Desde Vaieshev hasta el final del libro de Bereshit leemos la historia de Yosef y sus hermanos. Desde el principio nos vemos involucrados en un drama de la rivalidad entre hermanos que parece destinado a terminar en tragedia.
Todos los elementos están allí, y comienza con un favoritismo paterno preocupante. Yaakov amaba a Yosef más que a sus otros hijos. La Torá dice que esto se debía a que “le había nacido en su ancianidad.” Pero también sabemos que es porque Yosef era el primogénito de su amada Rajel, quien había sido infértil durante muchos años.
Yaakov le dio a su favoritismo un símbolo visible, una túnica muy ornamentada o un saco de muchos colores que encargó para él. Simplemente ver esta túnica era una provocación constante para los hermanos. Adicionalmente, Yosef traía malos reportes acerca de lo que hacían sus medio hermanos, los hijos de las siervas. Y al llegar al cuarto versículo de la parashá leemos lo siguiente:
Cuando sus hermanos vieron que su padre lo amaba a él más que a cualquiera de ellos, lo odiaron, velo yajlu dabro le shalom.
Gén. 37:4
¿Cuál es el significado de esta última frase? He aquí alguna de las traducciones estándares:
No podían hablar con él amablemente.
No podían hablar con él pacíficamente.
No podían hablar con él en términos amigables.
Sin embargo, el Rabino Yonatán Eibeschutz reconoció que la construcción de la frase en hebreo es extraña. Literalmente significa “no podían hablarle hacia la paz”. ¿Qué puede significar esto? El Rabino Eibeschutz nos señala al mandamiento en Vaikrá 19:17:
No odiarás a tu hermano en tu corazón. Ciertamente reprenderás a tu vecino y para no cargar pecados a causa de él.
Lev. 19:17
Así es como Maimónides interpreta este mandamiento en relación a las relaciones interpersonales:
Cuando una persona comete un pecado contra otra, la persona damnificada no debe odiar al perpetrador y quedarse en silencio… es su deber informar al perpetrador y decirle ¿por qué me has hecho esto? ¿Por qué has pecado contra mí en este asunto?... Si el perpetrador se arrepiente y ruega perdón, debe ser perdonado.
Hiljot Deot 6:6
El punto del Rabino Eibeschutz es simple. Si los hermanos hubieran sido capaces de hablar con Yosef podrían haberle dicho acerca de su enojo porque él le contaba a su padre acerca de lo que ellos hacían, y de su angustia al ver el abrigo multicolor. Podrían haber hablado francamente acerca de su sentimiento de humillación ante la forma en que su padre favorecía a Rajel por sobre su madre Lea, un favoritismo que ahora es transmitido a una segunda generación. Yosef podría haber llegado a comprender sus sentimientos. Podría haber hecho que él fuera más recatado o al menos más considerado. Pero lo yajlu dabro le shalom. Simplemente no podían hablar. Como escribe Najmánides acerca del mandamiento “No odiarás a tu hermano en tu corazón”:
“Aquellos que odian tienden a esconder su odio en su corazón.”
Tenemos aquí una instancia de una de las grandes perspectivas de la Torá, que la conversación es una forma de resolver conflictos, mientras que romper el diálogo suele ser un preludio a una venganza violenta.
El caso clásico es el de Absalón y Amnón, dos medio hermanos que eran hijos del Rey David. En un episodio estremecedor, Amnón viola a la hermana de Absalón, Tamar:
Tamar puso cenizas sobre su cabeza y rasgó la ornamentada túnica que vestía, puso su mano en su cabeza y huyó, sollozando mientras huía.
Y Absalón, su hermano, le dijo: “¿Ha estado tu hermano Amnón contigo? Por ahora, hermana mía, mantente en silencio, él es tu hermano. No te tomes este episodio a pecho.”
Y Tamar permaneció, desolada, en la casa de su hermano Absalón. Cuando el Rey David escuchó todo acerca de este asunto, estaba absolutamente lívido. Y Absalón no dirigía la palabra a Amnón, para bien o para mal, ya que Absalom odiaba a Amnón por haber violado a su hermana Tamar.
Shmuel 2 13:19-22
Absalón guardó silencio por dos años. Entonces invitó a todos los hijos de David a una fiesta en el tiempo de la esquila de ovejas, y ordenó a sus sirvientes que esperaran a que Amnón estuviera ebrio y lo mataran, cosa que hicieron.
El odio crece en el silencio. Lo hizo para Absalón. Lo hizo para los hermanos de Yosef. Antes del final del capítulo, los vemos complotarse para asesinar a Yosef, lo arrojan a un pozo, y finalmente lo venden como esclavo. Es una historia terrible que desemboca directamente en el exilio y la esclavitud de los israelitas en Egipto.
El Talmud (Berajot 26b) usa la frase ein sija ela tefilá, que significa literalmente “la conversación es una forma de plegaria”, porque al abrirnos a otro ser humano, nos preparamos para abrirnos nuestro Otro Divino, que es de lo que se trata la plegaria: una conversación con Dios.
La conversación no resuelve conflictos en sí misma. Dos personas que están abiertas una a la otra pueden tener deseos contradictorios o reclamos contrarios. Puede que simplemente no les guste el otro. No hay una ley de armonía predeterminada en el dominio humano. Pero la conversación significa que reconocemos la humanidad del otro. En el mejor de los casos nos permite intercambiar roles, ver el mundo desde el punto de vista del otro. Piensa cuántos conflictos reales e irresolubles, ya sea en el ámbito personal o político, podrían transformarse si pudiéramos hacer eso.
Al final, Yosef y sus hermanos debieron experimentar un trauma real antes de ser capaces de reconocer la humanidad del otro, y gran parte del resto de su historia – la narrativa más larga en la Torá – se trata simplemente de eso.
El judaísmo trata acerca del Dios que no puede ser visto, sólo puede ser oído; acerca del Dios que creó el universo con palabras y cuyo primer acto de bondad hacia el primer ser humano fue enseñarle a utilizar las palabras. Los judíos, incluso judíos seculares, se han ocupado del lenguaje. Wittgenstein entendió que la filosofía trata acerca del lenguaje.
Levi Strauss vio a las culturas como formas de lenguaje. Noam Chomsky y Steven Pinker fueron pioneros en el instinto del lenguaje. George Steiner ha escrito acerca de traducción y los límites del lenguaje.
Los Sabios fueron elocuentes al hablar de los peligros del lashón hará, “maledicencia”, el poder del lenguaje para fracturar relaciones y destruir la confianza y la buena voluntad. Pero también existe el silencio malvado junto a la maledicencia. No es accidental que al comienzo de la más fatídica historia de rivalidad entre hermanos en Bereshit, el rol – específicamente la falta de – del lenguaje es aludido, en una forma que casi todas las traducciones no han podido captar. Los hermanos de Yosef podrían haberle “hablado con paz” si hubieran estado abiertos, sinceros y dispuestos a comunicarse. El lenguaje se rompió en el preciso momento en que era más necesario.
Las palabras crean, las palabras revelan, las palabras comandan, las palabras redimen. El judaísmo es la religión de las palabras sagradas. Ya que las palabras son un puente angosto que cruza el abismo entre alma y alma, entre dos seres humanos, y entre la humanidad y Dios.
El lenguaje es la redención de la soledad, y lo que arregla las relaciones rotas. Por más doloroso que sea hablar de nuestro dolor, es más peligroso no hacerlo. Yosef y sus hermanos podrían haberse reconciliado más temprano en sus vidas, y así haber evitado ellos mismos, y a su padre y sus descendientes, mucho dolor. Revelar el dolor es el primer paso hacia sanar el dolor.
El habla es el camino a la paz.
¿Puede pensar en un momento en que te haya resultado difícil comunicar tus sentimientos? ¿Tuvo impacto en una relación? ¿Cómo se resolvió esa tensión?
¿Puedes pensar en otros momentos en la Torá en que la comunicación, o la falta de ella, haya tenido un papel crucial en la narrativa?
Si pudieras reimaginar la historia, ¿cómo podrían haber usado los hermanos la comunicación abierta para resolver su conflicto con Yosef?
Terapia del lenguaje
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Desde Vaieshev hasta el final del libro de Bereshit leemos la historia de Yosef y sus hermanos. Desde el principio nos vemos involucrados en un drama de la rivalidad entre hermanos que parece destinado a terminar en tragedia.
Todos los elementos están allí, y comienza con un favoritismo paterno preocupante. Yaakov amaba a Yosef más que a sus otros hijos. La Torá dice que esto se debía a que “le había nacido en su ancianidad.” Pero también sabemos que es porque Yosef era el primogénito de su amada Rajel, quien había sido infértil durante muchos años.
Yaakov le dio a su favoritismo un símbolo visible, una túnica muy ornamentada o un saco de muchos colores que encargó para él. Simplemente ver esta túnica era una provocación constante para los hermanos. Adicionalmente, Yosef traía malos reportes acerca de lo que hacían sus medio hermanos, los hijos de las siervas. Y al llegar al cuarto versículo de la parashá leemos lo siguiente:
¿Cuál es el significado de esta última frase? He aquí alguna de las traducciones estándares:
No podían hablar con él amablemente.
No podían hablar con él pacíficamente.
No podían hablar con él en términos amigables.
Sin embargo, el Rabino Yonatán Eibeschutz reconoció que la construcción de la frase en hebreo es extraña. Literalmente significa “no podían hablarle hacia la paz”. ¿Qué puede significar esto? El Rabino Eibeschutz nos señala al mandamiento en Vaikrá 19:17:
Así es como Maimónides interpreta este mandamiento en relación a las relaciones interpersonales:
El punto del Rabino Eibeschutz es simple. Si los hermanos hubieran sido capaces de hablar con Yosef podrían haberle dicho acerca de su enojo porque él le contaba a su padre acerca de lo que ellos hacían, y de su angustia al ver el abrigo multicolor. Podrían haber hablado francamente acerca de su sentimiento de humillación ante la forma en que su padre favorecía a Rajel por sobre su madre Lea, un favoritismo que ahora es transmitido a una segunda generación. Yosef podría haber llegado a comprender sus sentimientos. Podría haber hecho que él fuera más recatado o al menos más considerado. Pero lo yajlu dabro le shalom. Simplemente no podían hablar. Como escribe Najmánides acerca del mandamiento “No odiarás a tu hermano en tu corazón”:
Tenemos aquí una instancia de una de las grandes perspectivas de la Torá, que la conversación es una forma de resolver conflictos, mientras que romper el diálogo suele ser un preludio a una venganza violenta.
El caso clásico es el de Absalón y Amnón, dos medio hermanos que eran hijos del Rey David. En un episodio estremecedor, Amnón viola a la hermana de Absalón, Tamar:
Absalón guardó silencio por dos años. Entonces invitó a todos los hijos de David a una fiesta en el tiempo de la esquila de ovejas, y ordenó a sus sirvientes que esperaran a que Amnón estuviera ebrio y lo mataran, cosa que hicieron.
El odio crece en el silencio. Lo hizo para Absalón. Lo hizo para los hermanos de Yosef. Antes del final del capítulo, los vemos complotarse para asesinar a Yosef, lo arrojan a un pozo, y finalmente lo venden como esclavo. Es una historia terrible que desemboca directamente en el exilio y la esclavitud de los israelitas en Egipto.
El Talmud (Berajot 26b) usa la frase ein sija ela tefilá, que significa literalmente “la conversación es una forma de plegaria”, porque al abrirnos a otro ser humano, nos preparamos para abrirnos nuestro Otro Divino, que es de lo que se trata la plegaria: una conversación con Dios.
La conversación no resuelve conflictos en sí misma. Dos personas que están abiertas una a la otra pueden tener deseos contradictorios o reclamos contrarios. Puede que simplemente no les guste el otro. No hay una ley de armonía predeterminada en el dominio humano. Pero la conversación significa que reconocemos la humanidad del otro. En el mejor de los casos nos permite intercambiar roles, ver el mundo desde el punto de vista del otro. Piensa cuántos conflictos reales e irresolubles, ya sea en el ámbito personal o político, podrían transformarse si pudiéramos hacer eso.
Al final, Yosef y sus hermanos debieron experimentar un trauma real antes de ser capaces de reconocer la humanidad del otro, y gran parte del resto de su historia – la narrativa más larga en la Torá – se trata simplemente de eso.
El judaísmo trata acerca del Dios que no puede ser visto, sólo puede ser oído; acerca del Dios que creó el universo con palabras y cuyo primer acto de bondad hacia el primer ser humano fue enseñarle a utilizar las palabras. Los judíos, incluso judíos seculares, se han ocupado del lenguaje. Wittgenstein entendió que la filosofía trata acerca del lenguaje.
Levi Strauss vio a las culturas como formas de lenguaje. Noam Chomsky y Steven Pinker fueron pioneros en el instinto del lenguaje. George Steiner ha escrito acerca de traducción y los límites del lenguaje.
Los Sabios fueron elocuentes al hablar de los peligros del lashón hará, “maledicencia”, el poder del lenguaje para fracturar relaciones y destruir la confianza y la buena voluntad. Pero también existe el silencio malvado junto a la maledicencia. No es accidental que al comienzo de la más fatídica historia de rivalidad entre hermanos en Bereshit, el rol – específicamente la falta de – del lenguaje es aludido, en una forma que casi todas las traducciones no han podido captar. Los hermanos de Yosef podrían haberle “hablado con paz” si hubieran estado abiertos, sinceros y dispuestos a comunicarse. El lenguaje se rompió en el preciso momento en que era más necesario.
Las palabras crean, las palabras revelan, las palabras comandan, las palabras redimen. El judaísmo es la religión de las palabras sagradas. Ya que las palabras son un puente angosto que cruza el abismo entre alma y alma, entre dos seres humanos, y entre la humanidad y Dios.
El lenguaje es la redención de la soledad, y lo que arregla las relaciones rotas. Por más doloroso que sea hablar de nuestro dolor, es más peligroso no hacerlo. Yosef y sus hermanos podrían haberse reconciliado más temprano en sus vidas, y así haber evitado ellos mismos, y a su padre y sus descendientes, mucho dolor. Revelar el dolor es el primer paso hacia sanar el dolor.
El habla es el camino a la paz.