El líder como servidor

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“¡Has ido demasiado lejos! Toda la comunidad es santa, todos ellos, y el Eterno está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, se elevan ustedes por encima de la congregación del Eterno?”

Núm. 16:3

Así le habló Koraj a Moshé. Y, en apariencia, Koraj tenía un punto. En el centro de su argumento estaba la idea de igualdad. Y esa, sin duda, es una idea profundamente judía. ¿Acaso no estaba Thomas Jefferson en su momento más bíblico cuando escribió en la Declaración de Independencia: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres son creados iguales”?

Pero, por supuesto, Koraj no decía lo que en verdad pensaba. Afirmaba oponerse a la institución misma del liderazgo, mientras que, al mismo tiempo, deseaba ser líder. “Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”, dice el séptimo mandamiento en Rebelión en la granja, la célebre crítica de George Orwell al estalinismo soviético. Pero ¿qué habría pasado si Koraj realmente hubiera sido sincero? ¿Y si su motivación hubiese sido genuina? A primera vista, hay una lógica poderosa en su planteo. ¿Acaso Dios no llamó a Israel a convertirse en “un reino de sacerdotes y una nación santa”? Es decir, un reino donde cada ciudadano fuese sacerdote; una nación en la cual cada miembro fuese santo. ¿Por qué, entonces, debería existir un grupo de sacerdotes y un Sumo Sacerdote por encima de todos? ¿No dijo el héroe militar Guidón, en la época de los Jueces: “No gobernaré sobre ustedes, ni tampoco mi hijo lo hará. El Eterno gobernará sobre ustedes”? (Jueces 8:23) ¿Por qué, entonces, debía haber un único líder permanente, como Moshé, en lugar del modelo de los Jueces: figuras carismáticas que lideraban al pueblo en momentos de crisis y luego regresaban al anonimato, como Caleb y Pinjás en tiempos de Moshé?

Y en línea con lo dicho por Guidón, ¿acaso el pueblo necesitaba otro líder que no fuera el mismo Dios? El profeta Shmuel advirtió al pueblo sobre los peligros de tener un rey:

“Tomará a sus hijos y los pondrá al servicio de sus carros y caballos, y correrán delante de su carro... Tomará lo mejor de sus campos, viñedos y olivares... Y cuando llegue ese día, clamarán por causa del rey que han elegido, pero el Eterno no los escuchará.”

Sam. I 8:11–18

Aquí encontramos la anticipación bíblica de la famosa máxima de Lord Acton: “El poder tiende a corromper”. ¿Por qué entonces entregar a individuos el poder que, en distintos sentidos, poseían Moshé y Aarón?

El Midrash Tanjumá, citado por Rashi, ofrece un comentario brillante sobre la acusación de Koraj. Relata que Koraj reunió a sus seguidores y desafió a Moshé con una pregunta halájica:

Koraj los vistió con mantos completamente azules y fueron a pararse ante Moshé. Le preguntaron: “¿Un manto completamente azul requiere flecos (tzitzit) o está exento?” Moshé respondió: “Requiere flecos”. Ellos comenzaron a reírse de él: “¿Es posible que un manto de otro color quede exento con solo un hilo azul, y este, hecho por completo de azul, no se exima a sí mismo?”

Tanjuma, Koraj 4; Rashi sobre Bamidbar 16:1

Este comentario es brillante por dos motivos. Primero, conecta el episodio de Koraj con el pasaje inmediatamente anterior: la ley de los tzitzit, al final de la parashá pasada. Esa es la interpretación superficial. Pero más profundamente, el Midrash expone el argumento de fondo de Koraj contra el liderazgo de Moshé y Aarón: “Todo el pueblo es santo; y Dios está entre ellos”. El pueblo es como un manto completamente azul. Así como un manto completamente azul no se necesita un hilo azul adicional para hacerlo más azul, tampoco se necesitan personas más santas como Moshé y Aharón para santificar a un pueblo que ya es santo. En una “nación santa” y “reino de sacerdotes”, la idea de jerarquía de liderazgo es una contradicción en sí misma. Todos son como sacerdotes. Todos son santos. Todos son iguales en dignidad ante Dios. La jerarquía no tiene lugar en un pueblo así.

¿Dónde se equivocó, entonces, Koraj? La respuesta está en la segunda parte de su acusación: “¿Por qué se elevan por encima de la congregación del Eterno?” El error de Koraj fue concebir el liderazgo como una cuestión de estatus. Para él, un líder era alguien superior a los demás: el macho alfa, el jefe, el dominador, aquel ante quien todos se postran, el que manda, el superior, el que dirige. Así funciona el liderazgo en sociedades jerárquicas. Y eso es lo que Koraj dio a entender al acusar a Moshé y Aarón de “elevarse por encima” del pueblo.

Pero ese no es el modelo de liderazgo que enseña la Torá, y ya hemos visto muchas pistas de ello. De Moshé dice el texto:

“El hombre Moshé era muy humilde, más que cualquier otro sobre la faz de la tierra.”

Núm. 12:3

De Aarón y los sacerdotes, en su rol de bendecir al pueblo, dice la Torá:

“Así pondrán Mi nombre sobre los israelitas, y Yo los bendeciré.”

Núm. 6:27

Es decir, los sacerdotes eran meros conductos por los cuales fluía la fuerza Divina. Ni el sacerdote ni el profeta tenían poder o autoridad propios. Eran transmisores de una palabra que no les pertenecía. El profeta hablaba la palabra de Dios para ese tiempo; el sacerdote, para todos los tiempos. Pero ninguno de ellos era el autor de esa palabra. Por eso, la humildad no era una característica de su personalidad, sino la esencia de su función.

Incluso la más mínima insinuación de que actuaban por iniciativa propia, hablando por sí mismos o actuando por cuenta propia, los descalificaba inmediatamente. Eso fue, precisamente, lo que selló el destino de Nadav y Avihu, y más adelante el de Moshé y Aarón, cuando el pueblo se quejó y ellos dijeron: “¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso debemos sacar agua de esta roca para ustedes?” (Núm. 20:10)

Hay muchas interpretaciones sobre lo que salió mal en ese episodio, pero una de ellas, innegable, es que atribuyeron la acción a sí mismos y no a Dios (ver Jizkuní sobre ese versículo).

Incluso un rey en la ley judía – la función que más se asemeja a un estatus – está obligado a ser humilde. Debe portar un rollo de la Torá y leerlo todos los días de su vida, “para que aprenda a temer al Eterno su Dios, a guardar todas las palabras de esta ley y no se eleve sobre sus hermanos” (ver Deut. 17:19–20 y Maimónides, Leyes de Reyes 2:6).

En el judaísmo, el liderazgo no es una cuestión de rango sino de misión. Un líder no es quien se pone por encima de los demás. Eso, en el judaísmo, es una falla moral, no una muestra de grandeza. La ausencia de jerarquía no implica ausencia de liderazgo. Una orquesta sigue necesitando un director. Una obra de teatro, un director. Un equipo, un capitán.

El líder no necesita ser el mejor músico, actor o jugador del grupo. Su rol es otro. Debe coordinar, dar estructura al proyecto común, asegurarse de que todos sigan el mismo guión, que vayan en la misma dirección, que actúen como conjunto y no como un grupo de individualidades desorganizadas. Debe tener una visión y comunicarla. A veces, deberá imponer disciplina. Sin liderazgo, incluso el conjunto de talentos más brillante produce ruido, no música. Y esto no es desconocido en la vida judía, ni en aquel entonces ni ahora.

“En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.”

Jueces 17:6; 21:25

Eso es lo que sucede cuando no hay liderazgo.

La Torá, y el Tanaj en su conjunto, expresa esta idea de forma hermosa y memorable. El mayor honor de Moshé es que se lo llama eved Hashem, “siervo de Dios”. Se lo llama así una vez al morir (Deut. 34:5), y nada menos que dieciocho veces en todo el Tanaj. El único otro personaje con ese título es Yehoshúa, dos veces. En el judaísmo, un líder es un servidor, y liderar es servir. Cualquier otra cosa no es liderazgo en el sentido judío.

Cabe destacar que todos somos siervos de Dios. Así lo afirma la Torá:

“Para Mí son siervos los hijos de Israel; son Mis siervos, a quienes saqué de la tierra de Egipto.”

Lev. 25:55

Esto no significa que Moshé fuese distinto a lo que todos estamos llamados a ser. Significa que él lo encarnó en el grado más alto. Cuanto menos ‘yo’ hay en quien sirve a Dios, más presencia divina puede haber en él. Moshé fue el máximo ejemplo del principio de Rabí Yojanán: “Donde encuentres humildad, allí encontrarás grandeza.”

Una de las características más tristes del judaísmo es que a menudo olvidamos que muchas de las grandes ideas que el mundo adoptó son, en realidad, nuestras. Esto también sucede con el concepto de “líder como servidor”, un término y una teoría asociados a Robert K. Greenleaf (1904–1990). Greenleaf lo derivó de una novela de Hermann Hesse con tintes budistas, y en realidad el concepto judío es distinto. Para Greenleaf, el líder es el servidor de aquellos a quienes lidera. En el judaísmo, el líder es servidor de Dios, no del pueblo; pero tampoco es su amo. Solo Dios lo es. Tampoco está por encima del pueblo: él y ellos son iguales. Es simplemente su maestro, su guía, su abogado, su defensor. Su tarea es recordarles constantemente su vocación e inspirarlos a ser fieles a ella.

En el judaísmo, el liderazgo no se trata de popularidad:

“Si un sabio es amado por la gente de su ciudad, no es porque sea brillante, sino porque no los reprende en asuntos del cielo.”

Ketuvot 105b

Y un verdadero líder no desea el cargo. Casi sin excepción, los grandes líderes del Tanaj fueron reacios a asumir el liderazgo. Rabán Gamliel lo resumió cuando dijo a dos Sabios a quienes quería designar como líderes:

“¿Acaso creen que les ofrezco una posición de poder? Les ofrezco avdut, la oportunidad de servir.”

Horaiot 10a-b

Ese fue, entonces, el error de Koraj. Pensó que los líderes eran aquellos que se elevaban sobre la comunidad. Y tenía razón en decir que ese tipo de gobernante no tiene lugar en el judaísmo. Todos estamos llamados a ser siervos de Dios. El liderazgo no es cuestión de estatus, sino de función. Sin tzitzit, un manto azul es solo un manto, no una vestimenta sagrada. Sin liderazgo, el pueblo judío es solo un pueblo, un grupo étnico, no una nación santa. Y sin recordatorios constantes de que somos una nación santa, ¿en qué podríamos convertirnos, y para qué?eople is just a people, an ethnic group, not a holy nation. And without reminders that we are a holy nation, who then will we become, and why?


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Qué cualidades hacen que una persona sea un buen líder, en tu opinión?
  2. ¿Puedes pensar en un líder bíblico que empezó bien pero perdió el rumbo? ¿Qué fue lo que ocurrió?
  3. ¿Cómo podemos discernir si alguien está sirviendo a Dios o a sí mismo?

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