Alimento para la mente

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La segunda mitad del libro de Éxodo y la primera parte de Levítico forman una narrativa cuidadosamente estructurada. A los israelitas se les ordena construir un Santuario. Llevan la orden a cabo. Esto es seguido por un recuento de los sacrificios que debían ser ofrecidos allí. Entonces, en la primera parte de la parasha de esta semana, los Kohanim – los sacerdotes – son investidos en sus cargos.

Lo que sucede a continuación, sin embargo, es inesperado: se presentan las leyes referentes a la alimentación, una lista de especies animales, de peces y aves permitidas y prohibidas. ¿Cuál es la lógica de estas leyes? ¿Y por qué están expuestas aquí? ¿Cuál es su conexión con el Santuario?

El fallecido R. Elie Munk ofreció una sugerencia fascinante.[1] Como hemos mencionado antes en estos estudios, el Santuario era la contraparte humana del cosmos. Varias palabras clave en el relato bíblico de su construcción son también palabras clave en la narrativa de la creación al comienzo del Génesis. El Talmud (Meguilá 10b) dice acerca de la terminación de la construcción del Santuario que “en ese día hubo alegría frente al Santo Bendito Sea como en el día en que el Cielo y la Tierra fueron creados. El universo es el hogar que Dios hizo para la humanidad. El Santuario fue el hogar que los seres humanos hicieron para Dios.”

R. Munk nos recuerda que el primer mandamiento que Dios ordenó a los primeros humanos fue una ley relacionada a la dieta. “Puedes comer de cualquier árbol en el jardín, pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, ya que cuando comas de él ciertamente morirás.” Las leyes relativas a la dieta en Sheminí son un paralelo a la prohibición dada a Adam. Como entonces, así ahora, una nueva era en la historia espiritual de la humanidad, precedida por una acto de creación, es marcada por leyes acerca de que uno puede y no puede comer.

¿Por qué? Como con el sexo, así con los alimentos: estas son las actividades mas primordiales, compartidas con muchas otras formas de vida. Sin relaciones sexuales, la especie no puede continuar. Sin alimento, ni siquiera el individuo puede sobrevivir. Por lo tanto, estos han sido el foco de culturas radicalmente diferentes. Por un lado, estan las culturas hedonistas en las que la comida y el sexo son vistos como placeres y son tratados como tal. Por el otro, estan las culturas ascéticas – marcadas por la reclusión monástica – en las que las relaciones sexuales son evitadas y la comida reducida al mínimo. Las primeras enfatizan el cuerpo, las últimas el alma. El judaísmo, en contraste, ve la situación humana en términos de integración y balance. Somos cuerpo y alma. De ahí el imperativo judío, ni hedonista ni ascético, sino transformativo. Nos es ordenado santificar las actividades de comer y mantener relaciones sexuales. De aquí surgen las leyes relativas a la alimentación y las leyes de pureza familiar (nidá y mikve), dos elementos clave de la kedushá, la vida de santidad.

Sin embargo, podemos ir más allá. Génesis 1 no es el único relato de la creación en el Tanaj, la Biblia Hebrea. Hay varios otros. Uno está contenido en el último capítulo del Libro de Job. Es este el que merece una atención especial.

Job es el paradigma del individuo justo que sufre. Pierde todo lo que tiene, sin una razón aparente. Sus compañeros le dicen que debe haber cometido un pecado. Sólo esto puede reconciliar su destino con justicia. Job sostiene su inocencia y demanda una audiencia en el tribunal celestial. Durante 37 capítulos continúa una discusión acalorada, y entonces en el capítulo 38 Dios se dirige a Job “desde el torbellino”. Dios no ofrece respuestas. En su lugar, por cuatro capítulos, El hace Sus propias preguntas, preguntas retóricas que no tienen respuesta:

“¿Dónde te encontrabas cuando senté las fundaciones de la tierra?... ¿Has viajado a los manantiales del mar o caminado en los recesos de las profundidades?... ¿Acaso la lluvia tiene un padre? ¿Del vientre de quien nace el hielo?”

Dios le demuestra a Job la panoplia de la creación, pero es una visión muy diferente del universo de la que se describe en Génesis 1-2. Allí, el centro de la narrativa es la persona humana, la última en ser creada, hecha a imagen de Dios, a la que se dió el dominio sobre todo lo que vive. En Job 38-41 vemos un universo no antropocéntrico, sino teocéntrico. Job es la única persona en el Tanaj que ve el mundo, si fuera posible, desde el punto de vista de Dios.

Resulta particularmente llamativa la forma en que estos capítulos tratan el tema del reino animal. Lo que Job ve no son animales domésticos, sino criaturas salvajes, indomables, magnificentes en su fuerza y su belleza, viviendo alejadas y absolutamente indiferentes de la humanidad:

¿Tu le das al caballo su fuerza o vistes su cuello con largas crines?
¿Tú lo haces saltar como una langosta, infundiendo terror con su orgulloso resoplido?...
¿Acaso el halcón remonta el vuelo por tu sabiduría y extiende sus alas hacia el sur?
¿Acaso el águila se eleva por tu mandato y construye su nido en las alturas?...
¿Acaso puedes pescar al leviatán con un anzuelo o atar su lengua con una cuerda?
¿Puedes poner una cuerda a través de su nariz o perforar su mandíbula con un gancho?...
Nada en la Tierra tiene comparación con Él – una criatura sin miedo.
Él mira con desprecio a los poderosos,
Él es Rey sobre todos los soberbios.

Este es el pasaje de la Biblia Hebrea más radicalmente no-antropocéntrico. Nos dice que el hombre no es el centro del universo, ni que somos la medida de todas las cosas. Algunos de los aspectos más gloriosos de la naturaleza no tiene nada que ver con las necesidades humanas, y todo que ver con la creación Divina de la diversidad. Uno de los pocos pensadores judíos en afirmar claramente esto fue Moisés Maimónides:

Yo considero la siguiente opinión como la más correcta de acuerdo a la enseñanza de la Biblia y los resultados de la filosofía, es decir que el universo no existe por el bien del hombre, sino que cada ser insiste por su propio bien, y no debido a otra cosa. Por lo tanto creemos en la Creación, y sin embargo no cuestionamos cuál es el propósito que sirve cada especie que existe, porque asumimos que Dios creó todas las partes del universo con Su voluntad; algunos por su propio bien, y otros por el bien de otros seres…

Guía de los Perplejos, III:13

Y una vez más:

Considera cuán vastas son las dimensiones y cuán grande el número de estos seres corpóreos. Si la tierra toda no constituyera incluso la parte más pequeña de la esfera de las estrellas fijas, ¿cuál es la relación entre la especie humana y todas estas cosas creadas? ¿Y cómo puede cada uno de nosotros imaginar que existe por su propio bien y que ellos son instrumentos para su propio beneficio?

Guía de los Perplejos III:14

Ahora entendemos qué está en juego en la prohibición de ciertas especies de animales, pájaros y peces, muchos de ellos predadores como las criaturas descritas en Job 38-41. Ellos existen por su propio bien, no por el bien de la humanidad. El vasto universo, y la tierra misma con la miríada de especies que contiene, tiene una integridad en sí mismo. Sí, después del Diluvio, Dios le dio a los humanos el permiso de comer carne, pero esto fue una concesión, como si dijera: Mata si debes, pero que sean animales, no otros humanos, a quienes matas.

En Su pacto con los israelitas, Dios invita a la humanidad a comenzar un nuevo capítulo en la historia. Este no es aún el Jardín del Edén, el paraíso recuperado. Pero, con la construcción del santuario – un hogar simbólico para la Presencia Divina en la tierra – algo nuevo ha comenzado. Un signo de esto es el hecho de que a los israelitas no les está permitido matar cualquier forma de vida como alimento. Algunas especies deben ser protegidas, debe dárseles su libertad, garantizar su integridad, dejarlas libres de ser sometidas por los deseos y designios humanos. La nueva creación – el Santuario – marca una nueva dignidad para la vieja creación, especialmente sus criaturas salvajes e indómitas. No todo en el universo fue hecho para consumo humano.


[1] The Call of the Torah, vol. 2, p. 99.


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Cómo crees que las leyes de Kashrut mejoran en lugar de disminuir nuestras vidas?
  2. ¿Cómo puedes balancear el ver a los seres humanos como especiales y al mismo tiempo respetar el valor intrínseco de otras criaturas?
  3. ¿Qué significa transformar actividades físicas como comer, en lugar de dejarse llevar por ellas o negarlas?

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