Marcando el ritmo del cambio

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Embebido en la parashá de esta semana se encuentra uno de los grandes secretos del liderazgo. El contexto es este: Moshé, sabiendo que no estaba destinado a liderar a la próxima generación a través del Jordán hacia la tierra prometida, le pide a Dios que nombre a un sucesor. Moshé recordaba lo que había sucedido cuando había estado alejado de los israelitas por solo 40 días. Habían entrado en pánico e hicieron un Becerro de Oro. Incluso estando Moshé presente, hubo momentos de conflicto, y aún fresco en la memoria, la rebelión de Koraj y sus seguidores contra su liderazgo. La posibilidad de una ruptura o una escisión si él muriera sin que haya un sucesor designado era muy grande. Entonces le dijo a Dios:

“Quiera el Señor, el Dios que da aliento a todos los seres vivos, designar a un hombre sobre esta congregación. Que pueda salir delante de ellos, y que pueda entrar delante de ellos; y que los pueda sacar y que los pueda traer. Para que no sea la congregación del Señor como ovejas que no tienen pastor.”

Núm. 27:16-17

Dios adecuadamente eligió a Iehoshúa, y Moshé lo aceptó. Sin embargo, hay un detalle en el pedido de Moshé que siempre me llamó la atención. Moshé pidió un líder que “salga delante de ellos y entre delante de ellos, y que los pueda sacar y los pueda traer.” Eso es, ciertamente, decir dos veces lo mismo. Si sales delante del pueblo, los estás conduciendo hacia afuera. Si entras delante del pueblo, los estás conduciendo hacia dentro. ¿Por qué decir dos veces lo mismo?

La respuesta proviene de una experiencia directa del propio liderazgo. Una de las artes del liderazgo – y es un arte, no una ciencia – es el sentido del tiempo, saber qué es posible cuándo.

A veces el problema es técnico. En 1981 había amenazas de una huelga de mineros de carbón. Margaret Thatcher sabía que el país tenía unas reservas de carbón muy limitadas y no podría sobrevivir una huelga muy prolongada. Entonces negoció un acuerdo. En efecto, ella cedió. Después, discretamente, ordenó que se hagan reservas de carbón. La vez siguiente que se produjeron disputas entre los mineros y el gobierno – 1984-1985 – había grandes reservas de carbón. Ella se resistió a los mineros y después de muchas semanas de huelga se dieron por derrotados. Los mineros podrían haber estado en lo cierto o equivocados ambas veces, pero en 1981 la primer ministro sabía que no podía ganar, y en 1984 sabía que sí podía.

Un desafío mucho más formidable ocurre cuando son las personas, no los hechos, los que deben cambiar. El cambio humano es muy lento. Moshé descubrió esto en la forma más dramática, a través del episodio de los espías. Una generación entera perdió la posibilidad de entrar a la tierra prometida. Nacidos en esclavitud, carecían del coraje y la independencia mental para enfrentar un esfuerzo prolongado. Para eso se requiere una generación nacida en libertad.

Si no desafías a las personas, no eres un líder. Pero si los desafías demasiado lejos, demasiado rápido, ocurre el desastre. Primero hay disenso. Las personas empiezan a protestar. A continuación hay desafíos a tu liderazgo. Se hacen más clamorosos, más peligrosos. Eventualmente habrá una rebelión o algo peor.

En septiembre de 1993, en el jardín de la Casa Blanca, Itzjak Rabin, Shimon Peres y Yaser Arafat estrecharon las manos y firmaron una Declaración de Principios destinada a llevar a las partes hacia una paz negociada. El lenguaje corporal de Rabin ese día dejaba claro que tenía muchos reparos, pero continuó las negociaciones. Mientras tanto, mes a mes el descontento público crecía dentro de Israel.

Dos fenómenos en el verano de 1995 fueron particularmente sorprendentes: el lenguaje crecientemente injurioso usado entre las facciones, y diversos llamados públicos a la desobediencia civil, sugiriendo a los estudiantes que servían en las Fuerzas de Defensa de Israel a desobedecer las órdenes del ejército si eran llamados a evacuar asentamientos como parte de los acuerdos de paz.

Los llamados a la desobediencia civil en cualquier escala significativa son un signo de una ruptura de la confianza en el proceso político y una grieta profunda entre el gobierno y una parte de la sociedad. El lenguaje violento en la arena pública es también peligroso. Testifica una pérdida de confianza en la razón, persuasión y debate cívico.

El 29 de septiembre de 1995 publiqué un artículo en apoyo a Rabin y el proceso de paz. Sin embargo, en forma privada, le escribí y le urgí a que dedique más tiempo a ganar el debate interno dentro del propio Israel. No era necesario ser un profeta para ver el peligro bajo el que se encontraba de sus propios correligionarios judíos.

Pasaron las semanas, y no escuché de él. Entonces, en Motzae Shabat, 4 de noviembre de 1995, escuchamos la noticia de que había sido asesinado. Asistí a su funeral en Jerusalem. A la mañana siguiente, martes 7 de noviembre, asistí a la Embajada de Israel en Londres para dar mis condolencias al embajador. Me entregó una carta, diciendo “esto acaba de llegar para tí.”

La abrimos y leímos juntos en silencio. Era de Itzjak Rabin, una de las últimas cartas que escribió. Era su respuesta a mi carta. Se extendía por tres páginas, profundamente emocionante, una reafirmación de su compromiso con la paz. La tenemos enmarcada en las paredes de mi oficina hasta este día. Pero fue demasiado tarde.

Ese, en los momentos críticos, es el desafío más difícil de liderazgo. En tiempos normales, el cambio se puede dar lentamente. Pero hay situaciones en las cuales el liderazgo implica hacer cambiar a la gente, y eso es algo a lo que se resisten, especialmente cuando experimentan el cambio como una forma de pérdida.

Los grandes líderes ven la necesidad de cambio, pero no todo el mundo lo ve. Las personas se aferran al pasado. Se sienten seguros en las formas en las que las cosas eran antes. Ven la nueva política como una forma de traición. No es accidental que algunos de los grandes líderes – Lincoln, Ghandi, John F. y Robert Kennedy, Marin Luther King, Sadat, y el propio Rabin – fueran asesinados.

Un líder que falla al trabajar por el cambio no es un líder. Pero un líder que intenta hacer un cambio muy grande en un tiempo muy corto va a fallar. Esta es la razón, en última instancia, por la cual ni Moshé ni su generación (salvo contadas excepciones) estuvieron destinados a entrar en la tierra. Es un problema de tiempos y ritmo, y no hay forma de saber con antelación qué es demasiado rápido y qué es demasiado lento. Ese es el desafío que el líder debe aspirar a resolver.

Eso es lo que Moshé pretendía al pedir a Dios que designe un líder “que pueda salir delante de ellos, y que pueda entrar delante de ellos; y que los pueda sacar y que los pueda traer.” Estos son dos pedidos separados. El primero – “que pueda salir delante de ellos, y que pueda entrar delante de ellos” – era para que designe a alguien que los lidere desde el frente, que diera el ejemplo de no temer al enfrentar nuevos desafíos. Esa es la parte fácil.

El segundo pedido – alguien que “los pueda sacar y que los pueda traer” – es más difícil. Un líder puede estar tan alejado en el frente que cuando se vuelve ve que nadie lo está siguiendo. El o ella ha salido “delante” del pueblo, pero no los ha “sacado". Ha liderado, pero el pueblo no lo ha seguido. Su coraje no está en duda. Tampoco su visión. Lo que está equivocado en este caso es su sentido del tiempo. Su pueblo aún no está listo.

Parece que al final de su vida Moshe se da cuenta que ha sido impaciente, que esperaba que el pueblo cambie más rápido de lo que eran capaces. Esa impaciencia es evidente en muchos eventos en el libro de Números, el más famoso cuando perdió la paciencia en Meriva, se enojó con el pueblo y golpeó la roca, por lo cual perdió su oportunidad de liderar al pueblo a través del Jordán hacia la tierra prometida.

Liderando desde el frente, demasiadas veces se encontró con personas que no estaban dispuestas a seguirlo. Al darse cuenta de esto, es como si estuviera exhortando a su sucesor a no cometer el mismo error. El liderazgo es una batalla constante entre los cambios que saben que deben hacerse, y los cambios que las personas están dispuestas a hacer. Es por eso que los líderes más visionarios parecen, en vida, haber fracasado. Así fue. Así será siempre.

Pero en verdad no han fracasado. Su éxito llega cuando – como en el caso de Moshé y Iehoshúa – otros completan lo que ellos comenzaron. 


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Puedes pensar en un momento en que un líder haya querido cambiar las cosas demasiado rápido? ¿Qué sucedió?
  2. ¿Cómo crees que el liderazgo de Moshé influenció el futuro de Bnei Israel?
  3. ¿Qué otros líderes admiras tanto en el Tanaj como hoy en día?

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