¿Por qué Moshé le dijo al Faraón, si no una mentira, como mínimo una verdad parcial? Esta es la conversación que mantuvieron después de la cuarta plaga arov, “enjambre de insectos”[1]:
El Faraón convocó a Moshé y a Aarón y les dijo: “Ve y haz el sacrificio a tu Dios acá en la tierra.” Pero Moshé le contestó: “Eso no estaría bien. Los sacrificios que ofrecemos al Señor nuestro Dios serían detestables para los egipcios. Y si hacemos sacrificios que sean detestables a sus ojos, ¿no vendrán a lapidarnos? Debemos hacer un viaje de tres días al desierto para hacer los sacrificios al Señor nuestro Dios, como Él nos ha ordenado.”
Éx. 8:21-23
No solo aquí, sino a través de todo el texto, Moshé da la impresión de estar pidiendo permiso para que su pueblo haga un viaje de tres días para hacer los sacrificios a Dios y luego da a entender que regresarán. Por lo que en su primer encuentro con el Faraón, Moshé y Aarón dicen:
“Esto es lo que el Señor, Dios de Israel dice: ‘Deja salir a mi pueblo para que puedan hacerme un festival a Mí en el desierto.’”
El Faraón contesta: “¿Quién es el Señor al que yo debo obedecer y dejar salir a Israel? No conozco al Señor y no los dejaré ir.”
Entonces dijeron: “El Dios de los hebreos se ha reunido con nosotros. Ahora déjanos hacer el viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios o nos castigará con plagas o con la espada.”
Éx. 5:1-3
Dios hasta especifica esto antes del comienzo de la misión, diciéndole a Moshé frente a la zarza ardiente: “Tú y los ancianos de Israel irán entonces ante el rey de Egipto. Tú le debes decir: “El Señor, Dios de los hebreos, se reveló ante nosotros. Ahora te pedimos que nos permitas ir de viaje al desierto por tres días para hacer un sacrificio al Señor nuestro Dios” (Éx. 3:18).
La impresión se mantiene hasta el final. Después de la partida de los israelitas, leemos:
El rey de Egipto recibió la noticia de que el pueblo escapaba. El Faraón y sus oficiales cambiaron de parecer respecto al pueblo diciendo, “¿Qué hemos hecho? ¿Cómo pudimos permitir que Israel deje de hacer nuestro trabajo?”
Éx. 14:5
En ninguna instancia dice Moshé explícitamente que propone que al pueblo se le permita partir en forma permanente para nunca retornar. Habla de un viaje de tres días. Hay una discusión entre él y el Faraón acerca de quienes debían ir. ¿Sólo los hombres adultos? ¿Sólo las personas, sin el ganado? Moshé pide permiso en forma repetida para adorar a Dios en otro lugar que no sea Egipto. Pero no habla de libertad ni de la tierra prometida. ¿Por qué no? ¿Por qué crea, y no corrige, una falsa impresión? ¿Por qué no dice abiertamente lo que piensa?
Los comentaristas tienen varias explicaciones. R. Shmuel David Luzzatto (Italia, 1800-1865) dice que era imposible que Moshé dijera la verdad frente a un tirano como el Faraón. R. Yaakov Mecklenburg (Alemania 1785-1865, Ha-Ktav veha-Kabalá) afirma que técnicamente Moshé no mintió. Realmente quiso decir que quería que el pueblo tuviera la libertad de hacer un viaje para adorar a Dios, y nunca dijo explícitamente que no volverían.
Abarbanel (Lisboa 1437 – Venecia 1508) dijo que Dios le indicó intencionalmente que hiciera un pequeño pedido para demostrar la crueldad y la indiferencia del Faraón hacia sus esclavos. Lo único que pedían era una breve interrupción de sus labores para ofrecer sacrificios a Dios. Si no se los permitía, era efectivamente un tirano. Rav Elhanan Samet (Iyunim be-Parashot Ha-Shevua, Éxodo, 189) cita a un comentarista anónimo que simplemente dice que esta era una guerra entre el Faraón y el pueblo hebreo, y en la guerra el engaño está permitido, y a veces hasta es necesario.
Sin embargo, los términos del encuentro entre Moshé y el Faraón son parte de un esquema más amplio que hemos visto en la Torá. Cuando Yaakov deja a Laban leemos: “Yaakov decidió ir detrás de la espalda de Laban el arameo, y no le dijo que partiría” (Gén. 31:20). Laban cuestiona este comportamiento:
“¿Cómo pudiste hacer eso? ¡Fuiste a mis espaldas y llevaste a mis hijas como prisioneras de guerra! ¿Por qué tuviste que partir tan secretamente? ¡Fuiste a mis espaldas y no me dijiste nada!”
Gén. 31:26-27
Yaakov nuevamente debe decir cuanto menos una verdad a medias cuando Esav sugiere que viajen juntos: “Tú sabes que los niños son débiles, y yo tengo la responsabilidad de atender a las ovejas y al ganado. Si se les exige duramente aunque fuera por un solo día, las ovejas morirán. Por favor ve delante de mí, mi señor” (Gén. 33:13-14). Aunque no es estrictamente una mentira, es una excusa diplomática.
Cuando los hijos de Yaakov están intentando rescatar a su hermana Dina que había sido violada y secuestrada por Shejem el hivita, ellos “contestaron engañosamente” (Gén. 34:13) cuando Shejem y su padre propusieron que toda la familia fuera a asentarse con él y contestaron que sólo lo podrían hacer si todos los ciudadanos de la ciudad se circuncidaban.
Aun antes vemos que tres veces Abraham e Itzjak, forzados a abandonar la tierra debido a la hambruna, simulan que son hermanos de sus esposas y no sus esposos, por temor a que los maten y conduzcan a Sara y a Rebeca al harén del rey (Gén. 12, Gén. 20, Gén. 26).
Estos seis episodios no pueden ser una mera coincidencia o un episodio accidental de la narrativa bíblica. La implicancia parece ser la siguiente: fuera de la tierra prometida, los judíos de la era bíblica estarían en peligro si dijeran la verdad. Estaban en constante riesgo de ser asesinados o esclavizados.
¿Por qué? Porque en una era de poder, carecen de él. Son una pequeña familia, como mucho una pequeña nación en una época de imperios. Tienen que usar el ingenio para sobrevivir. En términos generales no mienten, pero pueden crear falsas impresiones. No es así como debieran ser las cosas, pero así era antes de que los judíos tuvieran su propia tierra, su único espacio defendible. Es la forma de actuar si un pueblo se encuentra en situaciones imposibles y quiere seguir existiendo.
Nadie debería estar obligado a vivir en la mentira. En el judaísmo, la verdad es el sello de Dios y la condición previa esencial para establecer la confianza entre seres humanos. Pero cuando tu pueblo está siendo esclavizado, sus niños asesinados, es necesario liberarlo de cualquier manera posible. Moshé, que ya había visto que su primer encuentro con el Faraón había traído peores consecuencias para su pueblo – tenían su cuota de fabricación de ladrillos, pero ahora debían buscar la paja para hacerlos (Éx. 5:6-8) – no quiso correr el riesgo de empeorar las cosas.
Aquí la Torá no está justificando el engaño. Al contrario, está condenando un sistema en el cual decir la verdad puede poner en riesgo la vida, como ocurre en muchas sociedades tiránicas y totalitarias de la actualidad. El judaísmo – religión de disenso, cuestionamiento y “discusiones en haras del cielo” – es la fe que valora la honestidad intelectual y la verdad moral sobre todas las cosas. El salmista dice:
“¿Quién ascenderá la montaña del Señor y quién se parará en Su lugar sagrado? El que tiene las manos limpias y el corazón puro, el que no ha tomado Mi nombre en vano ni ha jurado con engaño.”
Salmo 24:3-4
Malají dice del que habla en nombre de Dios: “La ley de la verdad estaba en su boca, y la mentira no se hallaba en sus labios” (Mal. 2:6). Cada Amidá concluye con este rezo: “Mi Dios, guarda mi lengua del mal y mis labios del discurso engañoso.”
Lo que la Torá establece en estas seis narrativas de Génesis y en la séptima, de Éxodo, es la conexión entre la libertad y la verdad. Donde hay libertad puede haber verdad. De otra forma no. La sociedad en la cual el pueblo está obligado a ser menos que totalmente honesto sólo para sobrevivir y no provocar una opresión mayor no es el tipo de sociedad que Dios quiere que creemos.
[1] Algunos sostienen que arov fue una plaga de animales salvajes.
¿Por qué la Torá incluye tantos ejemplos de personas que deben usar la decepción para sobrevivir?
¿Por qué tener un hogar o comunidad seguros le permite a las personas ser más honestas?
Libertad y verdad
וארא
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¿Por qué Moshé le dijo al Faraón, si no una mentira, como mínimo una verdad parcial? Esta es la conversación que mantuvieron después de la cuarta plaga arov, “enjambre de insectos”[1]:
No solo aquí, sino a través de todo el texto, Moshé da la impresión de estar pidiendo permiso para que su pueblo haga un viaje de tres días para hacer los sacrificios a Dios y luego da a entender que regresarán. Por lo que en su primer encuentro con el Faraón, Moshé y Aarón dicen:
Dios hasta especifica esto antes del comienzo de la misión, diciéndole a Moshé frente a la zarza ardiente: “Tú y los ancianos de Israel irán entonces ante el rey de Egipto. Tú le debes decir: “El Señor, Dios de los hebreos, se reveló ante nosotros. Ahora te pedimos que nos permitas ir de viaje al desierto por tres días para hacer un sacrificio al Señor nuestro Dios” (Éx. 3:18).
La impresión se mantiene hasta el final. Después de la partida de los israelitas, leemos:
En ninguna instancia dice Moshé explícitamente que propone que al pueblo se le permita partir en forma permanente para nunca retornar. Habla de un viaje de tres días. Hay una discusión entre él y el Faraón acerca de quienes debían ir. ¿Sólo los hombres adultos? ¿Sólo las personas, sin el ganado? Moshé pide permiso en forma repetida para adorar a Dios en otro lugar que no sea Egipto. Pero no habla de libertad ni de la tierra prometida. ¿Por qué no? ¿Por qué crea, y no corrige, una falsa impresión? ¿Por qué no dice abiertamente lo que piensa?
Los comentaristas tienen varias explicaciones. R. Shmuel David Luzzatto (Italia, 1800-1865) dice que era imposible que Moshé dijera la verdad frente a un tirano como el Faraón. R. Yaakov Mecklenburg (Alemania 1785-1865, Ha-Ktav veha-Kabalá) afirma que técnicamente Moshé no mintió. Realmente quiso decir que quería que el pueblo tuviera la libertad de hacer un viaje para adorar a Dios, y nunca dijo explícitamente que no volverían.
Abarbanel (Lisboa 1437 – Venecia 1508) dijo que Dios le indicó intencionalmente que hiciera un pequeño pedido para demostrar la crueldad y la indiferencia del Faraón hacia sus esclavos. Lo único que pedían era una breve interrupción de sus labores para ofrecer sacrificios a Dios. Si no se los permitía, era efectivamente un tirano. Rav Elhanan Samet (Iyunim be-Parashot Ha-Shevua, Éxodo, 189) cita a un comentarista anónimo que simplemente dice que esta era una guerra entre el Faraón y el pueblo hebreo, y en la guerra el engaño está permitido, y a veces hasta es necesario.
Sin embargo, los términos del encuentro entre Moshé y el Faraón son parte de un esquema más amplio que hemos visto en la Torá. Cuando Yaakov deja a Laban leemos: “Yaakov decidió ir detrás de la espalda de Laban el arameo, y no le dijo que partiría” (Gén. 31:20). Laban cuestiona este comportamiento:
Yaakov nuevamente debe decir cuanto menos una verdad a medias cuando Esav sugiere que viajen juntos: “Tú sabes que los niños son débiles, y yo tengo la responsabilidad de atender a las ovejas y al ganado. Si se les exige duramente aunque fuera por un solo día, las ovejas morirán. Por favor ve delante de mí, mi señor” (Gén. 33:13-14). Aunque no es estrictamente una mentira, es una excusa diplomática.
Cuando los hijos de Yaakov están intentando rescatar a su hermana Dina que había sido violada y secuestrada por Shejem el hivita, ellos “contestaron engañosamente” (Gén. 34:13) cuando Shejem y su padre propusieron que toda la familia fuera a asentarse con él y contestaron que sólo lo podrían hacer si todos los ciudadanos de la ciudad se circuncidaban.
Aun antes vemos que tres veces Abraham e Itzjak, forzados a abandonar la tierra debido a la hambruna, simulan que son hermanos de sus esposas y no sus esposos, por temor a que los maten y conduzcan a Sara y a Rebeca al harén del rey (Gén. 12, Gén. 20, Gén. 26).
Estos seis episodios no pueden ser una mera coincidencia o un episodio accidental de la narrativa bíblica. La implicancia parece ser la siguiente: fuera de la tierra prometida, los judíos de la era bíblica estarían en peligro si dijeran la verdad. Estaban en constante riesgo de ser asesinados o esclavizados.
¿Por qué? Porque en una era de poder, carecen de él. Son una pequeña familia, como mucho una pequeña nación en una época de imperios. Tienen que usar el ingenio para sobrevivir. En términos generales no mienten, pero pueden crear falsas impresiones. No es así como debieran ser las cosas, pero así era antes de que los judíos tuvieran su propia tierra, su único espacio defendible. Es la forma de actuar si un pueblo se encuentra en situaciones imposibles y quiere seguir existiendo.
Nadie debería estar obligado a vivir en la mentira. En el judaísmo, la verdad es el sello de Dios y la condición previa esencial para establecer la confianza entre seres humanos. Pero cuando tu pueblo está siendo esclavizado, sus niños asesinados, es necesario liberarlo de cualquier manera posible. Moshé, que ya había visto que su primer encuentro con el Faraón había traído peores consecuencias para su pueblo – tenían su cuota de fabricación de ladrillos, pero ahora debían buscar la paja para hacerlos (Éx. 5:6-8) – no quiso correr el riesgo de empeorar las cosas.
Aquí la Torá no está justificando el engaño. Al contrario, está condenando un sistema en el cual decir la verdad puede poner en riesgo la vida, como ocurre en muchas sociedades tiránicas y totalitarias de la actualidad. El judaísmo – religión de disenso, cuestionamiento y “discusiones en haras del cielo” – es la fe que valora la honestidad intelectual y la verdad moral sobre todas las cosas. El salmista dice:
Malají dice del que habla en nombre de Dios: “La ley de la verdad estaba en su boca, y la mentira no se hallaba en sus labios” (Mal. 2:6). Cada Amidá concluye con este rezo: “Mi Dios, guarda mi lengua del mal y mis labios del discurso engañoso.”
Lo que la Torá establece en estas seis narrativas de Génesis y en la séptima, de Éxodo, es la conexión entre la libertad y la verdad. Donde hay libertad puede haber verdad. De otra forma no. La sociedad en la cual el pueblo está obligado a ser menos que totalmente honesto sólo para sobrevivir y no provocar una opresión mayor no es el tipo de sociedad que Dios quiere que creemos.
[1] Algunos sostienen que arov fue una plaga de animales salvajes.
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