El diccionario define epifanía como “una manifestación espontánea de la esencia o el significado de algo; la comprensión o percepción de la realidad a través de una toma de conciencia espontánea e intuitiva.” Esta es la historia de una epifanía que experimenté un día de Mayo de 2001, y cambió mi percepción del destino judío.
Era Shavuot y estábamos en Jerusalem. Habíamos ido a almorzar a la casa de un ex-líder laico de una gran comunidad en la diáspora. En la mesa también estaba presente un diplomático israelí, junto a uno de los líderes de la comunidad judía de Canadá.
La conversación derivó a la entonces próxima – ahora notoria – Conferencia contra el racismo de las Naciones Unidas en Durban. Aunque la conferencia no tendría lugar hasta agosto de ese año, ya sabíamos que, tanto la conferencia como el encuentro de ONGs que se llevaría a cabo en paralelo, se tornaría en una diatriba contra Israel, marcando una nueva fase en el ataque contra su legitimidad.
El diplomático, notando que la conversación había tomado un tono pesimista, y siendo un hombre religioso, intentó reconfortarnos. “Fue siempre así,” dijo, y a continuación citó la famosa frase: “Somos un ‘am levadad ishkon’, el pueblo que vive solo.”
Proviene de la parashá de esta semana. Bilaam, contratado para maldecir al pueblo judío, en cambio lo bendice repetidas veces. En su primera declaración le dice a Balak, rey de Moab:
“¿Cómo puedo maldecir aquellos a quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo puedo denunciar a quien Dios no ha denunciado? Desde la cima de la roca los veo, y desde los montes contemplo hacia abajo: un pueblo que vive solo, no reconocido entre las naciones.”
Núm. 23:8-9
Al escuchar estas palabras en ese contexto, experimenté una explosión de luz en el cerebro. De repente me di cuenta cuán peligrosa es esta frase, y cuán cerca se arriesga de ser una profecía autocumplida. Si te defines como el pueblo que vive solo, es muy probable que te encuentres solo. Ese no es un lugar seguro.
“¿Estás seguro,” dije al diplomático, “que esto fue una bendición, no una maldición? Recuerda quién lo dijo. Fue Bilaam, y no es conocido por ser un amigo de los judíos.” Bilaam es mencionado en la Mishná (Sanedrín 10:2) como una de las personas que no tendrán su parte en el mundo venidero. Habiendo fracasado al intentar maldecir a los israelitas, eventualmente les hizo gran daño (Núm. 31:16).
“Recuerda,” continué, “que el Talmud dice en Sanedrín (105b), que todas las bendiciones con las que Bilaam bendijo al pueblo judío se convirtieron en maldiciones con la única excepción de la frase ‘Cuán buenas son tus tiendas Yaakov, tus casas Oh Israel.’” (Núm. 24:5). Los Rabinos sugirieron que Bilaam fue ambiguo en su discurso en forma deliberada, para que sus palabras pudieran ser interpretadas como bendiciones pero también con otro significado más oscuro.
“Tampoco,” dije, “badad, estar solo, es un buen lugar para estar según la Torá. La primera vez que las palabras “no fue bueno” aparecen en la Torá es en la frase lo tov heit ha-adam levado, ‘No es bueno para el hombre estar solo’ (Gén. 2:18). Acerca de un leproso, la Torá dice: badad yeshev mijutz lamajané moshavó, ‘Vivirá solo, fuera del campamento.’ (Lev. 13:46). Cuando el libro de las Lamentaciones busca describir la tragedia que ha alcanzado al pueblo judío dice Eijá yashvá vadad ha-ir rabati am, ‘Cuán solitaria está la ciudad que una vez estuvo llena de gente’ (Lam. 1:1). Excepto en conexión con Dios, estar solo es raramente una bendición.
Lo que vi repentinamente, al escuchar al diplomático intentando reconfortarnos, es cuál peligrosa se ha vuelto esta auto-definición del judaísmo. Parecia resumir la condicion judia a la luz del antisemitismo y el Holocausto. Pero no es así como los comentaristas comprendieron esta frase. Rashi dice que significa que los judios son indestructibles. Ibn Ezra dice que significa que no se asimilarán. Ramban dice que significa que mantienen su propia integridad. No significa que están destinados a estar aislados, sin aliados ni amigos. Eso no es una bendición sino una maldición. Eso no es un destino, mucho menos una identidad.
Ser judío es ser amado por Dios, no odiado por los gentiles. Nuestros ancestros fueron llamados a ser “un reino de sacerdotes y una nación santa.” La palabra kadosh, “santo”, significa apartar. Pero hay una diferencia profunda entre estar apartado y estar solo.
Los líderes están apartados, pero no están solos. Si realmente estuvieran solos, no podrían ser líderes. Atletas, escritores, actores, cantantes, pianistas pueden vivir apartados cuando están preparándose para una gran actuación, pero no están solos. Su apartamiento tiene un propósito. Les permite enfocar sus energías, perfeccionar y refinar sus habilidades. No es una condición existencial, un aislamiento elegido y deseado.
No hay en la Torá una sugerencia de que los judios vivirán solos. Dios le dice a Abraham: “A través de ti todas las familias de la tierra serán bendecidas.” Abraham era diferente de sus vecinos, pero peleo por ellos y rezo por ellos. Estaba apartado pero no solo.
Desde hace algún tiempo – la conferencia de Durban fue una señal de esto – Israel y los judios de la diáspora han enfrentado un creciente aislamiento. Israel ha sido objeto de una campaña de deslegitimación sostenida. Mientras tanto, la shejita está bajo ataque en Holanda, y el brit milá en San Francisco. Las batallas que creíamos ganadas por la libertad de vivir como judíos, individualmente en la diáspora, nacionalmente y colectivamente en el Estado de Israel, deben ser peleadas nuevamente.
Estas son batallas importantes, buenas batallas, cuyo resultado va a afectar más que sólo a los judíos. En tiempos antiguos, Israel era una nación pequeña rodeada de grandes imperios. En la Edad Media, los judíos eran la minoría más llamativa en una Europa cristiana. Hoy el Estado de Israel es un enclave vulnerable en un Medio Oriente predominantemente musulmán.
Los judíos han tenido por mucho tiempo el rol de “otro”, aquel que no cabe en el paradigma predominante, la fe la mayoría, la cultura prevaleciente. Uno de los temas centrales del judaísmo es la dignidad del disenso. Los judíos discuten, desafían, cuestionan. A veces a Dios Mismo. Es por eso que el destino de los judíos en un cierto tiempo y lugar es el mejor indicador de la libertad en ese tiempo y lugar.
No es accidental que la historia de Abraham comienza inmediatamente a continuación del recuento bíblico de la Torre de Babel, que comienza con las palabras, “El mundo entero tenía un idioma y una lengua común.” El Rabino Naftali Zvi Yehuda Berlin (Netziv) dice que esto significa que no había disenso. Había una uniformidad de opinión forzada. Tal sociedad no deja lugar al diálogo, debate, desacuerdos y diferencias, esenciales para la libertad.
Entonces, cuando los judíos luchan por el derecho a ser, ya sea como nación en su hogar histórico, o como grupo religioso en otras sociedades, no pelean por su propio bien sino por la libertad de la humanidad como un todo. Fue el escritor católico Paul Johnson quien escribió que los judíos son “ejemplos y epítomes de la condición humana. Parecen presentar todos los dilemas inevitables del hombre en una forma elevada y clarificada… Parece que el rol de los judíos es enfocar y dramatizar estas experiencias comunes de la humanidad, y convertir su destino particular en una moraleja universal.”
Mientras nos preparamos para nuestra próxima batalla por la libertad, es de vital importancia que no creamos de antemano que estamos destinados a estar solos, a encontrarnos son aliados y sin amigos, confrontando a un mundo que no nos comprende ni está predispuesto a darnos un lugar en el cual vivir nuestra fe y dar forma a nuestro futuro con lealtad a nuestro pasado. Si estamos convencidos que fracasaremos, probablemente lo hagamos. Es por eso que los Rabinos sugirieron que las palabras de Bilam no necesariamente tenían buenas intenciones.
Ser diferentes no es necesariamente estar solos. De hecho, solo siendo lo que somos en forma única podemos contribuir a la humanidad lo que sólo nosotros podemos dar. Singular, distintivo, contracultural – sí: esas son partes de la condición judía. Pero, ¿solo? No. Eso no es una bendición, es una maldición.
¿Cuál es la diferencia entre estar apartado y estar sólo según el Rabino Sacks?
¿Qué crees que podemos aprender acerca del aislamiento, y enfrentar desafíos de este ensayo?
¿Un pueblo que vive solo?
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El diccionario define epifanía como “una manifestación espontánea de la esencia o el significado de algo; la comprensión o percepción de la realidad a través de una toma de conciencia espontánea e intuitiva.” Esta es la historia de una epifanía que experimenté un día de Mayo de 2001, y cambió mi percepción del destino judío.
Era Shavuot y estábamos en Jerusalem. Habíamos ido a almorzar a la casa de un ex-líder laico de una gran comunidad en la diáspora. En la mesa también estaba presente un diplomático israelí, junto a uno de los líderes de la comunidad judía de Canadá.
La conversación derivó a la entonces próxima – ahora notoria – Conferencia contra el racismo de las Naciones Unidas en Durban. Aunque la conferencia no tendría lugar hasta agosto de ese año, ya sabíamos que, tanto la conferencia como el encuentro de ONGs que se llevaría a cabo en paralelo, se tornaría en una diatriba contra Israel, marcando una nueva fase en el ataque contra su legitimidad.
El diplomático, notando que la conversación había tomado un tono pesimista, y siendo un hombre religioso, intentó reconfortarnos. “Fue siempre así,” dijo, y a continuación citó la famosa frase: “Somos un ‘am levadad ishkon’, el pueblo que vive solo.”
Proviene de la parashá de esta semana. Bilaam, contratado para maldecir al pueblo judío, en cambio lo bendice repetidas veces. En su primera declaración le dice a Balak, rey de Moab:
Al escuchar estas palabras en ese contexto, experimenté una explosión de luz en el cerebro. De repente me di cuenta cuán peligrosa es esta frase, y cuán cerca se arriesga de ser una profecía autocumplida. Si te defines como el pueblo que vive solo, es muy probable que te encuentres solo. Ese no es un lugar seguro.
“¿Estás seguro,” dije al diplomático, “que esto fue una bendición, no una maldición? Recuerda quién lo dijo. Fue Bilaam, y no es conocido por ser un amigo de los judíos.” Bilaam es mencionado en la Mishná (Sanedrín 10:2) como una de las personas que no tendrán su parte en el mundo venidero. Habiendo fracasado al intentar maldecir a los israelitas, eventualmente les hizo gran daño (Núm. 31:16).
“Recuerda,” continué, “que el Talmud dice en Sanedrín (105b), que todas las bendiciones con las que Bilaam bendijo al pueblo judío se convirtieron en maldiciones con la única excepción de la frase ‘Cuán buenas son tus tiendas Yaakov, tus casas Oh Israel.’” (Núm. 24:5). Los Rabinos sugirieron que Bilaam fue ambiguo en su discurso en forma deliberada, para que sus palabras pudieran ser interpretadas como bendiciones pero también con otro significado más oscuro.
“Tampoco,” dije, “badad, estar solo, es un buen lugar para estar según la Torá. La primera vez que las palabras “no fue bueno” aparecen en la Torá es en la frase lo tov heit ha-adam levado, ‘No es bueno para el hombre estar solo’ (Gén. 2:18). Acerca de un leproso, la Torá dice: badad yeshev mijutz lamajané moshavó, ‘Vivirá solo, fuera del campamento.’ (Lev. 13:46). Cuando el libro de las Lamentaciones busca describir la tragedia que ha alcanzado al pueblo judío dice Eijá yashvá vadad ha-ir rabati am, ‘Cuán solitaria está la ciudad que una vez estuvo llena de gente’ (Lam. 1:1). Excepto en conexión con Dios, estar solo es raramente una bendición.
Lo que vi repentinamente, al escuchar al diplomático intentando reconfortarnos, es cuál peligrosa se ha vuelto esta auto-definición del judaísmo. Parecia resumir la condicion judia a la luz del antisemitismo y el Holocausto. Pero no es así como los comentaristas comprendieron esta frase. Rashi dice que significa que los judios son indestructibles. Ibn Ezra dice que significa que no se asimilarán. Ramban dice que significa que mantienen su propia integridad. No significa que están destinados a estar aislados, sin aliados ni amigos. Eso no es una bendición sino una maldición. Eso no es un destino, mucho menos una identidad.
Ser judío es ser amado por Dios, no odiado por los gentiles. Nuestros ancestros fueron llamados a ser “un reino de sacerdotes y una nación santa.” La palabra kadosh, “santo”, significa apartar. Pero hay una diferencia profunda entre estar apartado y estar solo.
Los líderes están apartados, pero no están solos. Si realmente estuvieran solos, no podrían ser líderes. Atletas, escritores, actores, cantantes, pianistas pueden vivir apartados cuando están preparándose para una gran actuación, pero no están solos. Su apartamiento tiene un propósito. Les permite enfocar sus energías, perfeccionar y refinar sus habilidades. No es una condición existencial, un aislamiento elegido y deseado.
No hay en la Torá una sugerencia de que los judios vivirán solos. Dios le dice a Abraham: “A través de ti todas las familias de la tierra serán bendecidas.” Abraham era diferente de sus vecinos, pero peleo por ellos y rezo por ellos. Estaba apartado pero no solo.
Desde hace algún tiempo – la conferencia de Durban fue una señal de esto – Israel y los judios de la diáspora han enfrentado un creciente aislamiento. Israel ha sido objeto de una campaña de deslegitimación sostenida. Mientras tanto, la shejita está bajo ataque en Holanda, y el brit milá en San Francisco. Las batallas que creíamos ganadas por la libertad de vivir como judíos, individualmente en la diáspora, nacionalmente y colectivamente en el Estado de Israel, deben ser peleadas nuevamente.
Estas son batallas importantes, buenas batallas, cuyo resultado va a afectar más que sólo a los judíos. En tiempos antiguos, Israel era una nación pequeña rodeada de grandes imperios. En la Edad Media, los judíos eran la minoría más llamativa en una Europa cristiana. Hoy el Estado de Israel es un enclave vulnerable en un Medio Oriente predominantemente musulmán.
Los judíos han tenido por mucho tiempo el rol de “otro”, aquel que no cabe en el paradigma predominante, la fe la mayoría, la cultura prevaleciente. Uno de los temas centrales del judaísmo es la dignidad del disenso. Los judíos discuten, desafían, cuestionan. A veces a Dios Mismo. Es por eso que el destino de los judíos en un cierto tiempo y lugar es el mejor indicador de la libertad en ese tiempo y lugar.
No es accidental que la historia de Abraham comienza inmediatamente a continuación del recuento bíblico de la Torre de Babel, que comienza con las palabras, “El mundo entero tenía un idioma y una lengua común.” El Rabino Naftali Zvi Yehuda Berlin (Netziv) dice que esto significa que no había disenso. Había una uniformidad de opinión forzada. Tal sociedad no deja lugar al diálogo, debate, desacuerdos y diferencias, esenciales para la libertad.
Entonces, cuando los judíos luchan por el derecho a ser, ya sea como nación en su hogar histórico, o como grupo religioso en otras sociedades, no pelean por su propio bien sino por la libertad de la humanidad como un todo. Fue el escritor católico Paul Johnson quien escribió que los judíos son “ejemplos y epítomes de la condición humana. Parecen presentar todos los dilemas inevitables del hombre en una forma elevada y clarificada… Parece que el rol de los judíos es enfocar y dramatizar estas experiencias comunes de la humanidad, y convertir su destino particular en una moraleja universal.”
Mientras nos preparamos para nuestra próxima batalla por la libertad, es de vital importancia que no creamos de antemano que estamos destinados a estar solos, a encontrarnos son aliados y sin amigos, confrontando a un mundo que no nos comprende ni está predispuesto a darnos un lugar en el cual vivir nuestra fe y dar forma a nuestro futuro con lealtad a nuestro pasado. Si estamos convencidos que fracasaremos, probablemente lo hagamos. Es por eso que los Rabinos sugirieron que las palabras de Bilam no necesariamente tenían buenas intenciones.
Ser diferentes no es necesariamente estar solos. De hecho, solo siendo lo que somos en forma única podemos contribuir a la humanidad lo que sólo nosotros podemos dar. Singular, distintivo, contracultural – sí: esas son partes de la condición judía. Pero, ¿solo? No. Eso no es una bendición, es una maldición.
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