Elección y cambio

ויגש

ButterflyLifeCycle HOMEPAGE 1

Listen

Read In

La secuencia que va de Bereshit 37 a 50 es la narrativa continua más larga de la Torá, y no cabe duda de quién es su protagonista: Yosef. La historia comienza y termina con él. Lo vemos como un niño, amado – incluso consentido – por su padre; como un adolescente soñador, resentido por sus hermanos; como esclavo y luego prisionero en Egipto; y finalmente como la segunda figura más poderosa del mayor imperio del mundo antiguo. En cada etapa, el relato gira en torno a él y a su impacto en los demás. Domina el último tercio de Bereshit, proyectando su sombra sobre todo lo demás. Desde casi el principio, parece destinado a la grandeza.

Sin embargo, la historia no se desarrolló de ese modo. Por el contrario, es otro hermano quien, con el paso del tiempo, deja su huella en el pueblo judío. De hecho, llevamos su nombre. La familia del pacto ha sido conocida por varios nombres.

Uno es ivrí, “hebreo” (posiblemente relacionado con el antiguo término apiru), que significa forastero, extraño, nómada, alguien que vaga de un lugar a otro. Así conocían a Abraham y a sus hijos quienes los rodeaban. El segundo es Israel, derivado del nuevo nombre de Yaakov después de que “luchara con Dios y con los hombres y prevaleciera”.

Tras la división del reino y la conquista del Norte por los asirios, sin embargo, pasaron a ser conocidos como yehudim, judíos, porque fue la tribu de Iehudá la que dominó el reino del Sur, y fue ella la que sobrevivió al exilio babilónico. Así, no fue Yosef sino Iehudá quien otorgó su identidad al pueblo; fue Iehudá quien se convirtió en antepasado del mayor rey de Israel, David; Iehudá de quien nacerá el Mashiaj.

¿Por qué Iehudá y no Yosef? La respuesta se encuentra sin duda al comienzo de Vayigash, cuando los dos hermanos se enfrentan y Iehudá suplica por la liberación de Benjamín. La clave se halla muchos capítulos antes, al inicio mismo de la historia de Yosef. Allí descubrimos que fue Iehudá quien propuso vender a Yosef como esclavo:

Iehudá dijo a sus hermanos: “¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y cubrir su sangre? Vendámoslo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos sobre él. Al fin y al cabo, es nuestro hermano, nuestra propia carne y sangre”. Y sus hermanos aceptaron.

Génesis 37:26–27

Este es un discurso de una insensibilidad monstruosa. No hay una sola palabra sobre la maldad del asesinato, solo un cálculo pragmático (“¿qué ganamos?”). En el mismo momento en que llama a Yosef “nuestra propia carne y sangre”, propone venderlo como esclavo. Iehudá no muestra nada de la nobleza trágica de Rubén, quien, único entre los hermanos, ve que lo que están haciendo está mal e intenta salvarlo (aunque fracasa). En este punto, Iehudá es la última persona de quien esperaríamos algo grande.

Sin embargo, Iehudá – más que cualquier otra figura en la Torá – cambia. El hombre que vemos muchos años después no es el mismo que era entonces. Antes estaba dispuesto a que su hermano fuera vendido como esclavo. Ahora está dispuesto a sufrir ese destino él mismo antes que ver a Benjamín retenido como esclavo. Así se lo dice a Yosef:

“Por favor, permite que tu siervo se quede como esclavo de mi señor en lugar del muchacho, y que el muchacho vuelva con sus hermanos. ¿Cómo podré volver a mi padre si el muchacho no está conmigo? No podría soportar ver la desgracia que caería sobre mi padre”.

Génesis 44:33–34

Es una inversión exacta de carácter. La insensibilidad ha sido reemplazada por la preocupación. La indiferencia ante el destino de su hermano se ha transformado en valentía en su favor. Está dispuesto a padecer lo que una vez infligió a Yosef para que ese mismo destino no recaiga sobre Benjamín. En ese momento, Yosef revela su identidad. Sabemos por qué. Iehudá ha superado la prueba que Yosef había construido cuidadosamente para él. Yosef quería saber si Iehudá había cambiado. Y había cambiado. Este es un momento de enorme trascendencia en la historia del espíritu humano. Iehudá es el primer penitente – el primer baal teshuvá – de la Torá. ¿De dónde provino este cambio de carácter? Para entenderlo, debemos retroceder al capítulo 38: la historia de Tamar.

Tamar, recordemos, se había casado con el hijo mayor de Iehudá, quien murió, y luego con su segundo hijo, que también murió, dejándola viuda y sin hijos. Iehudá, temiendo que su tercer hijo compartiera ese destino, se lo negó, dejándola así incapaz de volver a casarse y de tener hijos. Cuando Tamar comprende su situación, se disfraza de prostituta. Iehudá se acuesta con ella. Ella queda embarazada. Iehudá, sin saber del disfraz, concluye que ella ha tenido una relación prohibida y ordena que sea ejecutada. En ese momento, Tamar – quien, mientras estaba disfrazada, había tomado el sello, el cordón y el bastón de Iehudá como prenda – se los envía a Iehudá con un mensaje: “El padre de mi hijo es el hombre a quien pertenecen estas cosas”.

Iehudá comprende entonces toda la historia. No solo ha colocado a Tamar en una situación imposible de viudez permanente, y no solo es él el padre de su hijo, sino que además se da cuenta de que ella actuó con una discreción extraordinaria al revelar la verdad sin avergonzarlo públicamente (de este acto de Tamar se deriva la regla según la cual “es preferible arrojarse a un horno ardiente antes que avergonzar a alguien en público”).

Tamar es la heroína del relato, pero este tiene una consecuencia decisiva. Iehudá admite que estaba equivocado. “Ella es más justa que yo”, dice. Esta es la primera vez en la Torá que alguien reconoce su propia culpa. Es también el punto de inflexión en la vida de Iehudá. Aquí nace la capacidad de reconocer el propio error, sentir remordimiento y cambiar – el complejo fenómeno conocido como teshuvá – que más tarde conduce a la gran escena de Vayigash, donde Iehudá es capaz de invertir por completo su conducta anterior y hacer exactamente lo contrario de lo que había hecho antes. Iehudá es el Ish Teshuvá, el hombre del arrepentimiento.

Ahora entendemos el significado de su nombre. El verbo lehodot tiene dos sentidos: significa “agradecer”, que es lo que Lea tiene en mente cuando da a su cuarto hijo el nombre de Iehudá: “esta vez agradeceré al Señor”. Pero también significa admitir, reconocer. El término bíblico vidui, “confesión” – entonces y ahora parte del proceso de la teshuvá, y según Maimónides su elemento central – procede de la misma raíz. Iehudá significa “el que reconoce su pecado”.

Ahora comprendemos también uno de los axiomas fundamentales de la teshuvá:

Rabí Abahu dijo: “En el lugar donde se hallan los penitentes, ni siquiera los perfectamente justos pueden pararse”.

Berajot 34b

Su prueba es un versículo de Isaías:

“Paz, paz al que estaba lejos y al que estaba cerca”.

Isaías 57:19

El versículo coloca primero al que “estaba lejos” y luego al que “está cerca”.

Como aclara el Talmud, sin embargo, la interpretación de Rabí Abahu no es en absoluto indiscutida. Rabí Yojanán entiende “lejos” como “lejos del pecado” y no “lejos de Dios”. La verdadera prueba es Iehudá. Iehudá es un penitente, el primero en la Torá. Yosef es conocido de manera consistente por la tradición como Ha-Tzadik, “el justo”. Yosef llegó a ser mishné la-melej, “segundo del rey”. Iehudá, en cambio, se convirtió en el padre de la dinastía real de Israel. Allí donde se para el penitente Iehudá, ni siquiera el perfectamente justo Yosef puede pararse. Por grande que sea una persona por su carácter natural, más grande aún es quien es capaz de crecer y cambiar. Ese es el poder del arrepentimiento, y comenzó con Iehudá.


questions spanish table 5783 preguntas paea la mesa de shabat
  1. ¿Qué crees que provocó un cambio tan profundo en Iehudá?
  2. ¿Puedes pensar en otros personajes bíblicos que hayan atravesado transformaciones significativas? ¿Qué hizo posible su cambio?
  3. ¿Estás de acuerdo con Rabino Sacks en que alguien que cambia es más grande que alguien que siempre fue justo?

More on Vaigash

Giant leaps for mankind. Astronauts jumping on the moon. Image created by The Rabbi Sacks Legacy

Tres pasos para la humanidad

En su introducción a la versión del Consejo Rabínico de América del Sidur Artscroll, el Rabino Saúl Berman escribió un hermoso ensayo acerca de la…

El espacio entremedio

Schopenhauer preguntó “¿qué hacen los puercoespines en invierno?” ¿Cómo hacen para mantenerse calientes? Si se acercan demasiado el uno al otro, se lastimarían mutuamente. Si…