Los límites del amor

כי תצא

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En esta parashá abundante en leyes, una en particular es especialmente fascinante. Veamos:

Si un hombre posee dos esposas, una amada y otra no, (senuah, literalmente “odiada”), y tanto la amada como la no amada le dan hijos varones y el primogénito es el de la no amada, cuando en su testamento le otorga sus bienes a sus hijos, no debe darle los derechos de la primogenitura al hijo de la amada, en lugar del verdaderamente primogénito, el hijo de la no amada. Debe reconocer el derecho legal del primogénito de la esposa no amada y darle la porción doble que le corresponde por ser el primer hijo del vigor del padre. El derecho legal le corresponde a él.

Deut. 21:15-17

Esta ley indudablemente tiene sentido. En la época bíblica de Israel al primogénito le correspondía una porción doble de la herencia del padre[1]. Lo que nos dice esta ley es que la cesión no depende de la decisión del padre. No puede transferir este privilegio de un hijo a otro, especialmente en el caso de favorecer al hijo de la mujer que más ama si el primogénito fuera hijo de otra mujer.

Las tres primeras leyes – una mujer tomada cautiva en el transcurso de una guerra, la mencionada anteriormente referente a los derechos del primogénito y la del “hijo caprichoso y rebelde” – tratan sobre la disfunción familiar. Los sabios afirmaron que fueron colocadas en ese orden como insinuación de que el que toma a una mujer como prisionera tendrá problemas en su hogar y como resultado tendrá un hijo inmanejable.[2] En el judaísmo, el matrimonio es visto como la fundación de la sociedad. El desorden allí conduce a más desorden en otros ámbitos. Por ahora, clarísimo.

Lo extraordinario del caso es que estas leyes parecen ser fuertemente conflictivas con una importante narrativa de la Torá, la de Yaakov con sus dos esposas, Lea y Raquel. Sin duda la Torá, con su uso particular del lenguaje, muestra lazos verbales entre los dos pasajes. Uno de ellos es la dupla de términos opuestos, ahuvá/ senuá, “amada” y “no amada/odiada”. Así es precisamente como describe la Torá a Raquel y Lea.

Recordemos el contexto. Huyendo de su casa a lo de su tío Laban, Yaakov se enamora a primera vista de Raquel y trabaja durante siete años para poder casarse con ella. La noche de bodas, sin embargo, Laban sustituye a Raquel por su hija mayor, Lea. Cuando Yaakov protesta, “¿Por qué me has engañado?” Laban le contesta con una ironía intencional, “En nuestro país no es costumbre casar a la menor antes que la mayor.”[3] Yaakov acordó entonces trabajar durante otros siete años por Raquel. La segunda boda se llevó a cabo solo una semana después de la primera. Luego leemos:

Y Yaakov también entró en Raquel y la amó más que a Lea. Dios vio que Lea no era amada (senuá) y Él abrió su matriz, pero Raquel permaneció estéril.

Gén. 29:30-31

Lea llamó a su primogénito Rubén (“Dios vio mi sufrimiento, quizás ahora mi esposo me ame”), pero su dolor por no ser amada subsistió. Al respecto, leemos esto al nacer su segundo hijo:

Se embarazó nuevamente y tuvo un hijo. “Dios ha oído que no soy amada (senuá)” dijo, “y Él también me dio este hijo”. Ella lo llamó Simón.

Gén. 29:33

La palabra senuá aparece sólo cuatro veces en la Torá, dos veces en el pasaje anterior sobre Lea, y dos veces en la parashá que trata de los derechos de los primogénitos.

Hay una conexión más fuerte aún. La frase inusual “del primer hijo del vigor del padre” aparece sólo dos veces en la Torá, aquí, (“porque es el primer hijo del vigor del padre”) y relacionado con Rubén, el primogénito de Lea:

“Rubén, tú eres mi primogénito, mi fuerza y el primero de mi vigor, primero en rango y primero en poder.”

Gén. 49: 3

Dados estos paralelos sustanciales y lingüísticos, el lector atento no puede dejar de percibir en esta ley de la parashá una mención retrospectiva referente a la conducta de Yaakov con respecto a sus propios hijos. Esa conducta parecería ser lo contrario de lo legislado aquí. Yaakov efectivamente transfirió los derechos de la primogenitura de Rubén, su verdadero primogénito, hijo de la menos amada Lea, a Josef, primogénito de su bien amada Raquel. Esto es lo que le dijo a Josef:

“Ahora, los dos hijos que nacieron en Egipto antes de que yo llegara serán considerados como míos. Efraim y Manasé serán iguales que Rubén y Simón para mí.”

Gén. 48: 5

Rubén debería haber recibido una porción doble, que en vez fue para Josef. Yaakov reconoció a cada uno de los hijos de Josef como habilitados para recibir una parte completa de su herencia, por lo cual Efraim y Menasé se transformaron en tribus por derecho propio. En otras palabras, habría una clara contradicción entre Deuteronomio y Génesis.

¿Cómo resolvemos esto? Podría ser que, a pesar del principio rabínico de que los patriarcas observaron toda la Torá antes de que fuera entregada, esta sea solo una aproximación. No todas las leyes son las mismas antes y después del pacto en Sinaí. Por ejemplo, Ramban nota que la historia de Judá y Tamar parece describir una forma de matrimonio de levirato ligeramente distinto al que aparece en Deuteronomio.[4]

De cualquier manera, esta no es la única contradicción aparente entre Génesis y leyes posteriores. Hay otras, como el hecho de que Yaakov se casó con dos hermanas, algo categóricamente prohibido en Levítico 18:18. La solución de Ramban – muy elegante, que fluye de su punto de vista radical sobre la conexión entre la ley judía y la tierra de Israel – es que los patriarcas observaron la Torá sólo cuando vivían en Israel mismo.[5] Yaakov se casó con Lea y con Raquel fuera de Israel, en la casa de Laban en Haran (actualmente situado en Turquía).

Abarbanel da una explicación bastante distinta. La razón por la cual Yaakov transfirió la porción doble de Rubén a Josef fue porque así se lo dijo Dios. La ley en Debarim deja claro que el caso de Josef fue una excepción, no un precedente.

R. Ovadia Sforno sugiere que la prohibición de Deuteronomio se aplica sólo cuando la transferencia de los derechos de la primogenitura ocurre cuando el padre tiene preferencia de una esposa sobre la otra. No se aplica cuando el primogénito es culpable de un pecado que podría anular su privilegio natural. Eso es lo que quiso decir Yaakov cuando, en su lecho de muerte, le dijo a Rubén: “Inestable como el agua, tú ya no serás el primero, porque subiste a la cama de tu padre, a mi lugar de reposo, y la profanaste.” (Gén. 49:4). Esto está dicho explícitamente en el libro de Crónicas que señala que “Rubén… era el primogénito, pero cuando mancilló la cama nupcial de su padre, sus derechos de primogenitura fueron otorgados a Josef, hijo de Israel.” (Crón. 5:1)

No es imposible, sin embargo, que haya una explicación totalmente distinta. Lo que hace única a la Torá es que es un libro tanto acerca de ley (el significado primario de la palabra “Torá”), como de historia. En otros casos son géneros distintos. Existe la ley, que contesta a la pregunta “¿Qué podemos hacer y qué no?” Y está la historia, que responde a la pregunta “¿Qué pasó?” No hay relación absoluta ni obvia entre ambas.

No es así en el judaísmo. En muchos casos, especialmente en mishpat, la ley civil, hay una conexión entre ley e historia, entre lo que pasó y entre lo que se puede hacer o no hacer.[6] Gran parte de la ley bíblica, por ejemplo, surge directamente de la experiencia de los israelitas durante su esclavitud en Egipto, como diciendo: esto es lo que sufrieron nuestro antepasados en Egipto, por lo tanto, no hagan lo propio. No opriman a vuestros trabajadores. No conviertan a otro israelita en esclavo de por vida. No priven a sus empleados de un día semanal de descanso. Y así sucesivamente.

No toda ley bíblica es como ésta, pero algunas sí lo son. Representan la verdad aprendida a través de la experiencia, una justicia que se construye a partir de las lecciones de la historia. La Torá toma al pasado como guía para el futuro: frecuentemente positivo pero también a veces negativo. Génesis nos dice, entre otras cosas, que el favoritismo de Yaakov hacia Raquel en perjuicio de Lea, y del primogénito de Raquel, Josef, en detrimento del primogénito de Lea, Rubén, fue generador de un conflicto latente dentro de la familia. Casi condujo al asesinato de Josef por sus hermanos, y efectivamente fue vendido como esclavo por ellos. Según Ibn Ezra, el resentimiento de los descendientes de Rubén persistió por varias generaciones, y fue la razón por la cual Datan y Aviram, ambos descendientes de Rubén, fueran figuras claves en la rebelión de Koraj.[7]

Yaakov hizo lo que hizo como expresión de amor. Su sentimiento por Raquel era apasionado, como lo era también hacia Josef, su hijo mayor. El amor es tema central en el judaísmo, no solo entre marido y mujer, padre e hijo, sino también el amor a Dios, al vecino y al extranjero. Pero el amor solo no es suficiente. También debe haber justicia y la aplicación imparcial de la ley. La gente debe sentir que la ley está del lado de la imparcialidad. No se puede construir una sociedad sólo con amor. El amor une, pero también divide. Deja a los desamorados con un sentimiento de abandono, desplazados, ignorados, “odiados”. Puede dejar a su paso, pelea, envidia y un huracán de violencia y venganza.

Es eso lo que nos dice la Torá cuando utiliza esa asociación verbal que liga a la ley en nuestra parashá con la historia de Yaakov y sus hijos en Génesis. Nos enseña que la ley no es arbitraria. Está enraizada en la experiencia de la historia. La ley en sí es tikkun, una forma de reparar lo que resultó mal en el pasado. Debemos aprender a amar; pero también a conocer los límites del amor, y la importancia de la justicia-como-equidad tanto en la familia como en la sociedad.


[1] Esto está implícito en la historia de Yaakov, Rubén y Josef. Los sabios también lo infirieron del episodio de las hijas de Tzelofejad. Ver num. 27: 7, Baba Batra 118b.

[2] Sanhedrin 107a.

[3] Génesis 29: 25-26. Referencia a la compra de Yaakov a Esav de la primogenitura y de quedarse con la bendición

[4] Ver Ramban a Gén. 38:8.

[5] Ramban a Gén. 26:5.

[6] Este es el tema del famoso trabajo de Robert Cover, ‘Nomos and Narrative’, Harvard Law Review 1983-1984, disponible en http://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=3690&context=fss_papers. La postura de Cover es que “ningún conjunto de instituciones legales y reglamentaciones existe fuera de las narrativas que lo localizan y le dan sentido. Para cada constitución hay una épica, y para cada decálogo, una escritura.”

[7] Ibn Ezra a Num. 16: 1.


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Qué lección podemos aprender de Yaakov y su familia para nuestras vidas?
  2. ¿Puedes pensar en un momento en que alguien tomó una decisión por amor, pero era la decisión equivocada?
  3. ¿Por qué el amor solo no es suficiente?¿Qué otros valores necesitamos en la sociedad?

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