La Torá habla esta semana acerca de los reyes, y de las tres cosas a las que estaba expuesto un rey en el mundo antiguo. Un rey, dice, no debe acumular muchos caballos, muchas esposas ni mucha riqueza. (Tres trampas en las cuales, siglos más tarde, cayó el Rey Salomón.) Luego la Torá entrega el mandamiento de que todo rey de Israel debe escribir un Sefer Torá y llevarlo siempre con él, “para aprender a temer al Señor su Dios y seguir cuidadosamente todas las palabras de esta ley y sus decretos, y no sentirse superior a sus hermanos ni apartarse de la ley hacia la derecha o la izquierda.” (Devarim 17:18-20)
Si a un rey, a quien todos deben honrar, se le ordena ser humilde – “no sentirse superior a su pueblo” – ¡cuánto más debemos serlo nosotros!. Esta es una de las revoluciones genuinas que trajo el judaísmo a la espiritualidad. La idea de que un rey en el mundo antiguo debía ser humilde hubiera sido motivo de risa en ese tiempo. Podemos ver aún hoy, en las ruinas y reliquias de la Mesopotamia y Egipto, una serie casi interminable de monumentos creados por la vanidad de los gobernantes en honor a ellos mismos. Ramsés II tenía cuatro estatuas suyas y dos de la reina Nefertiti colocadas en el frente del templo en Abu Simbel. Con sus 10 metros, tenían casi el doble de altura que la de la estatua de Lincoln en Washington.
Este es un claro ejemplo de cómo la espiritualidad hace que sea diferente la forma de actuar, sentir y pensar. Creer que nos paramos ante la presencia de un Dios significa que no somos el centro de nuestro mundo. Dios es.
“Yo soy polvo y cenizas” dijo Abraham, el padre de la fe. “¿Quién soy yo?” se preguntó Moshé, el más grande de los profetas. Fue precisamente en el momento que Abraham dijo ser de polvo y ceniza, que desafió a Dios por el castigo propuesto a Sodoma y a las ciudades de la llanura. Fue Moshé, el más humilde de los hombres, el que urgió a Dios a perdonar al pueblo, y si no, “Bórrame del libro que Tú has escrito.” (Shemot 32:32) Estos han sido algunos de los espíritus más valientes que ha producido la humanidad.
Hay una diferencia fundamental entre las dos palabras en hebreo: anavá, “humildad” y shiflut “autodegradación”. Son tan distintas que Rambam definió a la humildad como la condición que está a mitad de camino entre shiflut y el orgullo. La humildad no significa una autovaloración disminuida. Eso es shiflut. La humildad implica tener la suficiente seguridad en uno mismo como para no necesitar el reaseguro de otros. Significa no tener la urgencia de demostrarse a uno mismo ser más capaz, más inteligente, más dotado o más exitoso que otros. Tener seguridad por estar viviendo con el amor de Dios. Él tiene fe en ti aunque tú no la tengas. No necesitas compararte con otros. Tienes tu tarea, otros tienen la de ellos, y eso te lleva a cooperar, no a competir. Eso significa que puedes ver a otras personas y valorarlas por lo que son. Si tienes seguridad en ti mismo, podrás valorar a los demás. Si confías en tu identidad podrás apreciar a las personas que no son como tú.
Cuando colocamos al yo en el centro de nuestro universo, eventualmente transformaremos a todo y a todos en un medio para nuestros fines. Eso los disminuye a ellos, lo cual nos disminuye a nosotros. La humildad significa vivir a la luz de lo que es más grande que yo. Cuando Dios es el centro de nuestras vidas, nos abrimos a la gloria de la creación y la belleza de las otras personas. Cuanto más pequeño el yo, más amplio es el espacio de nuestro mundo.
¿Por qué un rey (o cualquier otro líder) necesitaría la ley de escribir un rollo de la Torá?
¿Por qué existe el riesgo de que demasiada humildad lleve a la shifu (autodegradación)? ¿Cómo podemos evitarlo?
¿Cómo nos ayuda a ser humildes poner a Dios en el centro de nuestras vidas?
No se trata de tí
Por El Rabino Josh Spinner
Hace muchos años, fui a reunirme con el gran posekhalajá y maestro, el Rabino David Feinstein zt’’l. Esperaba poder estudiar en su yeshivá, deseando prepararme para una vida acerca jóvenes judíos al judaísmo en Europa. Estaba nervioso por la reunión, sabiendo que el Rabino Feinstein era tan importante, y estaba por ocupar parte de su tiempo contándole mi historia.
Una hora más tarde, salí de la oficina del Rabino Feinstein, convencido de que había conocido a una persona excepcionalmente conversadora. Habíamos discutido muchos temas, aparentemente de interés mutuo. Me sentí contento y completamente tranquilo, a pesar de que me pregunté si tendría tiempo para estudiar lo suficiente en la yeshivá, con un Director que le gustaba tanto conversar.
Rápidamente aprendí que esa era una razón para preocuparse. El Rabino Feinstein era de hecho un hombre de pocas palabras. Mi primera conversación con él fue por lejos nuestra conversación más larga. Él habló conmigo durante tanto tiempo ese primer día porque era lo que yo necesitaba. Y lo que yo necesitaba determinó su comportamiento. Al igual que el Rebe de Lubavitch en su primera reunión con el Rabino Sacks, su humildad se reflejó en su comportamiento.
Una vez que asumió como Rabino Jefe, tuve el privilegio de observar al Rabino Sacks en numerosas ocasiones en varios escenarios: clases públicas, discusiones grupales, reuniones, y cenas. Él podría haber dominado cualquiera de esos contextos con su mera presencia. Y usualmente lo hacía. Me pareció, sin embargo, que tenía la capacidad de prender y apagar el poder de su presencia. Cuando lo necesitaba, la prendía. Y cuando no era necesaria, la apagaba. Esto concide perfectamente con el mensaje escrito por el Rabino Sacks esta semana. En sus palabras, “ La humildad es el ser puesto hacia afuera”. Es entender que “no se trata de ti.”
Es extremadamente raro que una persona que puede dominar practicamente cualquier situación con el poder de sus palabras y la claridad de su pensamiento, nunca se deje llevar por su poder. Pero el Rabino Sacks parece no haberlo necesitado. No hablaba porque quería hablar. No cautivaba una sala porque lo hacía sentir bien. Lo hacía porque había un mensaje que entregar, un pensamiento que compartir, un Kidush Hashem que realizar. Esto era verdadera humildad y verdadera grandeza.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
El Rabino Spinner comparte algunas de las ideas más profundas que aprendió del Rabino Sacks.
¿Qué idea de la pieza de esta semana crees que es la más importante?
Esta semana el Rabino Sacks nos desafía a examinar cuál es el centro de nuestro propio mundo. Si estamos demasiado obsesionados con nosotros mismos, estamos en problemas. Cuando podemos mirar más allá de nosotros mismos, el camino al propósito y el impacto se vuelven mucho más claros.
Aún más, es más fácil escuchar a un orador humilde, aprender de un maestro humilde, y seguir a un líder humilde. En este sentido, poner a Dios en el centro de mi mundo y así quitándome a mi mismo del medio es un servicio inmenso a nosotros mismos. ¿Por qué habría de no hacerlo?
Demasiado frecuentemente, nos enfocamos en lo que Dios demanda, en lugar de lo que Dios ofrece. Esta reflexión acerca de la humildad, el hacer que la propia vida se trate de algo más que uno mismo, provee una gran oportunidad para reflexionar en la gran ventaja práctica que vivir una vida con Dios.
¿Qué influencia tuvo el Rabino Sacks en tu visión del mundo?
A través de su gran erudición y la claridad de su expresión, el Rabino Sacks nos recuerda que pueden haber muchas disciplinas, tradiciones y perspectivas diversas, pero hay un único mundo, una única arena para el desarrollo humano. Descubrir como comprender mejor, estructurar y utilizar esta arena es un esfuerzo al que una gran cantidad de personas a lo largo del tiempo han contribuido. Entretejer estas contribuciones en una matriz de sentido en la forma en que lo hizo el Rabino Sacks, casi mágicamente, en sus piezas acerca de la lectura semanal de la Torá es una habilidad profundamente religiosa e importante, y algo a lo que deberíamos aspirar.
Trivia de Torá
P: ¿Qué aspecto no es único del título de la parashá de esta semana, y por qué eso lo hace único?
Adaptado de Tora IQ de David Woolf, una colección de 1500 acertijos sobre la Torá, disponible en todo el mundo en Amazon.
Complemento educativo
Trivia de Torá: la respuesta de esta semana
Shoftim es la única parashá en la Torá que tiene el mismo nombre que un libro en Neviim (el libro de los Profetas).
Written as an accompaniment to Rabbi Sacks’ weekly Covenant & Conversation essay, the
Family Edition
is aimed at connecting teenagers with his ideas and thoughts on the parsha.
La grandeza de la humildad
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Shoftim
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La parashá en pocas palabras
Este resumen es una adaptación del ensayo principal del Rabino Sacks, disponible en www.rabbisacks.org/covenant-conversation/shoftim/la-grandeza-de-la-humildad.
La Torá habla esta semana acerca de los reyes, y de las tres cosas a las que estaba expuesto un rey en el mundo antiguo. Un rey, dice, no debe acumular muchos caballos, muchas esposas ni mucha riqueza. (Tres trampas en las cuales, siglos más tarde, cayó el Rey Salomón.) Luego la Torá entrega el mandamiento de que todo rey de Israel debe escribir un Sefer Torá y llevarlo siempre con él, “para aprender a temer al Señor su Dios y seguir cuidadosamente todas las palabras de esta ley y sus decretos, y no sentirse superior a sus hermanos ni apartarse de la ley hacia la derecha o la izquierda.” (Devarim 17:18-20)
Si a un rey, a quien todos deben honrar, se le ordena ser humilde – “no sentirse superior a su pueblo” – ¡cuánto más debemos serlo nosotros!. Esta es una de las revoluciones genuinas que trajo el judaísmo a la espiritualidad. La idea de que un rey en el mundo antiguo debía ser humilde hubiera sido motivo de risa en ese tiempo. Podemos ver aún hoy, en las ruinas y reliquias de la Mesopotamia y Egipto, una serie casi interminable de monumentos creados por la vanidad de los gobernantes en honor a ellos mismos. Ramsés II tenía cuatro estatuas suyas y dos de la reina Nefertiti colocadas en el frente del templo en Abu Simbel. Con sus 10 metros, tenían casi el doble de altura que la de la estatua de Lincoln en Washington.
Este es un claro ejemplo de cómo la espiritualidad hace que sea diferente la forma de actuar, sentir y pensar. Creer que nos paramos ante la presencia de un Dios significa que no somos el centro de nuestro mundo. Dios es.
“Yo soy polvo y cenizas” dijo Abraham, el padre de la fe. “¿Quién soy yo?” se preguntó Moshé, el más grande de los profetas. Fue precisamente en el momento que Abraham dijo ser de polvo y ceniza, que desafió a Dios por el castigo propuesto a Sodoma y a las ciudades de la llanura. Fue Moshé, el más humilde de los hombres, el que urgió a Dios a perdonar al pueblo, y si no, “Bórrame del libro que Tú has escrito.” (Shemot 32:32) Estos han sido algunos de los espíritus más valientes que ha producido la humanidad.
Hay una diferencia fundamental entre las dos palabras en hebreo: anavá, “humildad” y shiflut “autodegradación”. Son tan distintas que Rambam definió a la humildad como la condición que está a mitad de camino entre shiflut y el orgullo. La humildad no significa una autovaloración disminuida. Eso es shiflut. La humildad implica tener la suficiente seguridad en uno mismo como para no necesitar el reaseguro de otros. Significa no tener la urgencia de demostrarse a uno mismo ser más capaz, más inteligente, más dotado o más exitoso que otros. Tener seguridad por estar viviendo con el amor de Dios. Él tiene fe en ti aunque tú no la tengas. No necesitas compararte con otros. Tienes tu tarea, otros tienen la de ellos, y eso te lleva a cooperar, no a competir. Eso significa que puedes ver a otras personas y valorarlas por lo que son. Si tienes seguridad en ti mismo, podrás valorar a los demás. Si confías en tu identidad podrás apreciar a las personas que no son como tú.
Cuando colocamos al yo en el centro de nuestro universo, eventualmente transformaremos a todo y a todos en un medio para nuestros fines. Eso los disminuye a ellos, lo cual nos disminuye a nosotros. La humildad significa vivir a la luz de lo que es más grande que yo. Cuando Dios es el centro de nuestras vidas, nos abrimos a la gloria de la creación y la belleza de las otras personas. Cuanto más pequeño el yo, más amplio es el espacio de nuestro mundo.
No se trata de tí
Por El Rabino Josh Spinner
Hace muchos años, fui a reunirme con el gran posek halajá y maestro, el Rabino David Feinstein zt’’l. Esperaba poder estudiar en su yeshivá, deseando prepararme para una vida acerca jóvenes judíos al judaísmo en Europa. Estaba nervioso por la reunión, sabiendo que el Rabino Feinstein era tan importante, y estaba por ocupar parte de su tiempo contándole mi historia.
Una hora más tarde, salí de la oficina del Rabino Feinstein, convencido de que había conocido a una persona excepcionalmente conversadora. Habíamos discutido muchos temas, aparentemente de interés mutuo. Me sentí contento y completamente tranquilo, a pesar de que me pregunté si tendría tiempo para estudiar lo suficiente en la yeshivá, con un Director que le gustaba tanto conversar.
Rápidamente aprendí que esa era una razón para preocuparse. El Rabino Feinstein era de hecho un hombre de pocas palabras. Mi primera conversación con él fue por lejos nuestra conversación más larga. Él habló conmigo durante tanto tiempo ese primer día porque era lo que yo necesitaba. Y lo que yo necesitaba determinó su comportamiento. Al igual que el Rebe de Lubavitch en su primera reunión con el Rabino Sacks, su humildad se reflejó en su comportamiento.
Una vez que asumió como Rabino Jefe, tuve el privilegio de observar al Rabino Sacks en numerosas ocasiones en varios escenarios: clases públicas, discusiones grupales, reuniones, y cenas. Él podría haber dominado cualquiera de esos contextos con su mera presencia. Y usualmente lo hacía. Me pareció, sin embargo, que tenía la capacidad de prender y apagar el poder de su presencia. Cuando lo necesitaba, la prendía. Y cuando no era necesaria, la apagaba. Esto concide perfectamente con el mensaje escrito por el Rabino Sacks esta semana. En sus palabras, “ La humildad es el ser puesto hacia afuera”. Es entender que “no se trata de ti.”
Es extremadamente raro que una persona que puede dominar practicamente cualquier situación con el poder de sus palabras y la claridad de su pensamiento, nunca se deje llevar por su poder. Pero el Rabino Sacks parece no haberlo necesitado. No hablaba porque quería hablar. No cautivaba una sala porque lo hacía sentir bien. Lo hacía porque había un mensaje que entregar, un pensamiento que compartir, un Kidush Hashem que realizar. Esto era verdadera humildad y verdadera grandeza.
UNA MIRADA MÁS CERCANA
El Rabino Spinner comparte algunas de las ideas más profundas que aprendió del Rabino Sacks.
¿Qué idea de la pieza de esta semana crees que es la más importante?
Esta semana el Rabino Sacks nos desafía a examinar cuál es el centro de nuestro propio mundo. Si estamos demasiado obsesionados con nosotros mismos, estamos en problemas. Cuando podemos mirar más allá de nosotros mismos, el camino al propósito y el impacto se vuelven mucho más claros.
Aún más, es más fácil escuchar a un orador humilde, aprender de un maestro humilde, y seguir a un líder humilde. En este sentido, poner a Dios en el centro de mi mundo y así quitándome a mi mismo del medio es un servicio inmenso a nosotros mismos. ¿Por qué habría de no hacerlo?
Demasiado frecuentemente, nos enfocamos en lo que Dios demanda, en lugar de lo que Dios ofrece. Esta reflexión acerca de la humildad, el hacer que la propia vida se trate de algo más que uno mismo, provee una gran oportunidad para reflexionar en la gran ventaja práctica que vivir una vida con Dios.
¿Qué influencia tuvo el Rabino Sacks en tu visión del mundo?
A través de su gran erudición y la claridad de su expresión, el Rabino Sacks nos recuerda que pueden haber muchas disciplinas, tradiciones y perspectivas diversas, pero hay un único mundo, una única arena para el desarrollo humano. Descubrir como comprender mejor, estructurar y utilizar esta arena es un esfuerzo al que una gran cantidad de personas a lo largo del tiempo han contribuido. Entretejer estas contribuciones en una matriz de sentido en la forma en que lo hizo el Rabino Sacks, casi mágicamente, en sus piezas acerca de la lectura semanal de la Torá es una habilidad profundamente religiosa e importante, y algo a lo que deberíamos aspirar.
Trivia de Torá
P: ¿Qué aspecto no es único del título de la parashá de esta semana, y por qué eso lo hace único?
Complemento educativo
Trivia de Torá: la respuesta de esta semana
Shoftim es la única parashá en la Torá que tiene el mismo nombre que un libro en Neviim (el libro de los Profetas).
Written as an accompaniment to Rabbi Sacks’ weekly Covenant & Conversation essay, the Family Edition is aimed at connecting teenagers with his ideas and thoughts on the parsha.
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