El Dios de la creación y la Tierra de Israel

בראשית

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Bereshit

Hay momentos en que un texto antiguo parece hablarnos más directamente al lugar donde nos encontramos hoy que al tiempo en el que fue escrito. Hay pocos lugares donde esto ha sido más verdadero que en el famoso primer comentario de Rashi a la Torá, a las palabras “En el principio, creó Dios…”[1] Escuchemos el comentario completo:

Rabi Itzjak dijo: La Torá debería haber comenzado con el versículo, “Este mes será para ustedes el primero de los meses” (Éxodo 12:2) que fue el primer mandamiento entregado a todo Israel. ¿Por qué comenzó con “En el principio”? Comenzó así porque quería transmitir la idea contenida en el versículo “El poder de Sus actos dio a conocer a Su pueblo, para darles la herencia de las naciones.” Para que si las naciones del mundo dijeran a Israel “Son ladrones porque tomaron por la fuerza la tierra de siete naciones”, Israel pueda responderles “Todo el mundo pertenece al Santo Bendito Sea. Él lo creó y se los entregó a ellos, y por Su voluntad Él lo tomó de ellos y nos lo entregó a nosotros.”(Rashi a Bereshit 1:1)

Rashi podría haber estado hablándonos directamente a nosotros hoy, en nuestra era de anti-sionismo, boicots, sanciones y desinversiones contra Israel (BDS), e incluso un creciente cuestionamiento del derecho a existir del Estado.

Rashi (1040-1105) vivió en Troyes, en el norte de Francia, en un tiempo en el que la posición de los judíos bajo la autoridad crisitiana estaba comenzando a deteriorarse severamente. Vivió el evento más traumático de ese período, la masacre de las comunidades judías en Lorraine al comienzo de la Primera Cruzada en 1096. En aquellos días, los judíos eran perseguidos y se encontraban desvalidos. No tenían una esperanza realista de un retorno inminente a la tierra.

Acerca de la lógica de la interpretación de Rabi Itzjak, parece forzada. ¿Por qué la Torá comienza con la Creación? Porque es fundamental para la fe judía. Rabi Itzjak parece argumentar que ya que la Torá es principalmente un libro de mandamientos, debería comenzar con el primer mandamiento – al menos de aquellos dados a los israelitas como una entidad colectiva. Pero claramente no todo en la Torá es mandamiento. Mucho de ella es narrativa. Entonces la pregunta de Rabi Itzjak es extraña.

También lo es su respuesta. ¿Por qué relacionar la creación a un desafío al derecho de los israelitas a poseer la Tierra? Por qué, si el interés de Rabi Itzjak se centra exclusivamente en los mandamientos, no dar la respuesta halájicamente obvia: la historia de la Creación es relatada para explicar el mandamiento de cuidar el Shabat. Considerándolo así, resulta desconcertante.

Sin embargo, la postura de Rabi Itzjak establece un punto extremadamente coherente. Hace algunos años, un estudioso secular, David Clines, escribió un libro titulado The Theme of the Pentateuch. Su conclusión fue que el tema dominante en los Cinco Libros de Moshé es la promesa de la tierra. Ese es ciertamente el caso. Hay subtemas, pero este domina a todos los otros.

Siete veces en Bereshit, Dios promete la tierra a Abraham, una a Itzjak, y tres veces a Yaakov. El resto de los libros mosaicos, desde el comienzo de Éxodo cuando Moshé escucha acerca de “la tierra de la que mana leche y miel,” hasta el final de Deuteronomio, cuando la ve a lo lejos, tratan acerca de Israel, el destino final de la travesía judía.

Hay una regla fundamental de la forma literaria. Chekhov dijo: si hay un arma en escena en el primer acto de una obra, debe ser parte de la trama o no debe estar ahí en primer lugar. Si la trama central de los libros mosaicos es la promesa de la Tierra, el comienzo debe estar relacionado a ella de alguna manera. Por lo tanto el punto de Rabi Itzjak: la narrativa de la Creación debe tener relación con la Tierra de Israel. Cuál podría ser esta relación sino señalar que la promesa en virtud de la cual el pueblo judío tiene derecho a la tierra proviene de la fuente más alta concebible, el soberano del universo, el Autor de todo.

Tan pronto como hemos dicho esto que surge una pregunta obvia. ¿Por qué una religión debe estar atada a una tierra? Suena absurdo, especialmente en el contexto del monoteísmo. Ciertamente se puede servir al Dios de todos los lugares en cualquier lugar.

También aquí Rabi Itzjak nos guía en la dirección correcta. Nos recuerda el primer mandamiento dado a los israelitas como pueblo, cuando estaban por salir de Egipto.

“Este mes será para ustedes el principio de los meses; el comienzo del año, este mes será para tí.”

Éxodo 12:2

El judaísmo no se trata principalmente de la salvación personal, la relación entre el individuo y Dios en los lugares más íntimos del alma. Se trata de la redención colectiva, acerca de cómo crear una sociedad que sea opuesta a la del antiguo Egipto, donde el fuerte esclavizaba al débil. La Torá es el plano de una sociedad en la cual mi libertad no es obtenida a costa de la tuya, una sociedad en la que gobierna la justicia, y donde cada individuo es reconocido como portador de la imagen de Dios. Se trata acerca de las verdades que Thomas Jefferson llamó auto-evidentes, “que todos los hombres son creados iguales, que fueron dotados por su Creador de ciertos Derechos inalienables”. Se trata de lo que quiso significar John F. Kenedy cuando habló de “la creencia de que los derechos humanos no provienen de la generosidad del estado, sino de la mano de Dios.”

Somos animales sociales. Por lo tanto encontramos a Dios en la sociedad. Eso es lo que descubrimos cuando reflexionamos acerca de la estructura básica de los muchos mandamientos de la Torá. Incluyen leyes acerca de la administración de justicia, como conducirse en la guerra, la propiedad de la tierra, las relaciones entre empleador y empleado, el bienestar de los pobres, la cancelación periódica de las deudas, en pocas palabras, una estructura legislativa completa para la creación de lo que el Rabino Aharón Lichtenstein llamó ‘beatitud social’.

Las leyes dan forma a una sociedad, y una sociedad necesita un espacio. Una sociedad necesita un espacio sagrado, una tierra santa. Por lo tanto, los judíos y el judaísmo necesitan su propia tierra.

Durante cuatro mil años, muchos de los cuales los judíos vivieron en el exilio, el pueblo del pacto estuvo disperso por todo el mundo. No existe una tierra en la que los judíos nunca hayan vivido. Sin embargo, durante todos estos siglos, sólo hubo una tierra donde ellos podían hacer lo que prácticamente todas las demás naciones dan por sentado: crear su propia sociedad de acuerdo a sus propias creencias.

La premisa de la Torá es que debe poder encontrarse a Dios en un lugar en particular si es que se Lo puede encontrar en todo lugar en general. De la misma forma en que en la narrativa de la Creación el Shabat es un tiempo sagrado, en toda la Torá, Israel es un espacio sagrado. Es por esto que, en el judaísmo, la religión está ligada a la tierra, y la tierra está ligada a la religión.

Pero ahora llegamos a la parte más desconcertante del comentario de Rabi Itzjak. Recordemos lo que dijo:

“Si alguien cuestionara el derecho del pueblo judío a la Tierra de Israel,  el pueblo judío puede responder “Dios creó el universo. Él dividió el mundo en muchas tierras, idiomas y paisajes. Y una tierra pequeña Él la entregó al pueblo judío. Ese es nuestro título de propiedad de la Tierra.”

¿Cómo puede Rabi Itzjak pensar que esto es una respuesta válida? Casi inevitablemente, alguien que desafía el dercho del pueblo judío a la Tierra de Israel no creerá en el Dios de Israel. Entonces, ¿cómo puede una referencia al Dios de Israel defender el caso de Israel?

Irónicamente, conocemos la respuesta a esa pregunta. Hoy la gran mayoría de los que cuestionan el derecho a existir de Israel creen en el Dios de Israel, es decir, el Dios de Abraham. Pertenecen a la gran familia de religiones que conocemos como monoteísmos abrahamicos.

Para ellos, debe decir humildemente: cuando se trata de un conflicto político, permítanos buscar una solución política. Trabajemos juntos para conseguir la paz. Pero cuando se trata de religión, no olvidemos que sin el judaísmo, no había cristianismo ni islam. A diferencia del cristianismo y el islam, el judaísmo nunca intentó convertir al mundo y nunca creó un imperio. Todo lo que buscó fue una pequeña tierra, prometida a los Hijos de Israel por el Creador del universo, en quien todos creen, judíos, cristianos y musulmanes.

Tristemente Rabi Itzjak estaba en lo cierto, y Rashi tenía razón en citarlo al comienzo de su comentario a la Torá. El derecho del pueblo judío a la tierra sería desafiado, por personas que dicen adorar al mismo Dios. Ese mismo Dios nos convoca hoy a la dignidad de la persona humana, la santidad de la vida humana, y el imperativo de la paz. Y ese mismo Dios nos dice que en un mundo de 82 naciones cristianas y 56 musulmanas, existe lugar para un pequeño estado judío.


[1] Este ensayo fue escrito originalmente por el Rabino Sacks en Septiembre de 2010. Años más tarde cuando comenzó su traducción de la Torá completa, ofreció una nueva y radical traducción de la primera frase de la Torá: Bereshit bará Elokim… – “Cuando Dios comenzó a crear…”. La traducción completa del Rabino Sacks está disponible en el Tanaj Koren: Edición Magerman.


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  1. ¿Qué podemos aprender conociendo la forma en que Dios creó el mundo?
  2. ¿Crees que hay una diferencia entre el judaísmo practicado en la diáspora y el practicado por aquellos que viven en la Tierra de Israel?
  3. ¿Crees que el Estado de Israel es hoy en día “una sociedad opuesta a la del antiguo Egipto”?

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