Es la pregunta profunda y reverberante en el corazón de Toldot. ¿Por qué Rivka le dijo a Yaakov que engañe a Itzjak y tome la bendición de Esav? Su instrucción es enérgica e imperativa:
“Ahora, hijo mío, escucha con atención y haz lo que te digo: Ve ahora al rebaño y tráeme dos cabras jóvenes seleccionadas, para que pueda preparar una comida sabrosa para tu padre, en la forma en que a él le gusta. A continuación llévala a tu padre para que coma, para que te de tu bendición antes de morir.”
Gén. 27:8-10
La rápida acción de Rivka es extraordinaria. La situación se había desarrollado en ese preciso momento – ella no podría haber sabido de antemano que Itzjak estaba a punto de bendecir a Esav, o que primero pediría carne de venado – y sin embargo su plan era inmediato, detallado y completo. Ella no tenía dudas ni vacilaciones. Estaba determinada a aprovechar el momento. Cuando Yaakov mostró dudas (¿qué pasa si Itzjak se da cuenta de lo que sucede?¿Y si toca mi piel y sabe inmediatamente que no soy Esav?) su respuesta fue breve y directa.
“Hijo mío, deja que la maldición caiga sobre mí. Haz como te digo, ve y tráelos para mí.”
Gén. 27:13
Nuestra pregunta suele ser ¿cómo pudo Yaakov engañar a su padre? Pero la pregunta real es acerca de Rivka. Era su plan, no de él. ¿Cómo pudo considerar permisible [1] engañar a su esposo, [2] privar a Esav de la bendición de su padre, y [3] pedir a Yaakov que realice un acto deshonesto? Por sí mismo, Yaakov no habría concebido semejante plan. Él era un ish tam, que significa “un hombre simple, directo, sencillo, tranquilo e inocente, un hombre íntegro” (Gén. 25:27) Entonces, ¿cómo pudo Rivka hacer lo que hizo?
Hay tres posibles respuestas. La primera: ella amaba a Yaakov (Gén. 25:28). Lo prefería ante Esav, pero sabía que Itzjak sentía lo contrario. Por lo tanto estaba motivada por el instinto maternal. Quería que su hijo amado sea bendecido.
Esta es una respuesta poco probable. Los patriarcas y las matriarcas son modelos a seguir. No estaban motivados por mero instinto o ambición indirecta. Rivka no era Lady Macbeth. Ni era Batsheba, involucrándose en la política de la corte para asegurarse que su hijo, Salomón, heredara el trono de David (ver Reyes I 1). Sería una grave malinterpretación comprender la narrativa de esta forma.
La segunda posibilidad es que ella creía con firmeza que Esav no era la persona adecuada para heredar la bendición. Ella ya había visto cuán rápidamente él había vendido su primogenitura y lo “despreciaba” (Gén. 25:31-34). Ella no creía que un “cazador” y “un hombre del campo” encajara en el patrón del pacto abrahámico. Sabía que esta era una de las razones por las que Dios había elegido a Itzjak en lugar de Ishmael, porque Ishmael estaba destinado a ser “un hombre cual asno salvaje” (Gén. 16:12). Ella sabía que Itzjak amaba a Esav pero sentía – por diferentes razones, dependiendo del comentario que uno siga – que él estaba ciego ante las faltas de su hijo. Era vital para el futuro del pacto que sea encomendado al hijo que tenía las cualidades correctas para vivir de acuerdo a sus elevadas exigencias.
La tercera posibilidad es simplemente que ella estaba guiada por el oráculo que recibió antes del nacimiento de los mellizos:
“Hay en tu vientre dos naciones, y dos pueblos se separarán de tu interior; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al más jóven.”
Gén. 25:23
Yaakov era el más jóven. Por lo tanto, Rivka debe haber asumido que él estaba destinado a recibir la bendición.
Las posibilidades dos y tres tienen sentido, pero sólo a expensa de una pregunta más fundamental. ¿Había compartido Rivka sus pensamientos con Itzjak? Si lo hizo, ¿por qué Itzjak persistió en su intención de bendecir a Esav? Si no lo hizo, ¿por qué no?
Es aquí que debemos volvernos hacia una visión fundamental de Netziv (R. Naftali Zvi Yehuda Berlin, 1816-1893). Lo fascinante es que Netziv hace su comentario no a la parashá de esta semana, sino a la de la semana anterior – la primera vez que Rivka posa sus ojos sobre su futuro esposo. Recordemos que Itzjak no eligió a su esposa. Abraham confió la tarea a su siervo. El siervo y la futura novia se encuentran viajando de regreso en camello, y cuando se están acercando a la tienda de Abraham, Rivka ve una figura en la distancia.
Ahora Itzjak había venido de Beer Lahai Roi, ya que estaba viviendo en el Negev. Salió al campo una tarde a meditar, y cuando levantó la vista, vio camellos acercándose. Rivka también alzó la vista y vio a Itzjak. Se bajó de su camello y preguntó al sirviente, “¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro?” “Él es mi maestro,” respondió el sirviente. Ella tomó su velo y se cubrió."
Gén. 24:62-65
Acerca de esto, Netziv comenta:
“Se cubrió por el asombro y una sensación de ser inadecuada, como si sintiera que no era digna de ser su esposa, y desde entonces esta trpidación se fijó en su mente. Su relación con Itzjak no era la misma que la de Sara con Abraham, o Rajel con Yaakov. Cuando ellas tenían un problema no temían hablar acerca de él. No así con Rivka."
Comentario a Génesis 24:65
Netziv comprendió que en esta descripción del primer encuentro entre Rivka e Itzjak, nada es incidental. El texto enfatiza la distancia en todo sentido. Itzjak está físicamente lejos cuando Rivka lo ve. También está mentalmente lejos: meditando, absorto en sus pensamientos y sus plegarias. Rivka impone su propia distancia al cubrirse con su velo.
La distancia se profundiza aún más. Itzjak es el más abstraído de los patriarcas. Raramente lo vemos como el iniciador de un curso de acción. Los eventos de su vida parecen reflejar los de su padre. La Torá lo asocia con pajad, “miedo” (Gén. 31:42). El misticismo judío lo conecta con guevurá, mejor entendido como “autocontrol.” Este es el hombre que había sido atado como sacrificio en un altar, cuya vida había sido indultada sólo en el último minuto. Itzjak, ya sea por el trauma de ese momento o debido al efecto inhibidor de tener un padre fuerte, es un hombre cuyas emociones son frecuentemente demasiado profundas para ser expresadas en palabras.
No es sorprendente que por un lado ame a Rivka, y a Esav por el otro. Lo que ambos tienen en común es que son muy diferentes a él. Ambos son enérgicos y orientados a la acción. Su “tono natural de resolución” no está “mustio por el pálido matiz del pensamiento.”[1] No resulta sorprendente que Rivka dude antes de hablar con él.
Justo antes del episodio de la bendición, otra escena tiene lugar, aparentemente no relacionada a lo que sigue. Hay hambruna en la tierra. Itzjak y Rivka son forzados a un exilio temporal, de la misma forma en que Abraham y Sara habían sido forzados dos veces antes. Bajo instrucción de Dios, se dirigen a Gerar. Allí, tal como había hecho Abraham, Itzjak hace pasar a su esposa como su hermana, temiendo que lo asesinen para que su esposa pueda ser tomada para el harén real. Algo sucede que revela la verdad:
Cuando Itzjak llevaba allí mucho tiempo, Avimelej rey de los filisteos miró desde su ventana y vio a Itzjak acariciando [metzajek] a su esposa Rivka.
Gén. 26:8
Tendemos a perder el significado de esta escena. Es la única en la que Itzjak es el sujeto del verbo tz-j-k. Sin embargo esta es la raíz del nombre de Itzjak – Yitzjak, que significa “y se reirá.” Es una escena de intimidad entre Itzjak y Rivka. Es el único episodio en el que Itzjak, de alguna forma, es fiel a su nombre. Y sin embargo casi provoca un desastre. Avimelej está furioso porque Itzjak le ocultó la verdad. Es la primera de una serie de disputas con los filisteos.
¿Esto reforzó la creencia de Itzjak de que no se podía relajar? ¿Confirmó la creencia de Rivka de que ella nunca podría ser inequívocamente íntima con su esposo? Quizás así sea, quizás no. Pero el punto de Netziv persiste. Rivka se sintió incapaz de compartir con Itzjak el oráculo que había recibido antes del nacimiento de los mellizos y las dudas que tenían de la propiedad de Esav para recibir la bendición. Su inhabilidad para comunicarse llevó al engaño, que trajo consigo una serie de tragedias, enre ellas el hecho de que Yaakov se vio forzado a huir por su vida, y el contra-engaño perpetrado contra él por su suegro Labán.
Es difícil evitar la conclusión que la Torá nos está transmitiendo: que la comunicación es vital, no importa cuán difícil sea. Rivka actúa en todo momento con los motivos más elevados. Evita molestar a Itzjak por respeto a su introspección y privacidad. Ella no desea desilusionarlo acerca de Esav, el hijo que él ama. Ella no quiere importunarlo con su oráculo, sugiriendo que los dos niños se verían trabados en una lucha durante toda su vida. Y sin embargo la alternativa – el engaño – es peor.
Tenemos aquí una historia de la tragedia de las buenas intenciones. La honestidad y apertura están en el corazón de las relaciones fuertes. Cualesquiera sean los miedos y las trepidaciones, es mejor hablar la verdad que practicar la más noble de las decepciones.
[1] Del soliloquio “Ser o no ser” de Hamlet, acto , escena 1.
¿Crees que hay momentos en los que mentir es aceptable?
¿En qué otro lugar del Tanaj alguien mintió – o engañó – por el bien del bien?
Si fueras Rivka, ¿qué habrías hecho en forma diferente en esta situación?
La tragedia de las buenas intenciones
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Es la pregunta profunda y reverberante en el corazón de Toldot. ¿Por qué Rivka le dijo a Yaakov que engañe a Itzjak y tome la bendición de Esav? Su instrucción es enérgica e imperativa:
La rápida acción de Rivka es extraordinaria. La situación se había desarrollado en ese preciso momento – ella no podría haber sabido de antemano que Itzjak estaba a punto de bendecir a Esav, o que primero pediría carne de venado – y sin embargo su plan era inmediato, detallado y completo. Ella no tenía dudas ni vacilaciones. Estaba determinada a aprovechar el momento. Cuando Yaakov mostró dudas (¿qué pasa si Itzjak se da cuenta de lo que sucede?¿Y si toca mi piel y sabe inmediatamente que no soy Esav?) su respuesta fue breve y directa.
Nuestra pregunta suele ser ¿cómo pudo Yaakov engañar a su padre? Pero la pregunta real es acerca de Rivka. Era su plan, no de él. ¿Cómo pudo considerar permisible [1] engañar a su esposo, [2] privar a Esav de la bendición de su padre, y [3] pedir a Yaakov que realice un acto deshonesto? Por sí mismo, Yaakov no habría concebido semejante plan. Él era un ish tam, que significa “un hombre simple, directo, sencillo, tranquilo e inocente, un hombre íntegro” (Gén. 25:27) Entonces, ¿cómo pudo Rivka hacer lo que hizo?
Hay tres posibles respuestas. La primera: ella amaba a Yaakov (Gén. 25:28). Lo prefería ante Esav, pero sabía que Itzjak sentía lo contrario. Por lo tanto estaba motivada por el instinto maternal. Quería que su hijo amado sea bendecido.
Esta es una respuesta poco probable. Los patriarcas y las matriarcas son modelos a seguir. No estaban motivados por mero instinto o ambición indirecta. Rivka no era Lady Macbeth. Ni era Batsheba, involucrándose en la política de la corte para asegurarse que su hijo, Salomón, heredara el trono de David (ver Reyes I 1). Sería una grave malinterpretación comprender la narrativa de esta forma.
La segunda posibilidad es que ella creía con firmeza que Esav no era la persona adecuada para heredar la bendición. Ella ya había visto cuán rápidamente él había vendido su primogenitura y lo “despreciaba” (Gén. 25:31-34). Ella no creía que un “cazador” y “un hombre del campo” encajara en el patrón del pacto abrahámico. Sabía que esta era una de las razones por las que Dios había elegido a Itzjak en lugar de Ishmael, porque Ishmael estaba destinado a ser “un hombre cual asno salvaje” (Gén. 16:12). Ella sabía que Itzjak amaba a Esav pero sentía – por diferentes razones, dependiendo del comentario que uno siga – que él estaba ciego ante las faltas de su hijo. Era vital para el futuro del pacto que sea encomendado al hijo que tenía las cualidades correctas para vivir de acuerdo a sus elevadas exigencias.
La tercera posibilidad es simplemente que ella estaba guiada por el oráculo que recibió antes del nacimiento de los mellizos:
Yaakov era el más jóven. Por lo tanto, Rivka debe haber asumido que él estaba destinado a recibir la bendición.
Las posibilidades dos y tres tienen sentido, pero sólo a expensa de una pregunta más fundamental. ¿Había compartido Rivka sus pensamientos con Itzjak? Si lo hizo, ¿por qué Itzjak persistió en su intención de bendecir a Esav? Si no lo hizo, ¿por qué no?
Es aquí que debemos volvernos hacia una visión fundamental de Netziv (R. Naftali Zvi Yehuda Berlin, 1816-1893). Lo fascinante es que Netziv hace su comentario no a la parashá de esta semana, sino a la de la semana anterior – la primera vez que Rivka posa sus ojos sobre su futuro esposo. Recordemos que Itzjak no eligió a su esposa. Abraham confió la tarea a su siervo. El siervo y la futura novia se encuentran viajando de regreso en camello, y cuando se están acercando a la tienda de Abraham, Rivka ve una figura en la distancia.
Acerca de esto, Netziv comenta:
Netziv comprendió que en esta descripción del primer encuentro entre Rivka e Itzjak, nada es incidental. El texto enfatiza la distancia en todo sentido. Itzjak está físicamente lejos cuando Rivka lo ve. También está mentalmente lejos: meditando, absorto en sus pensamientos y sus plegarias. Rivka impone su propia distancia al cubrirse con su velo.
La distancia se profundiza aún más. Itzjak es el más abstraído de los patriarcas. Raramente lo vemos como el iniciador de un curso de acción. Los eventos de su vida parecen reflejar los de su padre. La Torá lo asocia con pajad, “miedo” (Gén. 31:42). El misticismo judío lo conecta con guevurá, mejor entendido como “autocontrol.” Este es el hombre que había sido atado como sacrificio en un altar, cuya vida había sido indultada sólo en el último minuto. Itzjak, ya sea por el trauma de ese momento o debido al efecto inhibidor de tener un padre fuerte, es un hombre cuyas emociones son frecuentemente demasiado profundas para ser expresadas en palabras.
No es sorprendente que por un lado ame a Rivka, y a Esav por el otro. Lo que ambos tienen en común es que son muy diferentes a él. Ambos son enérgicos y orientados a la acción. Su “tono natural de resolución” no está “mustio por el pálido matiz del pensamiento.”[1] No resulta sorprendente que Rivka dude antes de hablar con él.
Justo antes del episodio de la bendición, otra escena tiene lugar, aparentemente no relacionada a lo que sigue. Hay hambruna en la tierra. Itzjak y Rivka son forzados a un exilio temporal, de la misma forma en que Abraham y Sara habían sido forzados dos veces antes. Bajo instrucción de Dios, se dirigen a Gerar. Allí, tal como había hecho Abraham, Itzjak hace pasar a su esposa como su hermana, temiendo que lo asesinen para que su esposa pueda ser tomada para el harén real. Algo sucede que revela la verdad:
Tendemos a perder el significado de esta escena. Es la única en la que Itzjak es el sujeto del verbo tz-j-k. Sin embargo esta es la raíz del nombre de Itzjak – Yitzjak, que significa “y se reirá.” Es una escena de intimidad entre Itzjak y Rivka. Es el único episodio en el que Itzjak, de alguna forma, es fiel a su nombre. Y sin embargo casi provoca un desastre. Avimelej está furioso porque Itzjak le ocultó la verdad. Es la primera de una serie de disputas con los filisteos.
¿Esto reforzó la creencia de Itzjak de que no se podía relajar? ¿Confirmó la creencia de Rivka de que ella nunca podría ser inequívocamente íntima con su esposo? Quizás así sea, quizás no. Pero el punto de Netziv persiste. Rivka se sintió incapaz de compartir con Itzjak el oráculo que había recibido antes del nacimiento de los mellizos y las dudas que tenían de la propiedad de Esav para recibir la bendición. Su inhabilidad para comunicarse llevó al engaño, que trajo consigo una serie de tragedias, enre ellas el hecho de que Yaakov se vio forzado a huir por su vida, y el contra-engaño perpetrado contra él por su suegro Labán.
Es difícil evitar la conclusión que la Torá nos está transmitiendo: que la comunicación es vital, no importa cuán difícil sea. Rivka actúa en todo momento con los motivos más elevados. Evita molestar a Itzjak por respeto a su introspección y privacidad. Ella no desea desilusionarlo acerca de Esav, el hijo que él ama. Ella no quiere importunarlo con su oráculo, sugiriendo que los dos niños se verían trabados en una lucha durante toda su vida. Y sin embargo la alternativa – el engaño – es peor.
Tenemos aquí una historia de la tragedia de las buenas intenciones. La honestidad y apertura están en el corazón de las relaciones fuertes. Cualesquiera sean los miedos y las trepidaciones, es mejor hablar la verdad que practicar la más noble de las decepciones.
[1] Del soliloquio “Ser o no ser” de Hamlet, acto , escena 1.
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