opuesto a un mito fundacional. Es una crítica a las ciudades como tal. El hecho más importante acerca de la primera ciudad, según la Biblia, es que fue construida desafiando el deseo de Dios. Caín había sido sentenciado a una vida errante, pero en su lugar construyó una ciudad.

El tercer acto, más dramático porque contiene más detalles, es Sodoma, la más grande o más prominente de las ciudades en el valle del Jordán. Es allí donde Lot, el hijo de Abraham, construye su hogar. La primera vez que somos presentados a esta ciudad, en Génesis 13, es cuando hay una pelea entre los pastores de Abraham y los pastores de Lot. Abraham sugiere separarse. Lot ve la afluencia de la planicie del Jordán.

Lot alzó sus ojos y vio que toda la planicie del Jordán hasta Tzoar tenía buena irrigación.Era como el jardín del Señor, como la tierra de Egipto.

Gén. 13:10

Entonces Lot decidió asentarse allí. Inmediatamente se nos relata que los habitantes de Sodoma son “malvados, grandes pecadores contra el Señor” (Gén. 13:13). Ante la elección entre afluencia y virtud, Lot, imprudentemente, eligió la afluencia.

Cinco capítulos más tarde viene la gran escena en que Dios anuncia su plan de destruir la ciudad, y Abraham lo desafía. Quizás hay cincuenta personas inocentes allí, quizás solo diez. ¿Cómo puede Dios destruir la ciudad completa?

“¿El Juez de toda la tierra no hará justicia?”

Gén. 18:25

Dios entonces acepta que si encuentra diez personas inocentes, Él no destruirá la ciudad. En el próximo capítulo, vemos que dos de los tres ángeles que visitaron a Abraham, llegan a la casa de Lot en Sodoma. Poco después, una terrible escena se desenvuelve:

Todavía no se habían acostado cuando todos los hombres de la ciudad, los hombres de Sodoma – jóvenes y ancianos, todas las personas de todos los rincones de la ciudad – rodearon la casa. Llamaron a Lot: “¿Dónde están los hombres que vinieron contigo esta noche? Traelos fuera para que podamos conocerlos.”

Gén. 19:4-5

Resulta ser que no hay hombres inocentes. Tres veces – “todo los hombres de la ciudad,” “jóvenes y ancianos,” “todas las personas de todos los rincones de la ciudad” – el texto enfatiza que sin excepción, cada hombre era un potencial perpetrador del crimen.

Comienza a emerger una imagen. Al pueblo de Sodoma no le gustan los extranjeros. No los consideran protegidos por las leyes – ni siquiera por las convenciones de hospitalidad. Hay una sugerencia clara de depravación sexual y potencial violencia. También la idea de una muchedumbre, una turba. Las personas en una muchedumbre son capaces de cometer crímenes que ni siquiera se atreverían a soñar estando solos. La mera densidad poblacional de las ciudades es un riesgo moral en sí misma. Las turbas arrastran hacia abajo más seguido de lo que elevan. De ahí la decisión de Abraham de vivir apartado. Libra batallas en nombre de Sodoma (Gén. 14) y reza por sus habitantes, pero aún así no vive allí. No es accidental que los patriarcas y las matriarcas no habitaban en ciudades.

La cuarta escena es, obviamente, Egipto cuando Yosef es llevado como esclavo a la casa de Potifar. La esposa de Potifar intenta seducirlo, y al no lograrlo, lo acusa de un crimen que no cometió y por lo cual es enviado a prisión. La descripción de Egipto en Génesis, a diferencia de las de Éxodo, no hablan de violencia sino, como deja en claro la historia de Yosef, de licencias sexuales e injusticia.

Es en este contexto que debemos comprender la historia de Babel. Tiene su origen en una historia real, en un tiempo y lugar reales. La Mesopotamia, la cuna de la civilización, fue conocida por sus ciudades estado, una de las cuales fue Ur, de donde provenía Abraham y su familia, y de las cuales la más grande fue sin dudas Babilonia. La Torá describe precisamente la tecnología innovadora que les permitió construir las ciudades: ladrillos endurecidos en un horno.

 De la misma manera, la idea de una torre que “alcanza los cielos” describe un fenómeno real, los zigurats o torres sagradas que dominaban el horizonte de las ciudades en el valle bajo del Tigris y el Eufrates. El zigurat era un monte sagrado artificial, donde el rey intercedía con los dioses. Nuestra historia se refiere a uno de los más grandes, ubicado en Babilonia, que tenía siete pisos y más de 90 metros de altura, y descrito en muchos textos antiguos no israelitas como “alcanzando” o “rivalizando con” los cielos.

A diferencia de las otras tres historias acerca de ciudades, los constructores de Babel no cometieron un pecado obvio. En esta instancia, la Torá es mucho más sutil. Recordemos lo que dijeron los constructores:

“Vamos, construyamos una ciudad para nosotros y una torre que llegue a los cielos, y nos haremos un nombre. Si no, nos dispersaremos por la faz de toda la tierra.”

Gén. 11:4

Hay tres elementos aquí que la Torá observa como equivocados. Uno es “y nos haremos un nombre.” Los nombres son algo dado. No nos hacemos un nombre para nosotros mismos. Hay aquí una sugerencia de que en la cultura de las grandes ciudades de la antigua Mesopotamia, las personas estaban venerando una personificación simbólica de ellos mismos. Elim Durkheim, uno de los fundadores de la sociología, tomó la misma postura. La función de la religión, creía, es mantener al grupo unido, y los objetos de culto son representaciones colectivas del propio grupo. Eso es lo que la Torá ve como una forma de idolatría.

El segundo error consiste en querer construir “una torre que llegue a los cielos". Uno de los temas básicos de la narrativa de creación en Bereshit 1 es la separación de los dominios. Hay un orden sagrado. Hay un cielo y hay una tierra, y deben mantenerse diferenciados:

Los cielos son los cielos del Señor, pero la tierra Él la dio a los hijos del hombre.

Sal. 115:16

La Torá da su propia etimología de la palabra Babel, que significaba literalmente “la puerta de Dios.” La Torá la relaciona con la raíz hebrea b-b-l, que significa “confundir.” En la historia, esto se refiere a la confusión de lenguajes que sucede como resultado de la soberbia de los constructores. Pero b-b-l también significa “mezclar, entremezclar,” y de esto es de lo que se encuentra culpable a los babilonios: mezclar el cielo y la tierra, y eso siempre debe estar separado. B-b-l es lo opuesto de b-d-l, el verbo clave en Bereshit 1, que significa “distinguir, separar, mantener aparte y distinguido.”

El tercer error fue el deseo de los constructores de no “dispersarse por la faz de toda la tierra.” En esto estaban intentando frustrar el mandamiento de Dios a Adam, y más tarde a Noaj, de “ser fructíferos y multiplicarse, y llenar toda la tierra.” (Gén. 1:28, Gén. 9:1). Esto parece ser una oposición generalizada a las ciudades como tales. No hay necesidad, parece decir la Torá, de que te concentres en ambientes urbanos. Los patriarcas eran pastores. Se movían de un lugar a otro. Vivían en tiendas. Pasaban gran parte de su tiempo solos donde podían estar en comunión con Dios, alejados del ruido de la ciudad.

Entonces, tenemos en Bereshit una relato de cuatro ciudades: Janoj, Babel, Sodoma y la ciudad de Egipto. Este no es un tema menor, sino uno mayor. Lo que nos dice la Torá, implícitamente, es cómo y por qué nació el monoteísmo abrahámico.

Las sociedades cazadoras-recolectoras eran relativamente igualitarias. Fue con el surgimiento de la agricultura y la división del trabajo, del comercio y los centros comerciales, el superávit económico y desigualdades marcadas de riqueza, concentrada en las ciudades con sus jerarquías distintivas de poder, que un nuevo grupo de fenómenos comenzó a aparecer – no sólo los beneficios de la civilización sino sus desventajas también.

Así nació el politeísmo, como la justificación celestial de la jerarquía en la tierra. Fue así como los gobernantes llegaron a ser considerados semi-dioses – otra instancia de b-l-l, el desdibujamiento de los límites. Fue donde lo más importante era la riqueza y el poder, donde los seres humanos comenzaron a ser considerados como parte de la muchedumbre, en lugar de ser considerados como individuos. Fue donde grandes grupos fueron esclavizados para construir obras monumentales de arquitectura. A este respecto, Babel fue el precursor del Egipto de los faraones que encontramos muchos capítulos y siglos más tarde.

En resumen, la ciudad es un ambiente deshumanizante y un lugar donde, potencialmente, las personas adoran representaciones simbólicas de ellos mismos.

El Tanaj no se opone a las ciudades como tales. Su antítesis es Jerusalem, hogar de la Divina Presencia. Pero eso, en esta etapa de la historia, se encuentra a muchos años en el futuro.

Quizás la distinción más importante para nosotros hoy es la realizada por el sociólogo Ferdinand Tonnies, Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad). La comunidad está marcada por las relaciones cara a cara en las que las personas se conocen, y son responsables unos por los otros. La sociedad, según el análisis de Tonnies, es un ambiente impersonal donde las personas se unen para lograr una ganancia individual, pero siguen siendo esencialmente extraños los unos a los otros.

En cierto sentido, el proyecto de la Torá es sostener el Gemeinschaft – comunidades cara a cara fuertes – incluso dentro de las ciudades. Por que sólo cuando nos relacionamos unos con otros como personas, como individuos unidos por un pacto en común, que evitamos los pecados de las ciudades, que son hoy los mismos que siempre fueron: licencias sexuales, la adoración de los dioses falsos de la riqueza y el poder, el tratamiento de las personas como commodities, y la idea de que algunas personas valen más que otras.

Eso es Babel, en aquel entonces y ahora, y el resultado es confusión y la fractura de la familia humana. 


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Cuál crees que fue el pecado de los constructores de la Torre de Babel?
  2. ¿Crees que las ciudades de hoy en día apoyan el argumento del Rabino Sacks en este ensayo, acerca del potencial para la maldad en las ciudades?
  3. ¿Cómo podemos crear ciudades grandes y florecientes donde los residentes sean más justos?

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