Hechos y creencias

פרשת יתרו

Yitro5771, 5784

La parashá de Itró recuenta el momento revolucionario en el que Dios, Creador de los Cielos y la Tierra, ingresa en un pacto mutuamente vinculante con una nación, los Hijos de Israel, un acuerdo que llamamos brit, un pacto.

Ahora bien, este no es el primer pacto Divino en la Torá. Dios ya había hecho un pacto con Noaj y a través de él con toda la humanidad, y Él había hecho un pacto con Abraham, cuyo símbolo era la circuncisión. Pero esos pactos no eran completamente recíprocos. Dios no pidió el acuerdo de Noaj, ni espero el asentimiento de Abraham.

Sinaí fue un asunto diferente. Por primera vez, Él quería un pacto completamente mutuo, libremente aceptado. Entonces encontramos que, tanto antes como después de la Revelación en el Sinaí, Dios le ordena a Moshe que se asegure de que el pueblo está efectivamente de acuerdo.

El punto es fundamental. Dios quiere gobernar por derecho, no por fuerza. Dios llevó a un pueblo esclavizado a la libertad buscando el culto libre de un pueblo libre.

Dios no actúa hacia Sus criaturas como un tirano.

Avoda Zara 3a

Entonces, en Sinaí nació el principio que, milenios más tarde, sería descrito por Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: la idea de que los gobernantes y los gobiernos derivan “sus justos poderes del consentimiento de los gobernados.” Esta es la razón por la que el Pacto de Sinaí dependía de la aceptación del pueblo.

Ciertamente, el Talmud cuestiona qué tan libres eran los israelitas, y usa una imagen impactante. Dice que Dios suspendió la montaña sobre sus cabezas y dijo “Si aceptan, bien y bueno. Si no, éste será su lugar de entierro.” Este es un tema para otro momento. Basta decir que no hay ninguna indicación de esto en el sentido simple del texto mismo.

Lo que resulta interesante son las palabras exactas con las que los israelitas señalan su consentimiento. Nuevamente, lo hacen tres veces: primero antes de la Revelación, y dos veces después, en la parashá Mishpatim.

Escuchemos los tres versículos. Antes de la revelación:

Todo el pueblo respondió como uno y dijo: “Todo lo que Dios ha hablado, así haremos (naasé).”

Ex. 19:8

Y despues:

Moshe vino y le dijo al pueblo todas las palabras de Dios y todas las leyes. Todo el pueblo respondió con una sola voz, ‘Haremos (naasé) cada palabra que Dios ha hablado.’

Ex. 24:3

Él tomó el Libro del Pacto y lo leyó en voz alta al pueblo. Ellos respondieron: ‘Haremos (naasé) y escucharemos (ve nishmá) todo lo que Dios ha declarado.

Ex. 24:7

Notemos la sutil diferencia. En dos casos el pueblo dice: todo lo que Dios dice, nosotros haremos. En el tercero, se utiliza el verbo doble: naasé ve nishmá. “Haremos y escucharemos, (u obedeceremos, o atenderemos, o comprenderemos).” La palabra shemá significa “comprender”, como vemos en la historia de la Torre de Babel:

“Vamos, descendamos y confundamos su lengua, así una persona no comprenderá el discurso de la otra.”

Gen. 11:7

Ahora notamos que existe otra diferencia entre los tres versículos. En los primeros dos casos hay un énfasis claro en la unidad del pueblo. Ambas frases son llamativas. El primero dice: todo el pueblo respondió como uno. El segundo dice: El pueblo respondió con una única voz. En un libro que enfatiza cuán displicente y fisíparo era el pueblo, este tipo de declaraciones de unanimidad son significativas y raras. Pero el tercer verso, que menciona el hacer y el escuchar o entender, no tiene esta afirmación. Simplemente dice: ellos respondieron. No hay énfasis en unanimidad o consenso.

Lo que tenemos aquí es un comentario bíblico de una de las características más impactantes de todo el judaísmo: la diferencia entre hecho y credo, entre asiyá y shemiá, entre hacer y comprender.

Los cristianos tienen teología. Los judios tienen ley. Estos son dos enfoques totalmente diferentes a la vida religiosa. El judaísmo se trata de una comunidad de acción. Se trata acerca de la forma en que las personas interactúan en sus tratos los unos con los otros. Se trata de traer a Dios a los espacios compartidos de nuestra vida colectiva. Así como conocemos a Dios a través de lo que Él hace, así Dios nos pide que Lo traigamos a las cosas que hacemos. Al principio, como dijo Goethe, estaba el hecho. Es por esto que el judaísmo es una religión de ley, porque la ley es la arquitectura del comportamiento.

Sin embargo, cuando se trata de creencias, de credo, doctrina, todas las cosas dependen de shemiá en vez de asiyá, entendimiento en lugar de acción: en esto el judaísmo no llama a unanimidad. No porque el judaísmo carezca de creencias. Al contrario, el judaísmo es precisamente lo que es debido a nuestras creencias, más importantemente la creencia en el monoteísmo, es decir, la creencia de que existe un único Dios. La Torá nos habla en Bereshit acerca de creación, en Shemot acerca de Redención y en la parashá de esta semana acerca de revelación.

El judaísmo es un conjunto de creencias, pero no es una comunidad basada en la unanimidad acerca de la forma en que entendemos e interpretamos esas creencias. Reconoce que intelectualmente y temperamentalmente somos diferentes. El judaísmo ha tenido sus racionalistas y místicos, sus filósofos y sus poetas, sus naturalistas y sobrenaturalistas: Rabí Ishmael y Rabí Akiva, Yehuda HaLevi y Maimonides, el Gaón de Vilna y el Baal Shem Tov. Buscamos unanimidad en la halajá, no en hagadá. Naasé, actuamos de la misma manera, pero nishmá, entendemos cada uno a su modo. Esa es la diferencia entre la forma en que servimos, colectivamente, a Dios y la forma en que entendemos, individualmente, a Dios.

Lo que es fascinante es que esta característica bien conocida del judaísmo está señalada en lo Torá: en la diferencia en la forma en la que habla de naasé, “como uno”, “con una sola voz”, y nishmá, sin un consenso colectivo especial.

Nuestros actos, nuestro naasé, son públicos. Nuestros pensamientos, nuestro nishmá, son privados. Es así como servimos a Dios juntos, y nos relacionamos con Él individualmente, expresando lo único de nuestro ser. 


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Qué hizo diferente al pacto en Har Sinai de los otros acuerdos de Dios con Su pueblo?
  2. ¿Cómo decides decir que sí? ¿Puedes pensar en algún momento en que hayas estado de acuerdo con algo importante al actuar primero, y entender después o viceversa?
  3. ¿Cómo podemos balancear naasé y nishmá en nuestros procesos de toma de decisiones personales y colectivos?

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